El vacío, dice la artista Rosario López, es una constante en la obra de los escultores: descubrir y representar las grietas que surgen, los resquicios mínimos, los intersticios que existen entre dos cuerpos. Hoy profesora de escultura de la Universidad Nacional, desde los años noventa ha trabajado la temática del vacío: en fotografías de esquinas que se esconden detrás de bultos de cemento; en superficies planas que, a la intemperie, imitan la forma de las montañas; en series donde fuerzas invisibles como la gravedad, la temperatura y el viento ejercen una constante pero invisible presión sobre algún objeto en particular.La búsqueda artística de López es, de alguna manera, científica. “No me considero tan rigurosamente atada a la ciencia pero sí me interesan esos procesos naturales por los que nunca nos preguntamos. Me llama la atención, por ejemplo, la gravedad, como afecta nuestros cuerpos, a la materia en general, como hace que las cosas empiecen a cambiar por su propio peso”, dice la artista en MACA, la sala de proyectos ubicada en el barrio La Macarena, donde estará alojada hasta el 22 de abril su más reciente exposición, Un lugar extraño.En la muestra, que se inauguró el 23 de marzo, confluyen dos trabajos de López. El primero, resultado de un año de investigación en Australia, gira en torno al monolito sagrado Uluru, ubicado en el centro de ese país. Con dos fotografías tomadas desde el mismo lugar -una de la silueta de la famosa roca y la otra de la vía láctea-, la artista se pregunta por la relación que tenemos con el espacio que habitamos. “Estas imágenes nos invitan a preguntarnos por la definición que tenemos del concepto de lugar. Establece un diálogo entre lo micro -nosotros, nuestros cuerpos, lo que está inmediatamente a nuestro alrededor- y lo macro -el espacio, la galaxia, esos elementos que son intocables pero que igual están ahí-”.
‘Urulu‘ (2016). Cerámica ahumada. 65 x 55 x 12 cm. López también utilizó el monolito del país austral para crear una obra que reflexiona sobre las condiciones de los pueblos indígenas alrededor del mundo. La artista decidió, a partir de una técnica tolimense de cerámica ahumada, crear una escultura de Uluru fraccionada en porciones de tamaño similar. “En esa pieza está presente una preocupación por el territorio, por cómo establecemos coordenadas, por cómo dividimos la propiedad. Es una pieza que representa un lugar australiano, pero en ella están representados los problemas que tienen todos los pueblos indígenas a la hora de establecer sus límites, sus fronteras”, dice la artista.El segundo trabajo que hace parte de Un lugar extraño tiene como punto de partida el Archivo Nacional de Colombia. El proyecto, que López realizó antes de ir a Australia, está más directamente relacionado a la idea del vacío: se trata de una serie de estructuras geométricas -algunas dibujadas, otras en fieltro- inspirados en los intersticios que la artista descubrió después de separar unas pequeñas esculturas inspiradas en el archivo. El resultado son unas formas irregulares, internas, “las nervaduras de las superficies”, que evocan los procesos aleatorios de la naturaleza. “Me gusta explorar la manera en que los materiales ablandan las formas geométricas que hemos creado de manera racional, ablandan los cuadrados, que creemos siempre iguales, ablandan los cubos. Al final, los materiales terminan cediendo, doblegados por las fuerzas de la naturaleza”, dice López.
‘Estructura interior 03‘ (2015). Grafito sobre papel. 25 x 28 cm.