Hay una palabra que por estos días está en boca de todos los colombianos: reactivación. En los medios se han publicado algunas cifras que, según los conocedores del tema, significan que la tan soñada recuperación económica podría estar a la vuelta de la esquina. Argumentan que la demanda de energía está cayendo a una tasamenor en agosto que en julio, que las ventas de los carros se están recuperando y que el aumento de la inflación en agosto _mayor que el del año pasado_ no es otra cosa que un aumento en la demanda de bienes de consumo, lo que de alguna manera permite concluir que finalmente el país tocó fondo. La realidad, infortunadamente, no es tan color de rosa: hasta que las entidades financieras vuelvan a abrir su ventana de préstamos _a julio la cartera se contraía a una tasa real del 5,7 por ciento anual_, difícilmente se cambiará la tendencia actual de estancamiento (ver gráfica). La discusión sobre la recuperación de la cartera está en el ojo del huracán de la reactivación de la golpeada economía colombiana. Muchos alegan que a las entidades financieras les ha faltado optimismo y, sobre todo, buena intención para resolver el problema. Pero lo cierto es que bancos, corporaciones de ahorro y vivienda y demás prestamistas se enfrentan a una coyuntura que los obliga a mirar a cada cliente con lupa pues las buenas intenciones no son suficientes a la hora de pagar la deuda. El coco no es tan malo como lo pintan... Existen razones fundamentales detrás de la contracción de la cartera de crédito en lo corrido de 1999. La primera y más importante tiene que ver con la disminución de los buenos sujetos de crédito, producto de la recesión económica que afecta al país. El deterioro generalizado de la salud financiera de empresas y personas pone en alerta a todo tipo de intermediarios, quienes no quieren ver su patrimonio dilapidado en malos préstamos. Y son cada vez más cautelosos al prestar.Pero también la demanda se ha resentido por igual motivo. Como las compañías no tienen caja con qué atender los pagos de la deuda lo que necesitan es que sus prestamistas reestructuren los créditos, en particular en lo que tiene que ver con el plazo para el pago de los mismos. En palabras de José Fernando Hurtado, presidente de Interbanco, "lo que la coyuntura está demandando a gritos es la reestructuración de los pasivos del sector real. Sí se necesita algún ingrediente de recursos frescos, pero lo esencial es cambiar las condiciones de las amortizaciones pues los plazos actuales estrangulan la capacidad mínima de caja de la compañías".Otra de las razones importantes detrás de la falta de dinero es la disminución del ahorro. Según Anif, la tasa de crecimiento de los depósitos de los bancos cayó de 30 por ciento a 10 por ciento en el último año. Al respecto un importante funcionario de uno de los bancos más grandes del país sostiene que "por la incertidumbre del país muchos colombianos prefieren sacar su dinero al exterior o, si lo dejan en Colombia, lo hacen al plazo más corto posible. De cualquier forma la capacidad de préstamo de los bancos se ve muy afectada". Finalmente, hay contradicciones entre diferentes entidades estatales que obstaculizan el aumento de los créditos. Según importantes fuentes del sector, mientras la Superintendencia de Sociedades y algunos bancos estatales buscan reestructurar las deudas del sector real la Superintendencia Bancaria promueve mayores provisiones _en algunos casos excesivas_, que ponen en peligro la rentabilidad de la entidad. Como afirmó un banquero: "La Superintendencia Bancaria no se compadece de la coyuntura recesiva del país. Eso crea aversión al crédito. ¿Para qué hacer créditos si la regulación los va a volver no rentables?". Lo más grave de todo esto es que los anteriores problemas se ven afectados por la precaria situación de la banca pública (ver recuadro). De acuerdo con fuentes consultadas por SEMANA, si se resuelve el problema de los bancos estatales se solucionaría en buena medida la crisis financiera por la que atraviesa el país. ...pero podría ser mejorSin embargo las entidades financieras no están del todo libradas de la culpa de la reducción en la cartera de créditos. Existen muchos factores internos que incentivan a los intermediarios a no prestar para cubrir ineficiencias propias que, de resolverse, permitirían un mejor funcionamiento del mercado de préstamos.La principal razón para que un banco o corporación se quede con la plata en lugar de aumentar su cartera es la necesidad de cubrir las pérdidas actuales por malas decisiones de préstamos en el pasado. La cifra de cartera vencida sobre el total de cartera del sistema pasó de 6,7 por ciento en enero de 1998 a un exorbitante 13,1 por ciento en junio de 1999, mientras que las provisiones solamente alcanzan a cubrir 33 por ciento de los préstamos malos. Considerando que aún falta mucho por provisionar (se considera que un nivel adecuado de cobertura es del ciento por ciento) y que las provisiones se restan directamente del capital de los accionistas de un banco, es claro que existe un factor que lleva a los socios a volverse más duros para prestar y así poder conservar los recursos