El jardín de Monet en Giverny, Francia, es un lugar idílico que ya hace parte del imaginario de la pintura europea. Es un lugar de referencia imprescindible del movimiento impresionista y, por lo tanto, de los paisajes que han marcado el arte occidental en los últimos siglos. Pero este jardín también esconde algunos de los más importantes secretos del arte de Claude Monet. Contrario a la imágen de paz y tranquilidad que emanan sus pinturas de los nenúfares y el estanque, el pintor parisino vivió algunos de los años más tormentosos de su carrera artística y de la historia de Francia: no solo se enfrentó a la muerte de su esposa, sino que también sufrió de cataratas y vio como la Primera Guerra Mundial asolaba la vida de cada uno de los franceses. Por todo eso decidió abandonar la pintura.
Al igual que la superficie de luz que se adorna con los nenúfares de sus pinturas, hay aguas más profundas y turbulentas donde se puede ver los otros rostros de su arte. Allí se encuentran su personalidad turbulenta y sus ataques de ira, así como sus frustraciones y el gran dolor que le producía pintar. Ahora que el documental El jardín secreto de Monet llegará a Colombia el próximo jueves 16 de mayo, hablamos con el escritor e historiador Ross King, que en 2016 publicó Mad Enchantment: Claude Monet and the Painting of the Water Lilies, un libro que arroja luz sobre las grandes contradicciones que vivió el artista francés durante los últimos años de su carrera y cómo regresó de su retiro para pintar algunas de la obras cumbre del movimiento impresionista y de la historia del arte europeo.
Claude Monet (1840-1926) | Agence de presse Meurisse/Bibliothèque nationale de France
Cualquiera que visite Giverny se dará cuenta de que el jardín en sí mismo tiene un alto valor estético. ¿Qué visión tenía Monet de su jardín? ¿Lo consideraba una “obra de arte”?
Monet amaba el jardín en sí mismo. Incluso en 1926, más o menos dos meses antes de morir, expresó que sentía que su mayor legado, su mayor logro, no eran sus pinturas, sino su jardín. Sus pinturas le causaban sufrimiento. Constantemente expresaba el dolor y la tortura que le significaban pintar. Le costaba mucho hacerlo. En cambio, el jardín era algo que lo relajaba y que amaba profundamente. Es importante notar que el jardín de Giverny es artificial. Que, al igual que todo jardín, es una creación del hombre. Pero lo que lo hace única su interacción con el jardín es que el mismo Monet creaba los paisajes que pintaba. Creo que esto es algo que no tiene precedentes en Occidente. Quizás los planos topográficos que se hacían durante el siglo XVIII en los hogares aristocráticos de Francia e Inglaterra, donde había un jardinero que diseñaba el lugar y un artista que lo pintaba. Pero entonces,tan solo se hacía una representación del lugar. En cambio, Monet pintó cerca de 250 imágenes de su jardín.
El cuidado y la meticulosidad con que hizo su jardín y las instrucciones que dio a los jardineros que ayudaron a crearlo son prueba de cuánto se esmeraba Monet en tener su jardín en Giverny en perfectas condiciones. | Cortesía: Cine Colombia
Durante su estancia en Giverny, la Primera Guerra Mundial tocó las puertas de su estudio ¿Cómo conciliar su pintura llena de colores serenos y que representa una visión tan idílica de la naturaleza cuando su entorno estaba lleno de una realidad tan cruda como lo fue la Gran Guerra?
A mí me causa mucha curiosidad pensar cómo habrá sido para su hijo biológico, Michel, regresar a Giverny del frente occidental, donde participó en una de las peores batallas de la guerra, y encontrar a su padre al lado de un estanque mientras pintaba estas escenas de ensueño. Monet sabía muy bien lo que sucedía en ese frente. Hay indicios de que visitó la ciudad de Reims después de los bombardeos alemanes en 1917. Allí, no solo vio la devastación de la catedral, también vió todo el panorama de desolación que dejaba la guerra. El arte de Monet captura lo evanescente, las sombras, las nubes, los reflejos, las diferentes iteraciones de la luz y cómo cambia con el tiempo. Eso perpetúa su trabajo en un mundo que está constantemente desvaneciéndose frente a sus ojos. Por eso parece haber una dislocación entre lo que él vivía y lo que capturaba.
Monet era un hombre muy turbulento. Las que usualmente interpretamos como muestras de paz y tranquilidad en su pintura realmente se concibieron bajo grandes momentos de ansiedad y angustia. Él destruía: literalmente atacó sus cuadros. Los cortaba con una navaja. Aun así, pintaba imágenes de “paz”, o lo que generalmente interpretamos de esta manera, mientras que detrás de eso había mucha rabia. En su biografía nos encontramos con una visión llena de sufrimiento de lo que fue una búsqueda por la perfección artística.
