En la medida en que entendamos y adaptemos estas variaciones del clima a los sistemas productivos, podremos finalmente convivir con Fenómenos del Niño y la Niña (nos acordamos aun de ellos?) , y parar pérdida de suelos, bosques  y cuerpos de agua, que son el sustrato y el sustento de todo el sector. Y así como hemos transformado ecosistemas durante los últimos siglos, tenemos también hoy herramientas para seguir produciendo (pues la demanda por alimentos no se frena) dentro de parámetros de sostenibilidad ambiental y rentabilidad económica. Tal es el caso del sector pecuario (carne y leche). Durante décadas, se le ha señalado como el responsable de impactos negativos en materia de deforestación, pérdida de biodiversidad, contaminación de aguas y compactación de suelos, entre otros, y se le piden cada vez más acciones puntuales en temas de protección ambiental. Y al mismo tiempo, se le exige, que para el año 2050, incremente su producción un 70% para satisfacer el consumo mundial de esa población que rondará los 10 billones de habitantes. Así pues, la apuesta por intensificar sosteniblemente la producción pecuaria, protegiendo ecosistemas estratégicos –páramos, bosques, aguas- más que un reto, es la ruta a seguir. Dependerá de  la capacidad con que el sector pecuario se integre al sector agrícola (pastos, forrajes, granos, bosques) y demostrar que para ser un buen ganadero, hay también que ser un buen agricultor.  Afortunadamente, ya hay muchos casos exitosos para mostrar en que la sostenibilidad agrícola-pecuaria-forestal, más que un tema de color o de moda, paga. Y que, al final del día, no es la vaca la de la culpa. En un reciente especial sobre biodiversidad, la revista The Economist (que muy pocas veces escribe positivamente sobre agricultura), reconoce el liderazgo de Mauro Lucio en el Estado de Pará en Brasil, para que cohabiten su bosque nativo y su sistema productivo ganadero, y le atribuye a factores de educación, tecnología y políticas públicas el complemento del éxito empresarial y ambiental de Mauro. Tuve la fortuna de conocer a Mauro en su Fazenda, y así no hayan salido en The Economist, Colombia tiene más Mauros para mostrar. Lo que hay que saber combinar en Colombia, son los factores ligados a la educación, a la tecnología y a las políticas públicas para consolidar estos retos globales a procesos de cambio a nivel local. Apostémosle, pues a lo  ”glocal”. Un caso de lo “glocal” en materia de sostenibilidad, es el Pacto de Reconversión Ganadera y Cero Deforestación del Caquetá, firmado el pasado mes de junio, que impulsa no solamente la implementación de sistemas intensivos (pastoriles/silvopastoriles), sino que involucra, entre otros,  el uso de razas criollas, compromisos de compra en mejores condiciones por parte de la industria y  la investigación y la transferencia de tecnologías locales.  Esta es una región, como otras tantas en Colombia,  que puede fácilmente adaptar sus procesos productivos a la intensificación y diversificación sostenible y empezar una ruta de seguridad alimentaria, reducción de la pobreza y adaptación al cambio climático. El cambio climático nos seguirá impactando en formas más fuertes y frecuentes, pero esta muestra de trabajos conjuntos es la única manera de salir adelante y capotear temas relacionados con los acuerdos comerciales, los costos de producción, o los precios de venta. El Programa Global para la Ganadería Sostenible (auspiciado por la FAO y el gobierno de Nueva Zelanda, entre otros), es una muestra de trabajo conjunto para cerrar brechas en productividad, recuperar áreas degradadas y aprovechar los residuos que el sector genera. Mezclar el color rojo al color verde como se insinúo al principio, da un color marrón. Es ese color, asociado con el suelo, con la tierra, el que también debemos proteger. * Ex Viceministro de Agricultura y actual director de Seguridad alimentaria de The Nature Conservancy