En el 2020, Kitambo, iniciativa de dos mujeres que comparten raíces belgas, congoleñas y colombianas (Marleen Palmaers, historiadora del arte, y Catherine Dunga, gestora cultural), llevará a cabo un proyecto artístico en varias ciudades de Colombia. Para este contactaron a Simon Njami, uno de los más grandes curadores de arte contemporáneo africano. La meta es, como expone Dunga, generar reflexiones y diálogo sobre “las Áfricas y sus representaciones de un continente al otro”. Ambas están convencidas de que el arte actúa como vector de unión entre pueblos que quieren y necesitan contar sus propias historias. ARTBO | Festival de Arte de Bogotá: Un especial para celebrar su 15 aniversario En abril, Palmaers, Dunga y Njami visitaron Cali, Medellín, Quibdó, Bogotá, Cartagena y Palenque para conversar con artistas y actores de la escena cultural local. Pero el proceso ya había empezado antes, cuando ambas mujeres viajaron al Congo, a Senegal, a Nigeria y a Italia, a la exposición African Metropolis. Una cittá immaginaria, curada por Njami. En su paso por Bogotá, ARCADIA se sentó con el curador para hablar del proyecto, de lo que sintió en su primera visita al país, de su visión general de la cultura y de por qué dedica mucho de su tiempo a trabajar con jóvenes. Simon, ¿cómo va todo? Todo va mal, pero yo estoy bien. ¿Qué lo trae a Colombia? Me atraparon un día este par de brujas y me dieron brebajes y me dijeron: “Vendrás a Colombia” (ríe). Ellas tenían un proyecto: hacer visible a África en este país, que tiene lo que llaman afrodescendientes, y la particularidad es la invisibilidad, como diría Ralph Ellison (autor de El hombre invisible). No he visto a muchos aquí en Bogotá, pero esta invisibilidad no es solo física, no se trata de lo que vemos en la calle. Es una invisibilidad política y, sobre todo, ética, en el sentido del ethos, del ser. Ellas querían afirmar esta presencia y renovar la conversación. Es decir, los peces rojos en la misma pecera se vuelven locos, así que la idea es cambiar de pecera, de perspectiva, de traer gente de África y abrir un diálogo. Así, quizás, ese blues de Palenque puede brillar distinto. Tambien, quizás asi, se pueden redescubrir viejos saberes perdidos desde unos 300, 400 años, según las cuentas. La mejor manera es hacerlo en el plano cultural y artístico, claramente no en la política o la economía, planos inútiles. Cuando me lo propusieron, acepté porque parecía complejo y difícil. Cuando éramos niños en Lausana nos enseñaban pequeños refranes, y se me quedó este: "Vencer sin peligro es triunfar sin gloria". Hay una ventana en este país, de unos 20 años. Ahora todo es frágil, la gente es frágil, y pienso que el problema de la identidad es una cuestión frágil que se barre debajo del tapete. No hablo solo de la identidad de los afrodescendientes, sí de la identidad colombiana a nivel general. ¿Qué significa ser colombiano hoy? Vi obras que tocan una parte de esta cuestión existencial sobre qué quiere decir ser colombiano, y me parece que la idea de -ellas, Kitambo- de traer africanos a Colombia para establecer otro tipo de diálogo y salir de esta pequeña pecera y ver las cosas distinto, es una oportunidad para que la creación colombiana, los artistas colombianos, negros o no, piensen distinto. El tema involucra a África, pero África es una metáfora aquí, como Lucy es una metáfora. Todo empieza en África, y espero que no todo termine allá. Y a través de esta metaforización se pretende mostrar a los colombianos y afrocolombianos que son especiales, pero no tanto. En esta definición amplia de África, de afroamericanos, afrocubanos, afromartinicos, una más amplia de lo que se imagina, hay una comunidad de experiencias que podrá discutirse y, quizás, donde unos no encontraron una salida, los otros sí. Es eso. La idea es voltear esta tendencia algo pasiva, sumar dinámica de vida, discusión, confrontación, salir del círculo absurdo de lo políticamente correcto, de ser correctos políticamente. Eso me trae, y por eso volveré. Y podría seguir cinco horas hablando de esto. ¿Qué línea de tiempo sigue el proyecto? ¿Cuando empieza este diálogo? No lo sé, señor, creo que ya está sucediendo. Desde que estas mujeres me llamaron, ya había empezado a unir personas, ponerlas en contacto. El que yo esté aquí es muestra de que ya sucede. Hablé con artistas ya, y los más curiosos deberían averiguar quién viene, si no lo saben. El diálogo no empieza en una fecha. En una fecha se mostrará, se hará visible, pero tampoco terminará ahí.