La catedral gótica Reims, antiguo lugar de coronación de los reyes galos y uno de los grandes símbolos de la identidad francesa, fue bombardeada por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial | Fotografía: Agence Rol / Bibliothèque nationale de France
En los últimos años, la vida de Monet estuvo llena de grandes dificultades personales. En palabras de Paul Cézanne, el suyo, “el ojo más prodigioso de la historia de la pintura”, padeció cataratas y la crisis se agudizó al punto de que renunció a la pintura a sus 73 años después de lo cual, sin embargo, regresó para pintar algunas de sus mejores obras. ¿Fueron las dificultades el mejor combustible para su trabajo?
Sí: sus momentos de mayor creatividad llegaron durante tiempos de crisis. De nuevo, aquí encontramos la paradoja de la imagen de tranquilidad de Monet con unos adentros llenos de ira y frustración. Uno de sus mejores amigos, Georges Clemenceau, que conocía muy de cerca la vida y obra del artista, creía que tenía que para que Monet hiciera su mejor trabajo tenía que estar en un estado de mucha ira. Él decía que un artista feliz era un artista mediocre. Por eso su turbulento temperamento estaba tan estrechamente ligado a sus mejores trabajos.
Les nymphéas de Claude Monet (1916-1919) | Cortesía Cine Colombia
Una de las figuras que le ayudó a regresar a la pintura tras su retiro personal fue Clemenceau. A pesar de sus diferencias de carácter, fueron grandes amigos. ¿Cree que existió algún tipo de tensión entre sus personalidades?
Clemenceau y Monet eran muy diferentes, pero también tenían una relación muy, muy cercana. Clemenceau era una persona muy política: se entrenó como doctor y desde muy joven ya estaba involucrado en la vida pública, en la que estuvo metido durante toda su vida, ya fuera como periodista o como político. Monet, en cambio, era su opuesto absoluto: era un hombre solitario y, una vez se instaló, casi no salía de Giverny (especialmente a partir de 1911, cuando murió su esposa). De hecho, una de las pocas cosas que lo hacían salir de allí era ir a visitar a Clemenceau en París. Su hijo comenta que Monet nunca votó sino hasta después de 1920. En sus archivos se evidencia que tenía opiniones políticas pero no estaba interesado lo suficiente como para involucrarse. Él dedicó su vida al arte. Él sentía que cualquier forma de involucrarse en la política lo iba a alejar de su caballete.
Aunque Monet nunca se involucraba en la vida pública y aunque no hay registros de que Clemenceau y Monet hayan discutido sobre política directamente, pienso que Monet siempre se sintió orgulloso de tener un amigo ocupado en cuestiones de Estado y que hacía un trabajo tan importante para los franceses. Esta amistad, que fue muy estrecha y maravillosa para ambos, funcionó por el hecho de que cada uno habitaba en realidades separadas. Así como los opuestos se acercan por cuestiones de amor, también sucede en las amistades. Creo que la magia de esta relación consiste en que se trataba de dos personas radicalmente opuestas pero que se mantuvieron como buenos amigos gracias al gran interés y admiración que Clemenceau tenía por el arte de Monet.
Conocido como “el Tigre”, George Clemenceau fue uno de los grandes artífices de la victoria de los aliados durante la Primera Guerra Mundial. | Georges Clemenceau, 1925 (1841-1929) Agence Rol/Bibliothèque nationale de France
¿Por que La Grande Décoration, la obra más ambiciosa y emblemática de la trayectoria de Monet y una de las pinturas más representativas del arte occidental, fue tan mal recibida al momento de ser expuesta en la Orangerie des Tuileries de París en 1927? En ese entonces él era un artista muy reputado. ¿Es quizá por el hecho de que el impresionismo ya no era parte de las corrientes que interesaban al público?
Es correcto. El impresionismo estaba “fuera de moda” para la década de los veinte. Sus formas vaporosas, amorfas y brumosas estaban fuera de contacto con lo que sucedía entonces. Por el contrario, movimientos como el cubismo que proponían bordes duros, líneas rectas y volúmenes sólidos era lo que se “necesitaba” entonces; es decir, un arte firme que hiciera frente a los tiempos tan difíciles que fue la Primera Guerra Mundial. Monet no entraba allí. Lo que creo que es muy interesante es que sus nenúfares volvieron a “ponerse de moda” como resultado de la Segunda Guerra Mundial. Una nueva generación supo verlas con nuevos ojos.
Monet murió en 1926, antes de ver su obra La Grande Décoration expuesta en la Orangerie des Tuileries de París. | Claude Monet, 1926 (1840-1926) Agence de presse Meurisse/Bibliothèque nationale de France
¿Qué visión tenían los otros impresionistas de que Monet tuviera un espacio así, un lugar para configurar a su antojo y donde experimentar con libertad? ¿Quizás provocaba envidia?
