En la isla de Samos, Grecia, la gente tiende a vivir 79 años, el promedio de expectativa de vida de ese país. Pero a solo 12 kilómetros de distancia, en otra isla llamada Icaria, donde los habitantes tienen el mismo legado genético y consumen la misma comida, buena parte de los habitantes llegan más allá de los 90 años. De hecho lo hacen a una tasa 2,5 veces mayor que en otros países desarrollados, y casi siempre con mejor salud. Se calcula que viven ocho años más sin cáncer, problemas cardiovasculares, demencia y depresión. Y mientras la mitad de los estadounidenses a los 85 años tienen ya signos de Alzhéimer, los de Icaria pasan esa marca con su mente intacta. A esta isla del mar Egeo llegó desahuciado en 1976 Stamatis Moraitis. Sus médicos le habían diagnosticado cáncer de pulmón, con un pronóstico de 9 meses de vida. Griego de nacimiento, se había radicado después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, y decidió irse a morir a su patria chica. Inesperadamente, en lugar de caer en su lecho de muerte Moraitis empezó a sentirse mejor con cada día que pasaba. Consiguió trabajo y ha vivido normalmente hasta hoy, cuando a sus 97 años y sin rastros de cáncer, se cuenta entre los nonagenarios que plantean un gran misterio para la ciencia. Esta isla hace parte de las llamadas ‘‘zonas azules’’, un grupo exclusivo de comunidades en donde la longevidad es la norma. Este lugar atrajo a Dan Buettner, un educador estadounidense, quien desde hace más de una década investiga dichos enclaves. Icaria, su más reciente descubrimiento, motivó su nuevo libro, Blue Zones, en el que hace un resumen de su búsqueda. Comenzó a explorar el tema en 2002 con un solo lugar en mente: Okinawa, Japón. Por décadas esta isla ha sido reconocida por tener el mayor número de personas longevas y saludables en el planeta. Allí la población llega a edad avanzada a una tasa tres veces más alta que en Estados Unidos. Al poco tiempo, con su equipo integrado por demógrafos y médicos expertos en el tema identificó otra nueva zona en la isla italiana de Cerdeña, que hoy tiene la tasa más alta de centenarios del mundo. Gracias al patrocinio de la National Geographic Society, encontró otro en la península de Nicoya, Costa Rica, donde habita una comunidad de mestizos que tiene la tasa de mortalidad más baja del país. El siguiente lugar fue Loma Linda, California, donde Buettner halló una comunidad de adventistas cuya expectativa de vida es diez años más alta que la de los demás estadounidenses. A medida que él y sus demógrafos señalaban en el mapamundi estos lugares con un círculo en tinta azul, se iban refiriendo a cada uno como zona azul. De ahí su nombre. Buettner ha viajado a estos lugares para estudiar minuciosamente los factores responsables de la longevidad. Es cierto que en todos hay una historia de matrimonio entre parientes “pero hemos podido demostrar que su longevidad no se relaciona con los genes”, dijo el investigador a SEMANA. Agregó que la evidencia científica muestra que los genes solo pesan un 25 por ciento en la expectativa de vida. “El resto se debe al estilo de vida y al medio ambiente”. Por lo tanto, el foco de la investigación fue conocer qué hacían o dejaban de hacer los habitantes en los sitios. Comer, rezar y amar En Icaria identificaron el primer factor: los habitantes viven relajados. La gente se despierta tarde, hace siesta, no es prisionera del tiempo ni está preocupada por el dinero. “Nadie tiene reloj y la gente comparte la plata para comprar víveres”, le dijo un habitante. Llevar una vida lenta ayuda a prevenir la inflamación, que es la reacción del cuerpo al estrés, y cuando es crónica puede promover problemas como aterosclerosis, diabetes, Alzhéimer y enfermedad coronaria. El equipo de Buettner también notó que los habitantes de Icaria toman todas las tardes un té de hierbas hecho con mejorana, menta, romero, artemisia o yerba de san juan y limón. Una farmacista griega, Ionna Chinou, le dijo a Buettner que este té y otros que ellos consumen son remedios naturales. La menta ataca la gingivitis y los problemas gástricos; el romero sirve para la gota y la artemisia mejora la circulación. “Con estas bebidas posiblemente los icarianos mantienen baja su presión arterial”, dice el autor. Su dieta, además, está basada en verduras, frutas, granos, aceite de oliva, leche de cabra y miel. Usan esta última para curar casi cualquier mal y reservan la carne para ocasiones especiales. Cultivan sus alimentos en sus propios jardines con lo cual garantizan que no están expuestos a pesticidas. Y siempre toman vino con las comidas. Buettner así mismo supo que los habitantes de la isla son activos físicamente, pero a diferencia de países desarrollados donde la gente recurre a gimnasios, en este lugar el ejercicio es natural y no impuesto. La razón es que para ir de un lado a otro necesariamente hay que caminar por las colinas de la isla. Los viejos entre 65 y 100 años además reportan una vida sexual satisfactoria. La incidencia de cada hábito en la longevidad tiene su explicación científica. Como los habitantes consumen pocas grasas saturadas y carne tienen menos riesgo de sufrir enfermedad coronaria. Tienen menos infartos, pues no solo el aceite de oliva aumenta sus niveles del colesterol bueno, sino porque dormir la siesta tres veces a la semana reduce 