Son las cuatro de la tarde en el Cementerio del Norte, en Bogotá. Un carro fúnebre se parquea al lado del andén y un pequeño grupo de personas se acerca para mirar los vidrios oscuros, intentando tener una conversación que los conecte con el difunto. Alguno se arrodilla en el andén, otro pone la mano sobre los vidrios. Es fácil saber si los cuerpos que llegan son casos confirmados o sospechosos de coronavirus. Cuando esto sucede, los conductores van vestidos de pies a cabeza con trajes blancos de protección; quienes transportan cuerpos no covid, en cambio, llevan solo su uniforme de saco y corbata. Lo que más impresiona, sin embargo, es la frecuencia con la que llegan conductores vestidos con los blancos trajes de bioseguridad: en un lapso de hora y media, de diez vehículos que llegaron al cementerio, solo dos iban conducidos por conductores vestidos en sus uniformes habituales. Eso significa, básicamente, que en ese lapso llegó al cementerio un muerto covid cada 13 minutos.
Esta escena tuvo lugar la semana del 28 de julio, tal vez una de las más estresantes para todos los que trabajan en el sistema funerario de Bogotá. En ese momento, los lineamientos del Gobierno y del Distrito ordenaban la cremación de todos los cuerpos de las personas que morían por causa del coronavirus y la inhumación solo era una opción si el sistema llegaba al límite: “En este momento estamos trabajando al 100 por ciento de nuestra capacidad instalada en los hornos distritales”, dijo entonces Karen Castañeda, subdirectora de servicios funerarios de la UAESP, la entidad encargada de administrar los cementerios y crematorios distritales en Bogotá. “Los hornos están funcionando 24 horas y tenemos contenedores refrigerados como soporte de ese sistema. Si hay que tomar otras determinaciones, los lineamientos no vendrían de nosotros sino de la Alcaldía o del Gobierno Nacional”.
CONTENEDORES REFRIGERADOS EN EL CEMENTERIO DEL NORTE. FOTO: ESTEBAN VEGA / SEMANA. Las normas se han flexibilizado. El Decreto 172 de la Alcaldía de Bogotá, aunque prioriza la cremación, deja que los muertos por covid también puedan ser inhumados –algo que no implica ningún riesgo sanitario–. Esto permitió expandir la capacidad de reacción de todo el sistema frente a la emergencia que, según el último reporte nacional, registró el martes 321 nuevos decesos en todo el país. Para el caso específico de Bogotá, no hay una herramienta que permita saber, en tiempo real, cuántas personas fallecen por día, pues los reportes que emite el Ministerio de Salud incluye casos de fechas anteriores. Sin embargo, sí se puede hacer una fotografía más o menos precisa de lo que estaba sucediendo una semana atrás: el 30 de julio, por ejemplo, según el Ministerio de Salud, murieron 110 personas en Bogotá por causas relacionadas por coronavirus. Ese mismo día, según Saludata, se emitieron 133 licencias de cremación relacionadas con covid, que se suman a otras 33 para personas que murieron por otras causas. Una cifra excesiva para una ciudad que, antes de la pandemia, cremaba a unas 30 personas por día.
CONDUCTORES DE CARROZAS FÚNEBRES VESTIDOS CON TRAJES DE BIOSEGURIDAD. FOTO: ESTEBAN VEGA / SEMANA. El dato más reciente indica que el 9 de agosto se emitieron 175 licencias de cremación en Bogotá, 129 de ellas relacionadas por covid. Aunque los números están en descenso frente a lo que sucedió a finales de julio, las cifras suficientes para concluír que el sistema funerario de Bogotá enfrentó, y está enfrentando, varios retos extremos. Los planes para expandir la capacidad de respuesta El sábado 18 de abril, mientras en los noticieros pasaban imágenes de las fotografías aéreas de tumbas masivas que se estaban abriendo en algunos cementerios de Brasil y las redes sociales mostraban los videos de la crisis sanitaria que vivió Guayaquil, donde en algunas ocasiones sacaron cadáveres a las calles, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, dijo en una entrevista radial que cuando en Bogotá murieran más de 172 personas al mismo tiempo, no iba a tener cómo reaccionar: “Ese es el límite que tienen los hornos crematorios en Bogotá. En cola para llegar a los hornos tengo máximo 300 cabinas congeladas para conservar un cuerpo”. Desde ese momento, la situación ha cambiado. En la ciudad hay seis hornos crematorios operados por el distrito: uno en el Cementerio Serafín, en los límites de las localidades de Usme y Ciudad Bolívar; dos en el Cementerio del Sur, en en el barrio Matatigres, y tres en el Cementerio del Norte, en Chapinero. Los seis hornos juntos ofrecen una capacidad máxima de cremación de 108 cuerpos diarios, una cifra que se queda corta para la cantidad de fallecidos diarios actuales. Sin embargo, hay también siete hornos operados por empresas privadas que están ubicados en los cementerios Jardines de Paz, Jardines del Recuerdo, El Apogeo y Fontibón. Juntos, los 13 hornos de Bogotá pueden cremar 204 cuerpos diarios. Además, desde el 30 de junio, se comenzó a permitir el uso de cuatro hornos en el municipio de Cota, ubicados en los cementerios de Los Olivos y El Paraíso, que pueden cremar 68 cuerpos diarios y expanden la capacidad total de cremación a 272. Según una funcionaria de El Paraíso, desde que comenzaron a apoyar el manejo de casos covid en Bogotá, su horno, con capacidad para 14 cremaciones diarias, está funcionando las 24 horas. Además, en el parque cementerio se han hecho seis inhumaciones en tumbas y dos en bóvedas, todo según lineamientos de bioseguridad que establecen que las tumbas no puedan abrirse en cuatro años y las bóvedas, en 20. También señala que a finales de agosto pondrán en funcionamiento un horno adicional, que también entraría a trabajar al 100 por ciento de su capacidad, lo que crearía una capacidad total de cremación disponible para Bogotá de 286 cuerpos por día.
El plan de emergencia Previendo una situación de exceso de fallecidos, la Uaesp diseñó desde abril un plan de contingencia con la compra en abril de tres contenedores refrigerados, con capacidad para almacenar 100 cuerpos cada uno, que se instalaron a principios de mayo en los cementerios distritales y les ofrecen un soporte a los hornos crematorios para conservar los cuerpos sin generar riesgos de ningún tipo. “Al principio manejamos los casos covid únicamente en el Cementerio Serafín, pero ya llevamos más de dos meses usando todos los hornos de la ciudad”, dice Karen Castañeda, de la Uaesp.
Sin embargo, Castañeda hace una aclaración: “Los contenedores están como soporte. La ocupación del sistema de refrigeración es muy variable, hay momentos del día en que llegan muchos fallecidos en lapsos cortos de tiempo, pero a medida que los hornos trabajan y se vacían los contenedores ese porcentaje puede variar”. Es decir, que más que aumentar la capacidad funeraria de cremación, los contenedores refrigerados lo que hacen es dar flexibilidad para permitir usarla al 100 por ciento de su capacidad. Finalmente, el 30 de julio, la Uaesp firmó un nuevo contrato para comprar tres contenedores refrigerados adicionales, con una capacidad de 75 cuerpos cada uno, que permitirían almacenar hasta 225 cuerpos más. ”Los cuerpos se pueden almacenar ahí por un día o dos mientras se dispone de los servicios de cremación o inhumación”, explicó el secretario de salud, Alejandro Gómez en una rueda de prensa el 31 de julio. Además, también dijo que el Distrito tiene disponibles 2.329 bóvedas para adultos y 1.624 para menores, lo que, por el momento, es “suficiente para atender la demanda”.
FOTO: ESTEBAN VEGA / SEMANA De acuerdo con el Decreto 172, la emergencia comenzará cuando los contenedores refrigerados del Distrito superen el 50 por ciento de su capacidad total, es decir, cuando guarden de un día para otro más de 150 cuerpos, con la capacidad instalada actualmente, o 300, cuando se instalen los adicionales. El otro escenario es que la capacidad de las bóvedas, osarios, cenizarios y tumbas dispuestas en los cementerios para la emergencia se ocupen a más del 70 por ciento. En este sentido, los planes de contingencia se han actualizado constantemente: “Estamos trabajando con los privados para que ellos también usen su capacidad al máximo y podamos articularnos”, dijo Karen Castañeda, de la UAESP. Esta articulación entre actores públicos y privados ha sido clave. De hecho, Adelaida París, representante legal de Coorserpark, la mayor empresa de servicios funerarios de Bogotá, tiene confianza en la capacidad de manejo con la que cuenta Bogotá: “Bogotá sí está preparada para este tipo de emergencias porque hay una sobreoferta de servicios funerarios”. Según ella, estos acercamientos ya han ocurrido: “La Secretaría de Salud ha estado buscando la posibilidad de usar hornos en Cundinamarca; nosotros, por ejemplo, tenemos cuatro hornos en Girardot y hay otros operadores que tienen hornos en municipios cercanos, que podrían ayudar a soportar la operación de Bogotá”.
FOTO: ESTEBAN VEGA / SEMANA Además, Catalina Páez, gerente de comunicaciones del Grupo Recordar –que maneja los hornos crematorios de Jardines del Recuerdo– dice que han respondido al llamado para atender la emergencia y que aunque, hasta el momento, el Distrito no ha acudido directamente a ellos, “en caso de que nos veamos avocados a apoyar directamente, lo haríamos a través de los mecanismos legales que se establezcan para eso”. Ella también señala que desde que entró en vigencia el Decreto 172, que permitió la inhumación de fallecidos por covid que tuvieran la propiedad de lotes en cementerios, bóvedas o planes que incluyeran la posibilidad de ser enterrados, han podido ayudar a suplir ágilmente la necesidad de demanda. Un reto para las funerarias Una caravana de tres vehículos, encabezada por un carro fúnebre, llega al Cementerio del Norte. El conductor, vestido con traje de seguridad, se detiene a pocos metros de la reja y espera unos minutos mientras los familiares se bajan de la caravana y se dispersan en el andén, hasta que dos personas vestidas de pies a cabeza con trajes de bioseguridad se acercan a la escena. Uno de ellos es un violinista que comienza a tocar una canción tranquila; el otro es un diácono permanente que se encarga de reunir a toda la familia del fallecido con una oración.
UN SERVICIO FUNERARIO EN EL CEMENTERIO DEL NORTE. FOTO: ESTEBAN VEGA / SEMANA. Detrás de esa operación hay todo un aparato logístico que maneja Johanna Estrada, gerente operativa de Coorserpark, quien indica que durante la pandemia los servicios funerarios que ella atiende en Bogotá prácticamente se duplicaron: “Antes atendíamos unos 50 servicios por día, en cambio ahora atendemos 40 servicios adicionales, todos relacionados con covid”. Como no se pueden realizar funerales para casos relacionados con la pandemia, los servicios de su empresa se adaptaron a transportar los cuerpos de los lugares de fallecimiento hasta los cementerios donde están los crematorios y, por otro lado, a acompañar a la familia del fallecido en ese proceso. De repente, uno de los familiares pide la palabra. Dice que además de tener que vivir la situación del covid, lo más difícil fueron los trámites administrativos para reclamar el cuerpo y recibir la licencia de cremación del cuerpo, pues por errores burocráticos del hospital San Rafael, donde sucedió el deceso, tuvieron que esperar cuatro días para completar los permisos y realizar la cremación. “Nos decían que la Secretaría de Salud no daba la orden de recogida y todo era por una firma mal puesta en uno de los certificados de defunción”. Para evitar una crisis, hay que pulir todos los procesos para que no sucedan este tipo de complicaciones. En medio de la emergencia, el éxito no solo está en expandir rápidamente la capacidad operativa del sistema funerario, también en poner toda la atención para que todos funcione como un reloj.