La última jornada en la región de Bretaña, la escabrosa península al noroeste de la República, fue tan intensa como las batallas que allí se libraron a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. Los 150 kilómetros entre Redon y Fougères fueron raudos, vertiginosos, y tuvieron tanta emoción como las historias de Alejandro Dumas u Honoré de Balzac, visitantes constantes de ese terreno montañoso y fiero, donde son tan frecuentes las lluvias como los chochines o las chovas graznando desde los acantilados.
No tan frecuentes las lluvias en el Tour como las caídas, eso sí. Todos los días, por uno u otro motivo, alguno se va de bruces en la carretera. Hoy, al menos, sin ninguna consecuencia.
Brent van Moer (Lotto) y Pierre-Luc Perichon (Cofidis) se escaparon en los 11 primeros kilómetros, poniéndole sazón a la fracción, algo opaca al principio. Desde allí, en cambio, todo fue vértigo y estrategia. El Alpecin Fenix, del líder Van der Poel, trató de controlar la fuga con ayuda del Deceuninck, pero ambos equipos no dejaron de mirarse de reojo, desconfiados todos, y rivales, al fin y al cabo.
Van Moer, belga de 23 años de edad y ganador de una etapa en el Dauphiné, se tomó confianza a medida que avanzaba el reloj de la carrera y, a fuerza de paciencia, terminó dejando atrás a Perichón, corredor francés de 34 abriles que, en el Tour, lo ha intentado decenas de veces y lo único que ha logrado son dos octavos lugares en etapas que ya pocos recuerdan.
Tampoco estaba vivo el recuerdo de Cavendish ganando en el Tour, y viéndolo en la etapa con final en Pontivy, hubo necesidad de ir a los archivos para buscar una foto del hombre de la Isla de Man levantando los brazos. Y allí estaba, en Villars-les-Dombes, en julio de 2016. Un ‘Cav’ de trueno golpeando sobre la raya final con sus pedalazos, y dejando vacíos a sus rivales: Greipel y Kristoff.
Y tras ver esa foto, todos por fin recordaron la grandeza del británico, rescatado por el Deceuninck para brindarle un retiro de leyenda, como se merece, como lo tuvieron, en su momento, O’Grady, McEween, Pettachi, Bettini o Cipollini.
Mark también quería volver y se preparó como nunca para hacerlo. Se anunció con cuatro victorias en el Tour de Turquía y una más en la Vuelta a Bélgica, y entonces, como sus galones renovados, volvió a la Grande Bouclé para medirse codo a codo con los mejores de estos tiempos: Sagan, Merlier, Van Aert, Ewan, Demare y Bouhani.
Ayer pudo ganarles, en Pontivy, pero Ewan y Sagan se cayeron al borde de la meta y él prefirió detenerse a mirar si estaban bien, tan así de sobrado estaba. Hoy, también en los últimos 200 metros, su altruismo desapareció cuando el pelotón se engulló a Van Moer, como perdiz solitaria ante una jauría de lobos, y a ‘Cav’ le importó un carajo.
Saltó hasta la meta como un leopardo enardecido y ni siquiera el tren bala de los Alpecin pudo detenerlo. Fue él el fénix que enalteció la jornada, fue él quien supo resucitar en el mejor escenario del ciclismo mundial.
“No puedo creerlo, no sé qué decir. Son demasiadas emociones en mi cabeza, son demasiados recuerdos acumulados”, dijo falto de aire cuando lo apuraban los periodistas.
El veterano de 36 años de edad recogió su victoria 31 en el Tour y ahora está a tres de Eddy Merckx, quien parecía inalcanzable con sus 34 triunfos. Quizá lo logre, quizá no, pero el ciclismo, para bien o para mal, sabe cómo premiar a sus grandes héroes.
Mañana, otra aventura. La crono de 27 kilómetros entre Changé y Laval Espace Mayenne, tan parecida a esa jornada de 2019, cuando Egan se vistió de amarillo. Aquella vez también fueron 27 kilómetros, no tan planos, y ganó Julian Alaphilippe, el compañero y amigo de Cavendish, y el favorito de los adoloridos franceses, que ayer vieron caer a Mbappé, Benzema, Pogba y compañía, y ahora están sedientos de pedalazos de gloria.
Roglič, adolorido en todo su cuerpo, también espera como lince, y Urán, agazapado, también observa y analiza. El de Urrao, por si acaso, viene de ganar una crono en la Vuelta a Suiza y fue cuarto en esa de Pau, en 2019.
“Será una jornada que cambiará la general, pero que no definirá la carrera”, dijo Rigo subiéndose al bus, a descansar después de la rápida jornada de hoy, la de la resurrección de Cavendish.