37 por ciento ese riesgo. El vino les sirve como antioxidante y no consumir azúcar ni harinas blancas los protege de la diabetes. Pero la dieta y el ejercicio solo son parte de la respuesta. Buettner ha encontrado otros factores que pueden incluso ser más determinantes, como la estructura social. En Icaria, por ejemplo, los habitantes tienen su alto sentido de pertenencia, la comunidad está pendiente de cada uno y se asegura que a nadie le falte comida. Como se lo dijo un lugareño a Buettner, “aquí prima más el nosotros que el yo”. En Cerdeña la estructura social también juega un papel importante pues la gente respeta a los viejos, que además siempre están activos y cumplen una función necesaria hasta su muerte. “Algunos estudios científicos han señalado que en los países desarrollados el retiro laboral tiene un impacto negativo que se traduce en una menor expectativa de vida”. En otras ‘‘zonas azules’’ como Okinawa y Nicoya, no existen estas etapas artificiales y los adultos, no importa su edad, siempre tienen un motivo para vivir. “Es una razón por la cuales importante levantarse cada mañana ya sea a enseñar karate o a cultivar vegetales en el jardín”, dice Buettner. Según expertos del National Institute of Aging de Estados Unidos, esta actitud añade años a la existencia. El común denominador Lo más interesante del trabajo de Buettner es que si bien cada zona tiene su propia receta para la longevidad, se pudo detectar que muchos de los factores fundamentales son similares. Las dietas se parecen en que la mayoría están basadas en plantas frescas, granos y poca carne, lo que garantiza que sean bajas en calorías pero ricas en nutrientes. Esto a su vez ayuda a que las personas controlen su peso. La actividad física y mental también es común en todas las zonas. Ninguno es triatlonista pero sí hacen ejercicio de baja intensidad regularmente, casi siempre como parte de su trabajo. En total Buettner encontró 9 factores en común en estas cinco comunidades a los que bautizó como los poderosos 9 (ver recuadro). Su idea es que la gente los aplique en su estilo de vida cualquier lugar del mundo. “Hemos hecho esto en seis comunidades de Estados Unidos y hay evidencia de que funciona”, dice Buettner. En Albert Lea, Minnesotta, pusieron en marcha a partir de 2009 un estudio con 18.000 residentes que se inscribieron en el Proyecto de vitalidad de ‘‘zonas azules’’ basado en los hallazgos de Buettner. El plan consiste en cambiar los estilos de vida en cuatro áreas, la dieta, el ejercicio, las redes sociales y el plan de vida. Para esto instruyeron a los participantes para que comieran mejor, fueran más activos, estrecharan lazos con los demás y tuvieran un propósito de vida, tal y como lo hacen los habitantes de las ‘‘zonas azules’’. Hasta el momento el experimento ha mostrado sus frutos: los participantes en conjunto han perdido 5.400 kilos y la expectativa de vida ha aumentado 3,1 años. Los expertos desarrollan un proyecto similar en Beach City, California con resultados positivos. Nadie tiene la fórmula para vivir más. Pero Buettner está convencido de que quienes sigan estos lineamientos tendrán más posibilidades de llegar a la vejez con buena salud. Por el contrario, quienes viven al estilo estadounidense, dice el autor, tienen más posibilidades de acortar su existencia en más de una década. El objetivo de su proyecto es que, como le dijo una anciana de 101 años en Icaria, a la gente se le olvide morir. Cómo imitarlos A pesar de ser lugares muy distantes geográficamente, los habitantes de mayor longevidad en las cinco zonas de la tierra comparten ciertos estilos de vida. Buettner considera que si alguien los aplica en cualquier otro lugar podría beneficiarse con diez años extra. 1. Muévase: la actividad física es esencial y para lograrlo no se requiere ser maratonista. Una caminata diaria reportará beneficios para la salud. 2. Regule el peso: la idea no es hacer dietas pero sí lograr un régimen suficientemente sano para mantenerse en su nivel ideal. Buettner recomienda dejar de comer cuando el estómago esté 80 por ciento lleno, usar platos más pequeños y comer despacio. 3. Coma plantas: la mayoría de los longevos no tiene acceso a carne y solo la consume en ocasiones especiales. Su dieta se basa en vegetales y frutas, granos y productos hechos con harina. Las nueces deben ser parte de este régimen. 4. Tome vino: la clave para obtener el beneficio es hacerlo con constancia y en moderación. Una copa de vino tinto con cada comida es una costumbre de la mayoría de los centenarios. 5. Motívese: es necesario tener una razón para levantarse a diario. Puede ser algo tan simple como ver a los nietos, hacer una tarea o desarrollar un pasatiempo. 6. Haga la pausa: tome siestas, saque tiempo para estar con sus amigos, medite y deje poco espacio en su vida para el estrés, pues en exceso es fuente de problemas. 7Pertenezca: los centenarios saludables profesan una fe, están involucrados con causas sociales y tienen un sentido de pertenencia en sus comunidades. 8. Dele prioridad a la familia: es la red social más importante en estos lugares. La recomendación es acercarse a los seres queridos, invertir tiempo en ellos y establecer tradiciones y rituales para verlos. 9. Busque iguales: rodearse de personas que comparten estos mismos objetivos ayuda a cumplirlos.