El fenómeno del deporte Muy justo resulta el reconocimiento que, como los personajes del año, le han hecho a los deportistas colombianos en sus dos últimas ediciones especiales (SEMANA n.° 1701 y 1702). Nuevamente, durante 2014, nuestros atletas se han convertido en los mejores embajadores del país en los escenarios mundiales. Fútbol y ciclismo, los deportes tradicionalmente más visibles, este año nos entregaron los mejores resultados de su historia. La Selección Colombia ingresó a la elite ganando, goleando y gustando en el Mundial de Brasil antes de caer ante el poderoso anfitrión en un insólito partido, mientras originaba el mayor desplazamiento voluntario hacia el exterior que haya registrado la historia. Por su parte, Nairo Quintana y Rigoberto Urán dominaron la segunda de las tres grandes carreras del ciclismo en el mundo, revalidando la gesta de Lucho Herrera, ganador de la Vuelta a España de 1987 y generando, igualmente, un desplazamiento masivo de colombianos residentes en Europa. Pero quizá lo más significativo de las recientes hazañas deportivas es que el deporte colombiano de alta competencia se ha diversificado ampliando los triunfos a otras disciplinas deportivas como atletismo, natación, deportes de combate, patinaje de carreras, deportes de motor, tenis y hasta motonáutica. Además del talento innato de los colombianos, múltiples son las razones, del mejor año en la historia del deporte nacional que proyectan a Colombia como una potencia deportiva global: la continuidad de un proceso de más de 12 años, la asignación de recursos económicos y un soporte científico y logístico de primer nivel; factores que contribuyen a que nuestros atletas sean cada vez más profesionales. Ya es hora de que el deporte sea considerado como un campo de estudio dentro de las ciencias sociales; el fenómeno colombiano sería un buen caso de estudio. Ah, ¿y la empresa privada qué espera para subirse al bus? Carlos Eduardo Villegas Estrada Bogotá Aún falta la verdad Me parece increíble que 29 años después apenas estemos conociendo lo que ocurrió en la toma y retoma del Palacio de Justicia, pero lo más triste es que la verdad y la justicia de este triste capítulo de la historia del país la tengamos que saber por cortes internacionales. Debo decir que el artículo publicado en la edición n.° 1702 sobre la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos me encantó y me dio muchas luces. Como dice el título del artículo, aún falta la verdad. Eso es lo que estamos esperando los colombianos, no solo por parte de los militares y agentes del Estado, sino del M-19 que han pasado de agache, en un silencio igual de cómplice. ¿Será porque en este episodio también fueron los victimarios? Fabio Estrada Medellín Fórmula renovada La edición del resumen del año (SEMANA n.° 1703)  junto a los temas de actualidad me pareció una salida interesante y novedosa para una fórmula que parecía desgastada. El análisis que SEMANA hizo de cada tema, los enfoques y las ilustraciones sin dudas son algunos de los elementos que los diferencian de los demás. Dioselina Rivera Bogotá Un medio de izquierda El artículo ‘Los 40 años de ‘Alternativa’’, publicado en la edición n.°1702 de SEMANA fue un merecido reconocimiento para un medio y una generación brillante de periodistas y pensadores. Qué falta hace un medio de izquierda política en el país, sin extremismos ni como un elemento más de la famosa combinación de formas de lucha. Cómo habrá cambiado este país que las ideas de algunos de estos periodistas, como Enrique Santos, Antonio Caballero, Hernando Corral están hoy más cercanas a la derecha o al centro que a la izquierda. José Roberto Alarcón Bogotá Paz sin política Definitivamente para Colombia 2014 ha sido un año marcado por el proceso de paz, como bien lo reseña SEMANA en la edición n.°1702. Sin querer profundizar en el mismo, ni mucho menos en las encontradas opiniones sobre cómo se viene manejando dicho proceso, sí quiero aprovechar estos aires navideños de paz y reconciliación para pedir al Altísimo el cese de hostilidades en nuestro amado terruño; hostilidades que afectan de una u otra manera al ciento por ciento del pueblo colombiano, pero de manera directa y verdaderamente palpable a nuestros campesinos, que llevan más de 50 años en medio del fuego cruzado, entregando sus hijos para que del lado de la institucionalidad o de la insurgencia coloquen las cifras de bajas que marcan cuál de los dos bandos lidera el conflicto. Los ‘citadinos’ decimos a voz en cuello que hemos vivido toda nuestra vida en medio de la guerra, por favor, la vivimos por televisión y desde la comodidad del sillín mirando la desgracia, no del pueblo colombiano si no de los verdaderos partícipes de esta inmunda guerra,  pontificamos sobre el conflicto. Desgraciadamente tanto quienes impulsan el proceso de paz, llámase gobierno o guerrilla, como quienes lo quieren torpedear, tienen intereses que superan lo que ellos llaman “el bienestar de la patria y de nuestros coterráneos”. La guerra debe finalizar y como en el final de todas las guerras quedará el tufillo de que no se hizo justicia, de que no se castigó al asesino, al psicópata, porque hay que ser desquiciado para ordenar una masacre, para inundar los campos de minas donde indiscriminadamente van a caer militares y campesinos, o más bien campesinos vestidos de campesinos y otros vestidos de militares. La guerrilla tiene el deshonroso liderato en estos actos criminales, demenciales, repudiados por la comunidad nacional e internacional; pero la institucionalidad debe también aceptar que actuó mal, los falsos positivos, las masacres ejecutadas por  paramilitares con la anuencia del Estado, no son actos de poca monta. Lo mínimo que debe haber para conseguir la anhelada paz, es verdad absoluta. Finalizada la Segunda Guerra Mundial con las aterradoras cifras de 10 millones de soldados muertos, 30 millones de heridos y mutilados, 21 millones de seres que perdieron su hogar, se da la conferencia de Potsdam, donde los líderes aliados estrechan sus manos y se muestran los dientes, pues allí mismo se dio inicio a la Guerra Fría y comenzó el proceso de Nuremberg donde se confeccionaron unas listas de criminales de guerra para su juzgamiento y castigo. El genocidio del pueblo judío, con toda su atrocidad y actos inhumanos sin respetar siquiera a los niños, lidera lógicamente la larga lista de sentencias condenatorias;  pero queda el lunar de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, ejecutados por los vencedores y lógicamente por ello considerados como “acciones de guerra con objetivos tácticos, estratégicos y necesarios para conseguir la paz” y queda el lunar porque allí estamos hablando de cerca de 300.000 civiles muertos, más de 400.000 heridos y mutilados, miles de familias sin hogar y horribles secuelas por causa de la radiación. ¿Entonces? Por favor, no más guerra. Verdad absoluta, que el pueblo sepa para decisiones futuras, qué actos cometieron todos y cada uno de los actores del conflicto. Gilberto Silva O. Ibagué Es el quinto En la sección gente de la edición n.° 1702 de la revista SEMANA es establecido que la producción 1989 de Taylor Swift es su cuarto trabajo discográfico; es en realidad su quinto álbum. Espero que rectifiquen esta corrección en la edición n.° 1703 Sebastián Blanco Ospina Bogotá