“Un horno”. La ola de calor que registra Francia desde hace unos días golpea también a los participantes en el Tour, sometidos a intensos esfuerzos en condiciones extremas y que a veces combaten las altas temperaturas con soluciones sorprendentes.
Fue en Alpe d’Huez, que subieron los corredores en la etapa del jueves, donde el pelotón sufrió los mayores estragos por el calor, ya que hasta esa jornada se había visto en cierta manera beneficiado por la frescura de las cimas montañosas.
“Fue horrible, un horno. Hay muchos corredores a los que les ha costado recuperarse”, explicaba el francés Thibaut Pinot, enrojecido por el sol a su llegada a la cumbre del coloso alpino.
Romain Bardet también sufrió “un golpe de calor” con “temblores y el pulso que me golpeaba la sien”.
Esta situación va a repetirse en los próximos días en los que los corredores bajarán a la meseta camino de los Pirineos, con temperaturas que rozarán los 40 grados.
“Hay algunos que corren el riesgo de sufrir. Cuando llegas a los 38, 40 grados, puede haber desfallecimientos”, advierte Jacky Maillot, médico del equipo Groupama-FDJ.
Para luchar contra las temperaturas extremas, los organizadores prevén rociar con agua las carreteras, aumentar las zonas de avituallamiento o incluso recortar alguna etapa, como ya ocurrió en junio en el Tour de Occitania.
Cápsula de registro
En cuanto a los ciclistas, cada uno adopta un sistema diferente. En la llegada a la Super Planche-des Belles Filles se pudo ver al británico Adam Yates meterse, con el torso desnudo, en una especie de bañera hinchable llena de hielo. “Parece ridículo, pero funciona”, indicó Rod Ellingworth, uno de los directores del equipo Ineos.
Otros se enfundan unos chalecos refrigerantes hasta el inicio de cada etapa.
Pero la lucha contra el calor comienza incluso antes de la carrera. El líder del Groupama-FDJ David Gaudu hizo “mucha sauna antes del Tour”. Algunos usan ‘thermo rooms’, incluso artesanales: “Se sube la calefacción en la habitación del hotel antes de rodar en bicicleta estática”, explica Samuel Bellenoue, responsable de rendimiento del equipo Cofidis.
Otros corredores “participan en carreras en Australia, Omán o Doha, para aclimatarse al calor”, añade Jacky Maillot.
En carrera no existen las soluciones milagro: echarse agua continuamente, colocarse bolsas de hielo en la nuca y, sobre todo, beber mucho. “Hasta siete litros en una etapa como la de ayer (jueves)”, dice Maillot.
En el Groupama-FDJ, los ciclistas tragan antes de cada etapa “una cápsula, como si fuera paracetamol, que registra la temperatura corporal a lo largo de toda la carrera”. “Por la noche recuperamos los datos” para analizarlos, indica el médico.
“Es nuestro día a día”
Los corredores tampoco tienen todos la misma resistencia al calor. “Es genético; a mí me encantaba el calor, me daba mucho más miedo el frío, ya que no vi la nieve hasta llegar a Europa”, recuerda a la AFP el exciclista australiano Stuart O’Grady, que llegó a vestir el maillot amarillo del Tour.
A otro antiguo corredor, el luxemburgués Andy Schleck, vencedor del Tour en 2010, tampoco le molestaba el calor: “En el Tour Down Under en Australia, rodé a 46 grados. Para un corredor en forma no es un problema”.
Pero la intensidad del Tour de Francia, con puertos terribles y un ritmo infernal, es un verdadero desafío. “Es muy duro y, con dos semanas en las piernas, recuperamos peor por la noche con el calor”, precisa O’Grady.
Eso puede llevar incluso a decidir el resultado de una carrera, como por ejemplo en el caso del esloveno Tadej Pogacar, quien tiene fama de no aguantar bien el calor. Quizás esto podría explicar su desfallecimiento subiendo el Col du Granon, cuando perdió el maillot amarillo al no poder seguir la rueda del danés Jonas Vingegaard.
“No todos somos iguales ante el calor”, recuerda Bellenoue, que también destaca que las condiciones “casi tropicales” (por la alta humedad, además del calor) que se vivieron en los Juegos de Rio y Tokio fueron “más problemáticas”.
“El calor forma parte de nuestro día a día desde hace mucho tiempo”, añadió.
Maillot, por su parte, recuerda que con el cambio climático, el pelotón se enfrentará a estas circunstancias con más regularidad. “Hace unos años, una jornada con más de 30 grados en el Tour era algo infrecuente. Ahora se da cada año”.
*Con información de AFP.