La isla de Taiwán tiene una superficie de 36.000 kilómetros cuadrados, 30 veces menos la superficie de Colombia. En ese pequeño territorio, sin embargo, vive una población de casi 30 millones de personas, lo que equivale a más de la mitad de la población colombiana.   El problema, además de la densidad por km2, es el envejecimiento de la población. La isla se está quedando sin jóvenes. La natalidad cayó, en 2018, a 180.000 nacimientos, la cifra más baja en ocho años.  En las colinas cubiertas de niebla de la cordillera central de Taiwán, en el pueblo de Ruan Chiao no hay jóvenes. La mayoría de los pobladores son adultos maduros, y muchos pasan ya de los 70 años. Por esta razón, el artista Wu Tsun-shien, tomó la decisión de enfrentar el envejecimiento de la población pintando las casas con frescos multicolores. 

En el pueblo de Wu la población está envejeciendo. Él tomó cartas en el asunto. /Foto: Sam YEH / AFP La idea es que, al convertir las casas del pueblo en obras de arte, por medio de grafitis de grandes dimensiones, la generación de jóvenes que es aficionada a las fotos y selfis de Instagram se sienta atraída a venir al pueblo.   Erotismo, desnudos y glamour: 20 años del ‘SUMO’ de Helmut Newton Wu sumerge el pincel en una mezcla beige y aplica capas de pintura sobre un fresco de campesinos con sombrero de bambú tradicional. Detrás de él, un lugareño de cierta edad camina con dificultad apoyado en un bastón por la calle adornada con frescos de colores.  "En este pueblo los ancianos se están quedando solos", lamenta el artista de 55 años. La mayor parte de los jóvenes, incluidos sus hijos, se fueron.  Este antiguo guardián de prisión y jardinero, pinta por placer desde 2007. Ahora trabaja como consejero artístico."Estos dibujos atraen a muchos turistas y además los viejos no se aburren", comenta satisfecho el artista.  El proyecto de Wu no es exclusivo. La verdad es que Taiwán cuenta con un puñado de "pueblos grafitis" que, por medio del arte, intentan insuflar vida en las aldeas.  La metamorfosis económica de la isla en las últimas décadas transformó el paisaje rural y provocó mutaciones demográficas considerables. Antes, la actividad manufacturera estaba en las pequeñas localidades. "La gente cosía ropa de las muñecas Barbie en casa y luego la llevaban a la fábrica de embalaje en medio del pueblo", explica.  En Ruan Chiao, por ejemplo, se fabricaban las ofrendas de papel que se queman tradicionalmente en los templos.   En los años 1990 la actividad manufacturera se desplazó a China y estos empleos desaparecieron. "Así es como se vaciaron las zonas rurales", añade la investigadora. Hablar En casa de los Wu vive el suegro del artista, de 81 años, y su esposa, de 72. El matrimonio todavía trabaja la tierra en las montañas cercanas y planta hortalizas ecológicas.  Los dos hijos de Wu hicieron estudios universitarios y se fueron: uno a Australia y otro a una ciudad cercana.   Fan Ai-hsiu, su esposa, asegura que el intento de atraer turistas jóvenes no obedece tanto a un interés económico como a la voluntad de animar el día a día de sus padres. "Quieren conversar con gente, es lo que les falta, no es un tema de dinero".  No fue fácil convencer a los lugareños de que convirtieran sus fachadas en cuadros. "La gente de aquí es más bien conservadora", afirma Fan Ai-hsiu. "Pero se dieron cuenta de que [los cuadros de Wu] atraían a la gente".  Fotografía para el fin del mundo. Episodio I El artista privilegia las escenas rurales y los símbolos tradicionales de la suerte. Pero donde expresa realmente su arte es en la casa familiar, cuyas paredes están empapeladas de lienzos suyos, muchos sobre sus opiniones políticas. 

El artista privilegia las escenas rurales y los símbolos tradicionales de la suerte. Foto: Sam YEH / AFP Para Wu Tsun-shien el mundo no hace lo suficiente contra el cambio climático. Por esto incluyó dibujos sobre la destrucción apocalíptica del medio ambiente. Lo mismo piensa respecto de la situación de las personas mayores en su país y en el mundo. Los ancianos, para él, son víctimas de una sociedad consumista que los desecha por su supuesta “improductividad”.   "Este fresco describe la sociedad corrupta actual de Taiwán", afirma junto a uno con cientos de personajes. "Esta muestra el caos provocado por los teléfonos móviles, los ordenadores, la televisión.... Este, es la pérdida de nuestra cultura, cuando las jóvenes generaciones hakka no la conocen".  El impacto de las obras de Wu ya comienza a sentirse. Evelyn Sun, de 25 años, organiza eventos artísticos y gastronómicos en la isla. Descubrió las obras de Wu en las redes sociales y decidió ir a la aldea con un grupo de amigos. Allí conocieron a Wu, comieron junto a él y su familia platos típicos Hakka, y disfrutaron de un recorrido por las distintas obras. "Aquí me di cuenta de que cada cuadro ilustra un problema social", concluye Sun.   Ícaro Zorbar, hacia una poética de lo obsoleto *Con información de AFP