Colombia se estremeció con la muerte hace poco de Julián Esteban Gómez, el joven ciclista de 13 años que se hizo célebre por sus emociones en el Tour de Francia cuando que ganó Egan Bernal. El niño que entrenaba por Zipaquirá junto a su abuelo perdió la vida atropellado por un tractocamión sin poder cumplir su sueño de convertirse en un campeón del ciclismo profesional como su ídolo.
A diferencia de Julián, a Diana Carolina Munévar la vida le dio una segunda oportunidad para pedalear. Su recorrido en una bicicleta empezó en aquellas llamadas todoterreno su casa y su vida de campo la forjaron como una campeona del deporte de las bielas. Su talento fue apoyado con el esfuerzo de su padre que la inscribió a la escuela de Rafael Antonio Niño el campeón de seis ediciones de la Vuelta a Colombia y leyenda del ciclismo boyacense para ser tan grande como él.
Conquistando cada competencia que enfrentaba, alternó su profesión con los estudios de agrobiotecnología en el Sena de Duitama. Diariamente recorría cerca de 20 kilómetros para cumplirle a la educación, fortalecer su cerebro y al tiempo sus piernas en el recorrido, pero un día de abril en el año 2014 un hombre en una volqueta la atropelló dejándole lesiones tan graves que por poco pierde la vida. Sus gritos desesperados y los de las personas que presenciaron el hecho no fueron suficientes para que el conductor se detuviera. Su pierna estaba sangrando en demasía y casi que desde el primer momento, Diana supo lo que pasaría: “No tuve tiempo de reaccionar. Eso pasó en un segundo. La cicla quedó destruida y yo me vi empapada en sangre. Él no me vio y no tuve cómo reaccionar, pues venía entrenando sola. La pierna quedó colgando, la vi partida y el dolor era inexplicable”, dijo el pasado mes de mayo al diario El Tiempo la ciclista.
Sin embargo, Carolina tenía un espacio reservado para seguir brillando sobre el caballito de acero, solo que con una dificultad adicional: pedalear sin su pierna izquierda, extremidad que tuvo que ser amputada en dos intervenciones quirúrgicas que la tuvieron incluso en la Unidad de cuidados intensivos.
Carolina no fue tratada por un especialista vascular. Su papá, profesional en construcción, y su mamá, ama de casa, poco creyeron que su hija tuviera ánimo de volverse a montar en una bicicleta y menos en el ciclismo adaptadp, pero ella, les demostró que su ilusión no quedó tendida en la popular Y de Postobón, el punto exacto de Duitama donde pasó lo más duro que ha enfrentado en la vida.
Contra todo pronóstico y a favor la compañía de de sus padres y sus hermanos Carlos, Diana Marcela y Sandra Patricia pero además del entrenador José Castro y el ciclista paralímpico Álvaro Galvis incursionó en el paracycling, deporte en el que ha conseguido con las medallas nacionales, mundiales y continentales mitigar un poco el dolor de lo sufrido: “gracias al profesor José Castro empezó este sueño, él me ayudó a cambiar la mentalidad y poder iniciar todo un proceso en este deporte”, mencionó Munévar al recordar sus inicios en el para cycling y agregó que aunque el accidente siempre está en su cabeza, es más fuerte pensar en el amor que ha recibido de sus seres queridos “mis padres, mis hermanos, mis tíos, mis primos hacen parte de esa motivación que me ayuda a competir de la mejor manera y afrontar cada carrera. Pienso en ellos antes, durante y después de cada prueba”, agregó.
Su tenacidad la levó a Tokio 2020 y junto a Paula Ossa, Carolina Munévar, compitió en la modalidad de persecución en los clasificatorios de las categorías C5 y C1-2-3 respectivamente y se ubicó décima en las eliminatorias. Además terminó en la novena en los 500 m C 1-2-3 del paracycling.
De las cosas que más le duelen es saber la indolencia del conductor de la volqueta que jamás se interesó en su evolución. Sin embargo, cuenta con el cariño y el apoyo de todo un país que la tienen como una de las mayores insignias del deporte paralímpico nacional.