requeridos para cubrir estas pérdidas.Otra de las razones fundamentales que impiden que se reactive la cartera es que la reducción en las tasas de interés no se ha reflejado en el costo de los préstamos. Una de las causas de este fenómeno son las provisiones, pero también tienen gran incidencia los costos operacionales de las entidades financieras, en particular los de los bancos. Y lo que se esperaba es que con la liberalización financiera de comienzos de los 90 se generara la suficiente competencia para obligar a los bancos nacionales a volverse tan eficientes como otras entidades a nivel mundial. Según Roberto Steiner, director del Cede de la Universidad de los Andes, "tanto los costos operacionales _que no se han reducido_ como las pérdidas históricas de los bancos, resultado de un análisis de riesgos equivocado, han impedido que el margen de estas entidades se reduzca. Esta es una de las razones por las cuales no se ha reflejado la reducción de las tasas de interés en las tasas de los préstamos".Lo cierto del asunto es que, independientemente de quién tenga la responsabilidad, no se puede lograr reactivar la economía colombiana sin que se recupere la cartera del sector financiero. Y aunque debe primar el optimismo, siempre es bueno aterrizar de vez en cuando para echar un vistazo a la realidad, por más asustadora que sea. n¿Y la demanda? qué?La teoría económica afirma que una reducción de las tasas de interés disminuye el ahorro, incentiva el consumo y, en consecuencia, recupera la demanda general de la economía. Por eso es fundamental que se presente una disminución del costo del dinero con el fin de generar las condiciones propicias para una reactivación. Ante la impresionante caída del consumo y la inversión en la economía nacional el Banco de la República ha implementado durante el último año todo tipo de políticas para inyectarle un mayor grado de liquidez al mercado. Es así como redujo los encajes marginales, disminuyó en varios puntos la tasa de contracción monetaria y aumentó la compra de TES en el mercado secundario. Estas medidas, junto con una desaceleración de la demanda de crédito, llevó a que la DTF pasara de 35 a 18 por ciento en los últimos ocho meses.No obstante, a este nivel de tasas de interés la demanda por crédito en el mercado no parece haber reaccionado como todos esperaban. Las razones fundamentales detrás de este fenómeno son las siguientes: primero, a pesar de un declive de los tipos de interés cercano a 17 puntos la inflación ha disminuido en 8 puntos, razón por la cual, en términos reales, la baja de éstas no ha sido tan significativa como parece. Segundo, aunque la historia monetaria en Colombia indica que un descenso de las tasas produce un menor spread en la colocación, en esta ocasión las tasas de colocación no han disminuido a un ritmo mayor al de las tasas pasivas, como es normal en un ciclo recesivo. Tercero, por más que bajen las tasas de interés existen empresas que sufrieron una caída tan pronunciada de su demanda que una disminución en las tasas en lugar de representar un incentivo para mayor endeudamiento representa apenas un alivio para sus ya golpeados flujos de caja.El hoyo negroAlgunos analistas califican a la banca pública como la gran destructora de valor en el sector bancario y como una de las principales causantes del fuerte desequilibrio macroeconómico y financiero por el que atraviesa el país. Las principales causas detrás de esta afirmación saltan a la vista: la corrupción, la ineficiencia y la falta de continuidad de políticas de largo plazo han hecho que estas entidades se vuelvan elefantes blancos que, por lo menos en el pasado, nadie ha podido controlar. Dado que los bancos públicos no tienen un doliente directo que se preocupe por cuidar su patrimonio la prioridad de los intermediarios estatales no es generar rentabilidades adecuadas sino sobrevivir. Para lograrlo deben captar recursos suficientes y a cualquier costo, lo que evidentemente distorsiona por completo cualquier intento de competencia por parte de otras entidades financieras por los escasos recursos de ahorro de los colombianos.Este manejo inadecuado se refleja claramente en los resultados de las entidades financieras estatales: 85 por ciento de las pérdidas que registra el sector bancario tienen su origen en los intermediarios de carácter oficial, que aportan la no despreciable suma de 860.000 millones de pesos al balance negativo del sector a junio de 1999. Como consecuencia de estas pérdidas la mayoría de las entidades financieras oficiales tienen un patrimonio negativo. Esto significa que si alguien está interesado en comprar alguna de ellas, en lugar de pagar al Estado por quedarse con las acciones de estas entidades sería el Estado el que tendría que pagar para quitarse el problema de encima.Infortunadamente los bancos estatales no se pueden liquidar y, aun si se pudiera, esa no sería una solución por el gran número de ahorradores que tienen su dinero guardado en esas entidades. Por esta razón el gobierno estima que se requieren aproximadamente 3,6 billones de pesos para solucionar el problema, de los cuales hasta ahora se han aportado 1,4 billones.