Guillermo Cadavid trabaja en Fabricato desde que cumplió la mayoría de edad. Aquí ha pasado 43 años de su vida. “Mi papá era vicepresidente del sindicato y me enviaba a repartir volantes en la puerta de la empresa”, recuerda. Como solo estudió hasta sexto grado su padre pensaba que era una buena idea ocuparlo con alguna tarea. En la entrada de la fábrica solían formarse largas filas de personas en busca de empleo. En orden de llegada recibían su turno para las entrevistas y una a una las iban contratando. Guillermo aprovechaba ese público para entregar todos los volantes.Un día lo sorprendió Jorge Posada, entonces presidente de la empresa, le ofreció trabajo y al día siguiente ya estaba en la inducción. Desde entonces ha operado 44 máquinas de telares. El próximo año se jubilará y terminará así una relación que comenzó mucho antes de ser empleado, el día en que nació en la Clínica Privada de Fabricato, el hospital que la textilera construyó en 1940 para prestarles de manera gratuita los servicios de salud a los empleados y a sus familias.Entre 1923 (año en que se inauguró la sede de la compañía) y 1990, el 80 por ciento de los habitantes de Bello laboraban en este lugar. Germán Builes, operario de archivo desde hace 42 años, no solo nació en la Clínica de Fabricato sino que sus padres, un vigilante y una hilandera, se conocieron, se enamoraron y se casaron en ella. “En esa época, por política empresarial, los hijos mayores heredaban el puesto de sus padres”, recuerda Germán, quien a sus 19 años ingresó de esta forma a Fabricato luego de la muerte de su papá. Y aquí sigue, en el mismo escritorio, desempeñando el mismo oficio.Fabricato se instaló en Bello por ser un municipio con nacimientos de agua, cerca del oriente y del norte del departamento, con una estación del ferrocarril en pleno centro. Llegó a tener 10.000 trabajadores, todos bellanitas, y a cada uno les resolvía sus necesidades de salud, vivienda, educación y recreación. Por eso es parte de la historia del municipio y de sus habitantes. En 1948 la empresa construyó para sus colaboradores el barrio Obrero: 320 casas, teatro, iglesia, cancha de microfútbol y parque. Más adelante fue cediendo lotes en los que se edificaron otros barrios. “Pero de 50 personas que vivían en cada uno, por lo menos 35 trabajaban en Fabricato”, asegura Germán.La compañía también construyó la primera biblioteca municipal, una gran cancha polideportiva (famosa en todo el Valle de Aburrá), y una planta de tratamiento de agua que abasteció a gran parte de Bello. Incluso se ocupó de las mujeres solteras: en una casa de dos pisos las Hermanas de La Presentación las capacitaban en costura y secretariado. De la mano de Fabricato se asentaron las familias bellanitas y mejoraron su calidad de vida. “Financiaba la educación de todos sus empleados, desde operarios hasta administrativos, y la de sus hijos. Nuestro anterior presidente, Óscar Iván Zuluaga, estudió por cuenta de la compañía”, resalta Armando Castillo, director de Mercadeo. Él ingresó a Fabricato en 1977 como ingeniero de sistemas, estudió administración con el patrocinio de la empresa y ascendió hasta el cargo que ocupa hoy. Pero el caso de Armando no es una excepción. “Tenemos un operario que cursó medicina, trabaja aquí en la mañana y en la tarde es docente de la Universidad CES”, dice con orgullo Alba Marín, directora de Recursos Humanos.Bello se tejió con las manos de esta textilera que hasta hoy se sigue preocupando por el bienestar de sus habitantes. Actualmente construye la Ciudad Fabricato, un complejo de zonas verdes, centros empresariales, viviendas de interés social, centro comercial y casas de mayor valor.Adicionalmente, hace poco la empresa instaló una planta de tratamiento para lograr que el agua que se utiliza en sus procesos industriales regrese totalmente cristalina a los afluentes que abastecen a los ciudadanos de Bello. Aquí todos conocen la historia de Fabricato porque la han vivido o la han escuchado de sus abuelos quienes, seguramente, también fueron parte de esta compañía.