Catherine Dunga y Marleen Palmaers, de Kitambo, con Simon Jnami en Quibdó. Visitó varios lugares del país. ¿Qué impresiones le quedaron? Pienso que la gente del arte y cultura está en una fase perezosa, pero no es solo su culpa. Es culpa de un sistema. Cuando hacemos parte de un sistema, tenemos una parte de la culpa, pero esta es amplia. A cada nivel de emancipación intelectual hay que preguntarse qué significa ser, ahora, aquí. La gente piensa que es fácil. Que decir "soy cubano", "soy afro", lo resuelve, pero no es así. La pregunta más difícil abre las posibilidades. Un artista que se pregunta "¿quién soy?" está en capacidad de producir trabajo distinto, uno que sabe quién es o que cree saberlo, probablemente haga cosas aburridas basadas en preconceptos. El arte es precisamente ese espacio de duda, de inseguridad, de búsqueda. Hay una zona de confort que debe ser cuestionada. Y la zona de confort está en el pico de un volcán, o en un océano, o en un lugar en el que hay un terremoto. El confort se encuentra también en lugares extraños. Pero aquí nadie viene a dar lecciones a nadie. Solo un ejemplo. Cerca de donde vivo, a unos 100 metros, hay una puerta. En París, he pasado esa puerta unas 10.000 veces, y un amigo que visitaba me preguntó si la había notado. ¿Cuál puerta? ¡Hay una puerta ahí! Vivo aquí, yo sé, veámos pues. Y ahí estaba la puerta. A veces solo se necesita un niño, un extraño, una mirada distinta para poner las cosas en otra perspectiva. Y a esto apunta el proyecto. No es solo agitarlos fuera de su zona de confort, es también gente aquí y sacarla de su zona de confort. Todo el mundo trabaja con preconceptos, y la idea es romperlos, si tengo un preconcepto sobre ti, seguro tú tienes uno sobre mí, así que para romperlos lo mejor es sentarse, tomar algo, beber, hablar. Usted viaja mucho, escribe, ve mucho arte... ¿qué lo sorprende? Nada me sorprende porque mi adn es la sorpresa. No tengo expectativas, no sé qué voy a encontrar. Si algo me sorprende, significa que espero algo y vi algo distinto. Yo simplemente voy y veo lo que hay. Y siempre hay algo por ver, pero no lo llamaría sorpresa, lo llamaría una confirmación. De lo que ha visto en Colombia, ¿algo une, algo separa? Algo que une, la memoria. No vista como "el pasado", es una memoria viva y todos lidian con ella. Eso es complejo porque todos tienen una versión de la memoria colectiva, que la hace única. Todo el mundo tuvo un rol, estuvo ahí. Como en un equipo de futbol: los 11 ven el juego desde una perspectiva distinta. La memoria, así esté rota, así duela, así se borre, es el foco principal. ¿Cómo siente que se ha abordado el tema? Creo que la gente le juega por los lados, se le ponen curitas para ocultarla y se cree que ya se enfrentó, cuando es algo mucho más profundo. Hablar de memoria... Cuando abandonemos este espacio, compartiremos una memoria colectiva, pero desde distinta perspectiva. Él [León Darío Peláez] toma fotos, tú preguntas, yo respondo, ellas [Catherine y Marlene] ven, y al salir de aquí todo se desparrama, y hay que unir esas perspectivas para recrear el momento. El problema aquí no es que cada quien luche por su memoria y la enfrente, se trata de construir una memoria colectiva. No hay país o grupo que pueda vivir sin memoria colectiva. Le puede interesar: Ser medio brujos: el legado del arte africano en Colombia
In the world but don‘t know the world, 2011. El artista El Anatsui nació en Ghana pero vive en Nigeria, es profesor de universidad y tiene un taller donde trabajan 30 artistas para ayudarle a dar forma a sus obras gigantes. Parecen telas de lejos y son hechas de aluminio y tapas de botellas. Es uno de los artistas africanos que probablemente venga a Colombia en el 2020. Usted escribe, hace curaduría. ¿Qué saca de estas actividades? ¿Por qué escribe? ¡Por dios! Qué pregunta. Escribo porque no fui lo suficientemente bueno en piano o cantando. Escribo para tratar de contar una historia, mi historia, esa es la única escritura que me interesa. Y todos los proyectos en los que me involucro son una historia. Hace parte de la Fondation Moleskine, que trabaja con la juventud. Cuéntenos sobre esa faceta. Los talleres que he creado apuntan a que cada uno pueda contar su propia historia. No la de alguien más, no la de sus padres, no la que