Las pinturas de Omar Rayo han sido admiradas y criticadas por igual, y sin embargo, un elemento clave de su obra es la originalidad. Sus piezas –inagotables en posibilidades– pueden ser fácilmente reconocidas en las figuras, el trazo de sus líneas y el manejo de las sombras. Sean “frías, racionales, o carentes de emoción” como las calificaron algunos críticos en su momento, no se puede desconocer que los efectos visuales y geométricos que caracterizan las obras de Rayo aportaron al arte moderno y óptico mundial. Tanto adultos como niños –a quienes el artista consideró los mejores críticos- se han sentido seducidos, en algún punto, por ese juego visual. Un efecto que se genera a partir del dibujo de contornos muy precisos y la mezcla de la técnica de luces y sombras. Rayo, nacido en 1928 en Roldanillo, un municipio del norte del Valle del Cauca, pasó por diferentes etapas formativas hasta lograr ese estilo místico y de abstracción.  Antes de empezar a pintar las cintas entretejidas y sombreadas que le dieron el reconocimiento, el vallecaucano experimentó técnicas como la caricatura y el grabado. Dentro de sus periodos se reconoce el Maderismo, el Bejuquismo, sus famosos Intaglios  y una serie de viajes al sur de América, México y Estados Unidos que terminaron por transformar, de manera definitiva, su forma visual.

Derecha: Caribe N.°  2 (1964). Izquierda: Flor andrógina (1990). /Cortesía: Museo Nacional de Colombia La exposición ‘Geometría Vibrante’ que se presenta en el Museo Nacional de Colombia hasta el 17 de enero de 2016 es un reflejo de estas etapas. Y según explica Águeda Pizarro, viuda del artista y actual directora del Museo Rayo, la retrospectiva tiene como propósito develar el momento en el que el Maestro Rayo se inclinó por la geometría. ¿Cómo llegó a convertirse en un artista óptico? y ¿De dónde nacen los Intaglios, uno de los aportes más importantes del maestro a la gráfica internacional?  Un recorrido por la obra de Omar Rayo Aunque la muestra ‘Geometría Vibrante’ se compone de una serie de 60 obras que pertenecen a colecciones de instituciones como El Museo Nacional, Fundación Propal Carvajal, el Museo de Arte Moderno de Bogotá, el Banco de la República y el Museo La Tertulia de Cali, el 90 por ciento de las piezas que se exponen pertenecen al Museo Rayo.   Como explica Pizarro, hay muchas obras que solo pudieron conocerse después de su muerte. Antes de junio de 2010, fecha en la que falleció, Rayo era quien preparaba y escogía cada una de las piezas para las exposiciones. Las sacaba del taller y no dejaba que nadie entrara allí. Es así como después de su fallecimiento se pudieron encontrar cientos de piezas que jamás habían salido del taller. “Él lo controlaba todo y lo hacía muy bien”,  cuenta Pizarro. “Nunca me dejaba entrar a  mí ni a nadie a ver lo que estaba haciendo. En algún momento salía del taller y me preguntaba si me gustaban los bocetos, y aunque le dijera que sí, iba y los repetía. Hacía muchísimos”.  Por esta razón, considera que el Museo Rayo y el mismo país  aún están en proceso de descubrir  nuevos aspectos de la obra del artista. Según cuenta Miguel González, curador de la exposición, la serie Vía Sur, que da inicio a la muestra, es una colección de pintruras que Rayo realizó durante su recorrido por América del sur. “Un viaje similar al que hizo el Ché Guevara, pero en reversa”.

Como explica González, Rayo debe su salto a la abstracción y a la geometría a estas comunidades. Pues a apartir de allí, el Maestro adquirió esa obsesión por representar su visión del mundo a través de lo simple y lo elemental. En esta etapa, que se produjo a principios de los cincuenta, también se pueden encontrar planos de ciudades. Figuras planas y arquitectónicas que denotan los primeros rasgos de su interés por la geometría. Estas primeras obras de Rayo no alcanzaron el reconocimiento esperado. Incluso es conocido en el mundo del arte que su relación con los críticos nunca fue muy buena. A pesar de que para ese entonces surgía un círculo importante de artistas como Edgar Negret, Alejandro Obregón y Eduardo Ramírez Villamizar, Rayo solo alcanzó reconocimiento años después en ámbito internacional. En el libro El Universo Virtual de Omar Rayo, una extensa entrevista que concedió al ex Director del Diario La República en 2008, se hace evidente su tensión con los críticos. Allí Rayo confesó que “La gente no estaba preparada para recibir su obra”.  Esto, “por falta de educación y de cultura”. En cambio, Rayo resaltó que los países más desarrollados y con mejor nivel cultural si la apreciaban. Para él, la prueba está en que su segunda etapa artística, con la que empezó a ganar reconocimiento, coincide precisamente con su salida del país. Su viaje a México en 1959 y su posterior llegada a Nueva York significaron finalmente su entrada al círculo del arte. Y en ambos países tuvo lugar la transformación definitiva de su técnica visual.   La vanguardia en el muralismo, la abstracción y la neo figuración que estaba de moda en México y Estados Unidos, fueron la cuna de las primeras obras abstractas y con sombras de Rayo. Piezas constructivistas que, según González, “podrían relacionarse con las del colombiano Ramírez Villamizar, el español Vicente Rojo, entre otros”.   En ese momento de su carrera

es cuando Omar Rayo decide adoptar el acrílico sobre el lienzo como su  técnica predilecta. Ruta de percepción (1964), obra que se expone en el Museo Nacional,  fue la primera de sus pinturas en la que se puede apreciar, tímidamente,  un juego con las sombras. Además del arte abstracto y geométrico, el comienzo de su fama lo constituyen los Intaglios,  Unos grabados en papel, sin color, que tienen tallados generalmente  objetos cotidianos y diseños geométricos. Estampas que son fundamentales para entender la gráfica del pop y el arte óptico mundial en esta década. De la mano de ese segundo periodo de transformación, Rayo se vio influenciado por la corriente neoyorquina de los sesenta y los setenta. El boom del rock, el mundo psicodélico y las revoluciones  trajeron de vuelta su interés por el color. En este momento las “trampas al ojo”, como las define el curador, se hicieron más evidentes y por supuesto, inspiraron sus obras en un sentido distinto. Entre las piezas más significativas de esta etapa se encuentra Butantán(1970), una colección de serpientes inspirada en el zoológico de Sao Paulo en Brasil ganadora del XXI Salón Nacional de Artistas de Colombia. Por otro lado, está Bartók. Se trata de un acrílico inspirado en la música de Vela Bartók,  reconocido compositor y pianista de Europa oriental del siglo XX que, según su esposa, acompañaba a Rayo durante sus largas sesiones en el taller. En esta etapa Rayo  ya se sale de las limitaciones de los cuadrados y los rectángulos. Y de este periodo en adelante, sus obras se reconocen por  las ilusiones ópticas que generan las representaciones de bandas y cintas, siempre plegadas y entrelazadas.

¿Entre el olvido y el aprecio?   Un año después de su muerte, 49 obras fueron robadas misteriosamente de uno de sus apartamentos en Chicó. Solo aparecieron dos, y tres años después, ni la familia ni la Dijín, ni nadie, conoce el paradero de las restantes. Un panorama que podría servir para describir cómo sus pinturas han logrado quedar en la memoria colectiva, en medio de una suerte de olvido y evocación.