Christian Byfield, uno de los influencers de viajes más reconocidos en Colombia lanzó el pasado miércoles su primer libro: 745 días. En ese texto de 400 páginas relata no sólo su recorrido por más de 50 países sino el proceso de cambio interior que implicó salir de su zona de confort. Al punto que al regresar no solo buscó un trabajo que se acomodara a su medida sino que tuvo la valentía de enfrentar a su familia y contarles que salía del closet, un secreto que lo angustiaba desde niño. El libro no solo es una invitación a viajar sino a cambiar, a ser valientes y arriesgar, a no acomodarse en el deber ser sino a indagar qué es lo que hace vibrar a cada quien para dar su máximo potencial.    Christian lo hizo. Era un ingeniero industrial con una carrera prometedora en la banca de inversión. Tenía todo: buen sueldo, reconocimiento, un futuro asegurado pero no era feliz. La decisión de cambiar no fue de un momento a otro sino que varios hechos fueron llevándolo a concretar ese sueño de dar la vuelta al mundo. Tal vez el más importante fue el día del cumpleaños número 60 de su papá, celebración que él se perdió por estar trabajando en un proyecto en la oficina. Su jefe en ese momento le dijo: “yo tampoco pude ir al entierro de mi abuelita, Christian, pero piense en el bono millonario que le llegara al final de año”.   No quiso pensar en eso sino actuar,  y en seis meses estaba a bordo de un avión que lo llevaría a Etiopía donde comenzaría su periplo por el planeta durante un año, el cual terminó en el Urabá colombiano 700 días después. Su vida cambió drásticamente. El cambio de Christian no solo es visible en su apariencia: de tener saco y corbata y un peinado de niño bueno, ahora lleva el pelo largo, barba, viste de jeans y camiseta y siempre monta en bicicleta. Pero su transformación es más profunda: no tiene jefe, lleva viajando seis años, le pagan por hacerlo y ahora sus reuniones más importantes no son con ejecutivos sino con tiburones martillos y chimpancés en lugares remotos de la tierra.    Cuenta que la experiencia le sirvió para saber quién era y qué quería y hoy invita a otros a hacer lo mismo. Aunque muchas personas creen que él pudo hacer este viaje porque su familia tenía medios económicos para respaldarlo, asegura que no fue así: “Yo desde los 18 años trabajo para pagarme mis viajes. Además muchos me han dicho  que yo los he inspirado a viajar y que por plata no se detuvieron: comenzaron a conocer su departamento o el país. La limitación no es la plata sino las excusas que uno se mete en la cabeza”.

Una de las grandes enseñanzas de su vuelta al mundo fue deshacerse del deber ser y de las ideas de éxito que tienen otros. Antes de emprender esta vuelta, para él el éxito era una corbata bonita, casa con chofer, empleados y una familia con varios hijos. “Hoy mi concepto de éxito es hacer lo que me gusta todos los días, no tener un jefe, poder estar con mis amigos cuando quiera y disfrutar el hecho de estar viviendo en este mundo”.   Christian creció en una familia conservadora y algo homofóbica. En cuanto empezó a viajar entendió que esas creencias eran culturales y que ser homosexual no era problema en otros países. “Me empecé a aceptar a mí mismo y me di cuenta de que había sufrido mucho tiempo por ser como era y que ya era hora de aceptarme tal cual”.    Para él los viajes son mucho más que lograr una foto linda para Instagram al lado de la torre Eiffel. Además muchos creen que viajar tienen que ser siempre al exterior pero él, que es un abanderado de los parques nacionales señala que Colombia es su país favorito pues cuenta en su territorio  con barreras de corales en el Atlántico, visita de ballenas en el Pacífico, el parque nacional de Chiribiquete, desiertos, nevados. “Pero la gente aún tiene miedo de viajar por aquí. El acceso es restringido, los vuelos son pocos y la logística es costosa pero si uno se mete en el cuento de conocer Colombia lo logra. Aunque es más costoso conocer Puerto Inírida que Medellín el retorno en satisfacción es mucho más alto porque es un lugar  maravilloso”.   Cuando viaja solo está más abierto a conocer gente. En las ciudades a donde va siempre pide a extraños que compartan con él taxi para que no salga tan caro. Muchos le dicen que no pero al cabo del tiempo hay siempre alguien dispuesto a hacerlo. Con esas personas por lo general establece relaciones duraderas porque viven pocos días pero de manera intensa. “Uno no sale de su zona de confort y no conoce a nadie. Muchos de mis amigos del alma los he conocido viajando”.