aprendieron en la escuela. Y que usen todo lo que hay a disposición, cual caja de herramientas. Todos tenemos una historia. Se habla de una juventud apática, ¿qué juventud ha encontrado? Romanos, zimbabuenses, milaneses, neoyorquinos... me fascinan los jóvenes, el cemento aún no se endureció. Desde cierta edad, por más que la gente te diga que es abierta, ya, se acabó, no hay manera de salir. Los jóvenes tienen preguntas. Un dia estaba en una feria en París con mis hijos, y un grupo de especialistas, críticos o coleccionistas se reunía alrededor de una obra. Y mi hijo fue, se metió, miró, volvió y me preguntó “¿Papá, por que están alrededor de esa cosa horrible?” Alguien cuyo nombre no diré, la había hecho. Ese grupo primero se rió. Y de cierta manera se sintieron más libres, alguien sumó entonces "Sí, no es gran cosa". Cuando se va a ciertos lugares se debe actuar, ser un especialista. Pero entonces se ve algo... “Eso luce como un vaso de agua.. ¿será una obra?” Si lo veo, un vaso de agua, yo lo tomo... Los niños tienen esta habilidad de digerir las cosas. De 0 a 5 años, papá y mamá les dicen, “habla”, “camina”, “ve a la escuela”, “ven para acá”, “mantente seco… blablabla”. Entonces esta receptividad es a menudo apagada, y también alterada por el sistema educativo. Este te dice "Es esto, o no pasas la clase". Por eso creé estos talleres. No para que le digan a sus profesores que son mentirosos, pero para que sepan que lo que se les dice no es necesariamente cierto. Sí, hay que usarlo para pasar la clase, pero... debes cuestionarlo. Cuestionar lo que te dicen tus padres, preguntarte por qué y armar tu propia perspectiva. ¿Trabajar con este cemento -moldeable aún- le da más satisfacción que otras actividades? Descubrí que un amigo vino por aquí, comió oblea, Mick Jagger, y como él soy un Rolling Stone: “I can‘t get no satisfaction”. Si no fuera el caso me echaría a morir. Lo hermoso de este mundo es que hay demasiado por hacer. ¿Cómo podría estar satisfecho? Admito, eso si, que de vez en cuando cuando un niño me dice "esto es lo que soy" siento emoción, no satisfacción, emoción. ¿Qué lee en su tiempo libre? Qué cine ve... Mi querida amigo, no tengo tiempo libre. Cuando veo una película o leo un libro, no es tiempo libre. Quizás no fue bien planteada esa pregunta... No lo fue... -ríe-. Sí hay películas que repito.. ¿Por ejemplo? La última que repetí fue My Fair Lady, basada en Pygmalion, una obra de George Bernard Shaw. La veo cada tanto por Audrey Hepburn, pero también por lo que expone sobre nuestras divisiones culturales y sociales. En esta un lingüista se topa con una verdulera, con un marcado acento “cockney”, y apuesta con su amigo que puede hacerla invitar al baile de la reina sin que nadie note su origen. Así pues, desde el lenguaje, la cambia. Y cuando va al baile todo el mundo la cree una princesa. Esto habla de las oportunidades que algunos tienen y otros no, de estos preconceptos... Shaw lo hizo en Inglaterra... Me gusta la idea de que a través de la educación, Audrey, esta mujer gritona, burda, con educación y lenguaje se volvió una princesa. Es un cuento de hadas muy social. No quiere decir que va a suceder pero presenta la posibilidad. ¿Qué es cultura? Creo que hay mucha confusión alrededor de la palabra. La gente confunde educación con cultura. La cultura es un juego de cosas, un ‘kit’, un conjunto de elementos que definen un pueblo. No hay alta cultura, no hay baja cultura. La manera de hablar, de vestirse, de hablar, de peinarse, de comer, dibujar, todos esos elemento son cultura. ¿Debería tener una misión? Pues, es lo que hace que la gente quiera hacer lo que quiere hacer. Si el café es parte de su cultura hay cosas que querrá hacer, distintas a si el té es parte de su cultura. Si un clima de 40 grados hace parte de su cultura, o de menos 10, actuará distinto. Hay lugares donde las ventanas son pequeñas, otros en las que son enormes y esto tiene una explicación. Una ventana grande afecta como vives, y un lugar soleado probablemente lleve a que vivas más afuera que adentro. Los imbéciles creen que la cultura son solo libros, música, pero es todo, y los detalles más pequeños informan sobre esa cultura. Le puede interesar: El reverso oscuro de la ciencia ilustrada: ‘La naturaleza de las cosas: Humboldt, idas y venidas’