Salvador Castellanos,consultor, voluntario y socorrista Perdió a su familia a los 17 años en la avalancha, pero eso no le impidió salvar 27 vidas. Recuerda que había llovido ceniza durante varios días. Recuerda que a las 11 de la noche del 13 de noviembre de 1985 el agua había empezado a correr por la calle. Recuerda que llegó a casa y que condujo a su familia al techo. Recuerda que 15 minutos después la corriente ya había cubierto el centro de la ciudad y les llegaba a todos a los pies. Luego, el piso se partió en dos. “Fue la última vez que vi a mi papá, mi hermana y mi abuela”, cuenta Salvador Castellanos, un tolimense de 48 años que dedicó más de 20 años a la Cruz Roja Colombiana (CRC). Nació en Armero, un pujante centro agrícola y ganadero que tenía “una Cruz Roja organizada”, con 33 socorristas, 28 voluntarios juveniles y 28 damas grises. “Era un tiempo en que la gente quería aportar”, dice. Pero también uno en que “Colombia no sabía de desastres”. Castellanos es solo uno más de los sobrevivientes de la avalancha. Pero sus hazañas reflejan el coraje que exige llevar la insignia de la CRC. “Era como estar en la mitad del mar”, cuenta. “Solo podía dejarme llevar por la corriente”. Esta lo arrastró por diez kilómetros durante cinco horas. Y estuvo a punto de ahogarlo y de hacerlo chocar contra una teja de zinc o terminar degollado porque la cadena de oro que llevaba se había enredado en un palo. Pero tuvo suerte y logró nadar a un árbol, de cuyas ramas se aferró. Allí lo despertaron las quejas de diez personas, según él, “engargoladas” en el mismo árbol. Habría podido preferir proteger su propia vida, y nadie se lo habría recriminado. Pero los ayudó a desprenderse y a nadar por el lodo caliente. Pasó junto a casas destruidas, a cadáveres y a animales agonizantes, y a quien iba encontrando con vida lo atendía y se lo llevaba. Incluso cargó a una mujer que tenía fracturas y un palo atravesado en el pecho. A las cinco de la tarde del día siguiente, el grupo tocó tierra firme en el cerro de La Cruz. Castellanos había servido durante 17 horas, cuando aterrizó el primer helicóptero. Un sargento descendió y le pidió identificarse. Avasallado por la petición, hizo lo primero que se le ocurrió y cantó el himno del socorrismo. Luego cayó al piso. Tan cansado estaba, que lo subieron sentado a un helicóptero. Nunca volvió a ver a ninguna de las 27 personas que salvó. Y nunca quiso recibir los créditos por su heroísmo. Dirección del proyecto: Camilo Jiménez Santofimio / Producción fotográfica: Juan Carlos Sierra (editor) y Daniel Reina / Videos: Diego Llorente (editor), José Malagón, Andrés Barajas y Alex Guerrero / Dirección de Nuevos Medios: Juliana Rojas / Editor para dispositivos móviles: Mauricio Quevedo / Reportería y producción: Martha Segrera y Laura Ballesteros / Redes sociales: Fabián Cristancho / Fotografía: Archivo Semana, Archivo Cruz Roja, AFP, AP.