Monet se mudó a Giverny en 1883 y, poco tiempo después, el gran padre del movimiento impresionista, Édouard Manet, murió. De los impresionistas tenemos registros que confirman la visita de Cézanne, que era muy buen amigo de Monet, y de Renoir. Camille Pissarro, a pesar de tener una buena relación con él, nunca visitó el lugar. Por su parte, Edgar Degas solo fue a Giverny en 1911 para el funeral de la esposa de Monet. No creo que haya habido envidia entre ellos. Para 1880 y 1890, los impresionistas eran muy codiciados por los coleccionistas americanos. Y aunque el que más era Monet, creo que todos sabían que si a él le iba bien, todos se verían beneficiados.
Claude Monet en Giverny, 1926 (1840-1926) | Bibliothèque nationale de France
Durante su estancia en Giverny, las corrientes postimpresionistas ya estaban en auge en los círculos artísticos de Europa. ¿Qué relación mantuvo Monet con estas corrientes? ¿Por qué no hubo interés en acercarse a esta nueva manera de formular el arte pictórico?
Monet no gustaba de los movimientos postimpresionistas. Desconfiaba, como cualquiera que a sus 40 o 50 años llega a ser exitoso, de quienes venían detrás de él. Con los fauvistas, herederos directos de su obra y que esperaban llevar el arte un paso más allá, tuvo una relación lejana. Por eso, con este movimiento que lideró Matisse, siempre se mantuvo reservado. Lo que rechazó casi de inmediato fue el cubismo. Decía que le causaba ira. No gustaba del arte de Gauguin tampoco. Además creo que nunca lo conoció, pero de haberlo hecho, creo que no le habría gustado pues Gauguin tenía una personalidad muy desagradable.
A pesar de que veía a figuras como Henri Matisse y Pablo Picasso avanzar hacia otros postulados del arte, Monet no tenía la intención de seguirles el paso. Habría sido deshonesto con sus convicciones. No estaba interesado en lo que hacían estas nuevas generaciones. Esto no quiere decir que se haya mantenido “estático”. Si uno compara sus obras de 1860, 1870 y 1880 con las que pintó en la última década de su vida, hay diferencias notorias. Siempre buscó nuevas formas de pintar. A pesar de que para 1880 ya había creado un estilo tan propio y se mantuvo fiel a sí mismo, siempre se reinventó hasta bien entrados sus 80 años. Por eso nunca recibió estudiantes: creía que tan solo les podría enseñar cómo pintar a su manera y que eso no es lo que debe buscar un artista.
Claude Monet, 1926 (1840-1926) Agence de presse Meurisse/Bibliothèque nationale de France
Un elemento importante que está presente tanto en el jardín como en sus obras es la influencia del arte japonés. ¿Qué tanto influyeron artistas como Katsushika Hokusai y Utagawa Hiroshige en Monet?
Fue una influencia enorme en él. Esta influencia llegó en sus años de formación artística cuando, en 1871, durante un viaje por Holanda vio cómo usaban un grabado japonés como envoltura. Desde entonces, empezó a coleccionar grabados japoneses en grandes cantidades. Monet amaba el arte japonés. Llegó a decir que los japoneses eran los “primeros impresionistas”. Esta afirmación puede sorprendernos, pues el arte japonés al que se refiere Monet no tiene nada de impresionista: ni el manejo de los trazos, ni las formas, son propias del impresionismo. Pero estos elementos no fueron lo que él heredó de ellos ni a lo que se refería. Lo que heredó fueron los ángulos desde donde miraban, el objeto de estudio, los temas a tratar y la forma en que se construye el espacio en el lienzo. De artistas como Hiroshige y Hokusai aprendió la libertad para pintar escenas del día a día que están tan presentes en este “mundo flotante” de los grabados nipones. Escenas que representaban la ropa, los edificios, la gente y los parasoles de ciudades como Edo y Tokyo en el siglo XIX.
A lo largo de su carrera, Monet casi nunca dio crédito a ninguna influencia en el desarrollo de su arte. Quizás alguna mención a Gustave Courbet. Pero de quienes sí se expresó ampliamente fue de los japoneses. Por eso, en ese entonces, si eras un visitante japonés a París, las puertas estaban abiertas en Giverny para hacer un viaje de un día y conocer el jardín de Monet.
Respecto al jardín, este acercamiento a la cultura japonesa le valió muchas objeciones de los franceses después de su muerte. Según las críticas, el jardín de Monet en Giverny no representa un “jardín francés” y tenía demasiados elementos foráneos. Del otro lado, los puristas de hoy en día tampoco lo catalogan como un jardín “tradicionalmente japonés”, si es que existe tal cosa.