Desde que apareció el movimiento #MeToo, Woody Allen ha vivido los peores días de su vida. El cineasta neoyorquino, de 84 años, antes alabado y aclamado por la industria, se convirtió de la noche a la mañana en un paria: criticado por la prensa, rechazado por sus antiguos amigos y marginado por los productores que antes se peleaban para trabajar con él. El año pasado, de hecho, Amazon suspendió un acuerdo que tenían para filmar una serie y las salas de cine de Estados Unidos vetaron su película A Rainy Day in New York.
Este año, además, casi no puede publicar su autobiografía Apropos of Nothing (A propósito de nada), porque la editorial que tenía los derechos se echó para atrás cuando sus trabajadores salieron a rechazar públicamente que su empresa avalara ese proyecto. Según él, Farrow se mostró como “una supermamá bonita y frágil”, pero en realidad era una mujer perturbada, que maltrataba a sus hijos física y psicológicamente. Pero cuando todo parecía en su contra, Allen por fin logró un respiro: la semana pasada, y sin previo aviso, la editorial Arcade publicó el libro en físico y en digital. Allí, el cineasta repasa su vida, pero sobre todo, se defiende de las acusaciones que lo persiguen desde mediados de los años noventa, cuando su pareja Mia Farrow lo acusó de abusar de Dylan, la hija adoptiva de ambos, que solo tenía siete años. Aunque dos investigaciones independientes no encontraron indicios para llevar al director a juicio en esa época, la acusación volvió a tomar fuerza hace poco gracias al testimonio en primera persona de la propia Dylan, quien ya tiene 34 años. Además, los antecedentes del cineasta juegan en su contra: por la misma época de las acusaciones, tuvo relaciones con su hijastra Soon-Yi Previn, 35 años menor que él.
Actualmente Dylan y su madre, la actriz Mia Farrow, mantienen las acusaciones contra el cineasta. En los últimos años, muchas personas de la industria le dieron la espalda a Allen, hoy un paria en su país. Por eso, si bien en el libro narra su niñez en una Nueva York que lo deslumbraba, sus primeros trabajos en el mundo de los humoristas, sus inicios en el cine o sus relaciones con mujeres como Diane Keaton o Louise Lasser, la mayoría de las páginas están dedicadas a su relación con Mia Farrow.
El cineasta y la actriz tuvieron una relación de 13 años. Durante ese tiempo ella fue su musa y protagonizó varias de sus películas. Y aunque él recuerda que era “una mujer muy, muy hermosa” que siempre se mostró como “una supermamá bonita y frágil”, dice que en realidad era una mujer perturbada, que maltrataba a sus hijos física y psicológicamente, y que “usó sus habilidades actorales para esconder su verdadera personalidad”. Para la época en la que estaban juntos, Mia ya se había divorciado dos veces y tenía siete hijos, tres de los cuales eran adoptados (incluida Soon-Yi, entonces una niña). Contrario a lo que muchos piensan, nunca vivieron en el mismo sitio, pues él se quedaba en un apartamento justo al frente del de ella y los niños. Aun así, decidieron adoptar conjuntamente a Dylan y a Moses, además tuvieron un hijo biológico: Ronan, hoy periodista y uno de los grandes detractores de su padre. Para Allen todo fue una venganza de Mia, quien ya había descubierto su relación con Soon-Yi, cuando encontró unas fotos polaroid de ella desnudas en el apartamento del cineasta. En el libro, Allen se despacha en detalles sobre los malos comportamientos de Farrow. Dice que ella trataba como criados y castigaba cruelmente a sus hijos adoptados. También, que por lo menos dos veces adoptó a niños que luego devolvió sin explicaciones.
Incluso deja entrever que tenía comportamientos incestuosos, pues cuenta que siempre tuvo una “fijación extraña” con su hijo Fletcher y que dormía desnuda junto a Ronan hasta que él tuvo 11 años, con la excusa de darle pecho. El cineasta llega al extremo de culpar a Farrow del suicidio de tres de sus hijos. En otro aparte, Allen insinúa que Ronan no es hijo suyo, sino de Frank Sinatra. El rumor en realidad no es nuevo: Mia y el cantante estuvieron casados entre 1966 y 1968, y siguieron siendo cercanos incluso después de divorciarse. Allen, sin embargo, no se había referido a esos chismes hasta ahora. Pero en el libro dice que cuando ella le dio la noticia de su embarazo quedó muy sorprendido porque llevaban un tiempo alejados y peleando. “Naturalmente supuse que era mío, y aunque ella sugirió que era hijo de Frank Sinatra, sigo pensando que es mío, aunque nunca lo sabré realmente”, escribe.
Woody insinúa que su hijo Ronan Farrow, uno de sus grandes detractores, en realidad es hijo del cantante Frank Sinatra, exesposo de Mia. Algunos los encuentran muy parecidos.
Sobre las acusaciones en su contra, repite lo que mismo que ha dicho desde 1992: todo fue una venganza de Mia, quien ya había descubierto su relación con Soon-Yi, cuando encontró unas fotos polaroid de ella desnudas en el apartamento del cineasta. “Nunca le puse un dedo encima a Dylan, nunca le hice nada que pudiera interpretarse erróneamente como un abuso”, explica. Aunque la propia Dylan dice que recuerda cómo el cineasta la llevó al ático, le pidió que se acostara boca abajo y tocó sus partes íntimas, Allen aseguró que todo ese relato fue inventando por su exmujer. "Algunas veces me siento como el protagonista de un drama sobre un inocente que es acusado erróneamente”. También justifica su relación con Soon-Yi, a quien nunca trató como una hija, pues ella tenía su propio padre: André Previn, otro exesposo de la actriz. Ambos se enamoraron cuando ella tenía 21 años (él 53) y, según explica Allen en el libro, su relación con Mia ya estaba en los peores términos, pues ella lo había desechado casi desde el nacimiento de Ronan. El flechazo entre los dos tardó en aparecer, pero una vez se dio fue inevitable: “En las primeras etapas de nuestra nueva relación, cuando la lujuria reinaba, no podíamos mantener nuestras manos alejadas”, cuenta.
Woody Allen tuvo relaciones con su hijastra Soon-Yi Previn, a quien Mia había adoptado antes de conocerlo. Hoy ambos están casados y viven felizmente enamorados. Soon-Yi terminó siendo el amor de su vida, pues se casaron en 1997 y actualmente tienen dos hijos. Allen le dedica su autobiografía y dice que a pesar de todo lo que vivió por irse con ella, volvería a hacerlo. Al final, y en un tono egocéntrico, también dice que en ocasiones se siente como Henry Miller, D. H. Lawrence o James Joyce, quienes debido a una injusticia fueron rechazados en su propio país y admirados en el extranjero: “Dado que soy un romántico que sueña despierto, me siento el protagonista de un drama sobre un inocente que es acusado erróneamente”. Solo el tiempo dirá si tiene razón.