Casi desaparecido los últimos tres años, Chris Froome volvió a ser protagonista en las pendientes hostiles del Alpe-d’Huez con un tercer puesto que le sabe a gloria, habida cuenta del calvario por el que ha pasado.
Para un cuádruple vencedor de la Grande Boucle, una plaza en el podio en una simple etapa, por prestigiosa que sea esta, puede parecer poca cosa. Pero para el británico (Israel-Premier Tech) de 37 años, es casi un renacimiento después de la época de pesares sufridos desde su terrible accidente durante su reconocimiento de la contrarreloj del Dauphiné en 2019.
Desequilibrado por una ráfaga de viento, chocó contra un muro a cerca de 60 km/h. El parte médico fue escalofriante: fractura abierta del fémur derecho, de la cadera, del codo derecho, del esternón, de una vértebra, de varias costillas, y con una hemorragia que le hizo perder dos litros de sangre.
Desde entonces, nada fue igual para el ganador de los Tours de 2013, 2015, 2016 y 2017, y quien, luego de una larga rehabilitación, penaba en la parte de atrás del pelotón.
Una cifra sirve para resumir la travesía en el desierto del corredor nacido en Nairobi: 11º, su mejor posición desde su accidente, en junio en el Mercan’Tour. En el Tour de Francia, finalizó el año pasado en el puesto 133º lejos de los puestos que alguna vez peleó y que hoy pertenecen a los miembros de la nueva generación como Tadej Pogacar, Primoz Roglic y Egan Bernal, a quién le sirve como ejemplo de recuperación tras el violento accidente del colombiano en enero de este año.
“Evidentemente me habría gustado levantar los brazos hoy. Pero si tengo en cuenta de dónde vengo, de pelear como un loco desde mi accidente, este tercer puesto en una de las etapas más duras del Tour es realmente un resultado soberbio”, afirmó el ganador de siete etapas en el Tour.
“Seguir luchando”
Froome, 29º en la general a más de 54 minutos del maillot amarillo, logró además su mejor resultado en la mítica subida, en la que ni siquiera en sus mejores años había logrado imponerse. “Mi relación con el Alpe d’Huez no ha sido de las mejores a lo largo de los años”, resumió antes de iniciarse la etapa.
En el Tour de Francia de 2013 coronó en séptima posición. Dos años más tarde, también con el maillot amarillo en el pecho, finalizó quinto luego de haberse visto superado por el colombiano Nairo Quintana, y sufrió además los desprecios y escupitajos de varios espectadores.
Y en su última visita de la ronda gala, en 2018, finalizó cuarto en meta y también tuvo problemas con el público. Todo lo contrario a este jueves. “Me sentía cada vez mejor los últimos días”, explicó Froome, quien ya había tratado de meterse en una escapada los últimos días.
Este jueves formó parte de la buena e incluso hizo recordar por su pedaleo al mejor Froome, antes de ceder ante su joven compatriota Tom Pidcock, ganador del día.
Ante la dificultad para conquistar un quinto Tour, sus objetivos pasan por “seguir luchando para, espero, ganar de nuevo una carrera” que sería la primera desde el final del Giro 2018, hace más de cuatro años.
Ese calvario vivido tres años después del accidente es lo que el propio Froome quiere evitarle a Egan Bernal, a quién ha aconsejado de cerca luego de lamentar el accidente sufrido contra la parte trasera de un bus intermunicipal hace unos meses.
“Quiero decir, solo le ofrecería apoyo a él y a su familia en este momento. