Solo una de las parejas más influyentes del mundo podría ofrecerse un atardecer en los jardines de un Taj Mahal vacío, libre de sus miles de turistas cotidianos. El presidente francés, Emmanuel Macron, y su esposa, Brigitte, aprovecharon esta semana su viaje oficial en India para dar un paseo íntimo en el famoso mausoleo de mármol, construido hace cuatro siglos por el emperador Shah Jahan en honor a su difunto amor. Sin embargo, el silencio de la romántica caminata era de vez en cuando interrumpido por el sonido del obturador de los fotógrafos invitados. Unas horas después, las fotos del falso momento privado le daban la vuelta al mundo. Aunque buena parte de los medios franceses criticó la evidente puesta en escena, la prensa de farándula mordió el anzuelo y difundió con entusiasmo las imágenes pulcras de los esposos. La exposición perfectamente calculada de los Macron demuestra que el presidente francés, a diferencia de sus predecesores, ha entendido la importancia de su pareja como arma mediática y la ha incluido en su estrategia de comunicación como un elemento esencial.Le recomendamos: Cómo Emmanuel Macron "está haciendo grande a Francia de nuevo" en Europa Esa táctica nació en el corazón de la campaña presidencial del año pasado. Brigitte aparecía sin falta al lado de su esposo, a veces como consejera, otras veces como jefe de prensa informal. Su visibilidad se consolidó con la llegada de su marido al Palacio del Elíseo. En el verano de 2017, acompañó a Donald y Melania Trump durante la celebración de la Revolución francesa, en París. En enero de este año, se le vio al frente del mandatario chino Xi-Jinping, y más recientemente, junto al primer ministro indio, Narendra Modi. Impecable, elegante y siempre vestida con marcas francesas, Brigitte se ha vuelto una embajadora del país y del gobierno de su esposo. La participación de la pareja del presidente en eventos diplomáticos y simbólicos, y su mediatización, puede parecer normal en muchos países, como en Estados Unidos, pero en Francia no existe ninguna regla o tradición que defina el papel de la primera dama.  Históricamente, ellas han jugado un rol confuso, consecuencia de la vida atípica que llevaron con sus maridos. El socialista François Mitterrand, aunque casado con Danielle, amaba en realidad a su amante, Anne Pingeot, con la que tuvo una hija. Nicolas Sarkozy fue abandonado por su esposa y terminó casándose con la cantante y modelo Carla Bruni, quien siempre padeció de una imagen demasiado farandulera para el gusto de los franceses. Por último, François Hollande abandonó durante su mandato a su novia Valérie Trierweiler para entamar una relación seria con su amante, la actriz Julie Gayet, quien nunca fue presentada en público durante la presidencia.Le sugerimos: Europa contra las ‘Fake News‘ Además, en Francia, la opinión está dividida sobre el rol que debe asumir la mujer del presidente. Macron había propuesto durante la campaña formalizar las misiones de su esposa, lo que inmediatamente causó polémica, pues eso significaba atribuirle un presupuesto propio. Los franceses no entendían por qué debían pagar con sus impuestos por alguien que no ha sido elegido democráticamente. Al llegar al poder y ante la avalancha de críticas, Emmanuel Macron decidió crear simplemente un estatuto de la primera dama en el que se establece el principio de un presupuesto compartido con el de los servicios de la Presidencia. Pero la legitimidad institucional no es suficiente para ser popular, y por eso la pareja ha aprovechado su historia original para llamar la atención de la prensa. Emmanuel Macron encontró a Brigitte Trogneux en 1993 en un taller de teatro que esta profesora de francés dirigía en el colegio La Providencia, en la ciudad de Amiens, en el norte de Francia. Él tenía 15 años y ella, 39.Le puede interesar: La estrategia del presidente de Francia para combatir el acoso sexual Los padres de Emmanuel Macron, quienes no estaban de acuerdo con la relación, lo enviaron al prestigioso colegio parisino Henri IV para alejarlos. Ante la separación intempestiva, el joven le dijo a Brigitte: “No podrá deshacerse de mí. Volveré y me casaré con usted”. Pero fue Brigitte quien se mudó a París en 2006 para vivir con su joven amante, antes de casarse con él al año siguiente. Desde entonces, los franceses los han conocido como una pareja sin altibajos. “El modelo de Macron es Obama. Escenificar su relación lo acredita y le permite, además, encarnar una idea precisa del país. La coquetería y el estilo francés de Brigitte, pero también su historia de amor atípica con la gran diferencia de edad que los separa, muestra que los franceses no hacen las cosas como los otros. Eso contribuye al capital de simpatía del mandatario”, explica Arnaud Mercier, profesor de comunicación política en la Universidad París II Panthéon-Assas.Las importantes ventas de revistas de farándula francesas con portadas de Brigitte Macron sirven de termómetro para medir el éxito de la primera dama y de esa estrategia de storytelling en el país. Su entrevista en la revista Elle el año pasado hizo que la publicación batiera un récord con 3 millones de ejemplares vendidos, 10 veces más que de costumbre. “Los Macron se posicionan en la prensa seria con los temas de fondo y, al mismo tiempo, mantienen viva la historia romanesca de su relación en la prensa de farándula. Saben jugar muy bien en los dos registros”, afirma Mercier. En el extranjero, la estrategia también paga. Frente al vacío dejado por los Obama y ante la llegada de los Trump, conservadores y polémicos, la pareja francesa se ha posicionado como los good guys, la representación de un mundo abierto y liberal. Por ello, en parte, la prensa internacional los ha calificado varias veces de “los nuevos Obama” o los “Obama franceses”. Emmanuel y Brigitte Macron dominan por ahora el arte de navegar en el universo de la lucha de ideas y, al mismo tiempo, en el mundo de la farándula. Con la misma habilidad, los Obama pasaron a la historia. La pareja presidencial francesa tiene la misma ambición.