El Giro de Italia es protagonista de las noticias del mundo, se cumple por segunda vez, en medio de la pandemia, sin tantos fanáticos en las calles como sea acostumbra, con tapabocas y protocolos de bioseguridad, pero siempre, contando las historias que se ven más allá de las bielas.
Desde su creación hace 112 años, miles de ciclistas han recorrido las montañas y los más increíbles paisajes italianos, cada uno de ellos dándolo todo para contar la evolución del tiempo desde sus bicicletas, este año que se realiza la edición número 104 de la “Corsa Rosa” esas historias siguen llenando los rincones por donde pasa el pelotón.
En los primeros años, las que hoy se conocen como caballitos de acero, eran de otros materiales. Llantas de madera recubiertas de hierro que hacían que el esfuerzo de los corredores fuera casi de super héroes. Desde 1885 las bicicletas de ruta llegaron a las competencias, el Giro que fue creado en 1909 contó con estos caballitos de acero desde sus orígenes.
Pero recorrer etapas de más de 300 kilómetros cada una, sobre bicicletas que alcanzaban a pesar hasta 20 kilos, sumó a la proeza de los que se fueron convirtiendo en mito. El desafío, era también para hombres y mujeres que trabajan permanentemente por mejorar el desempeño de esos ciclistas y sus máquinas.
En 1986 en Suiza nace una compañía manufacturera. Pasaron de ser ensambladores, a fabricantes, y fue el principio de una marca que ha sido leal a su origen. Sólo las mejores marcas, llegan hasta las competencias de máxima categoría en el ciclismo profesional, los mejores del mudo, necesitan siempre lo mejor.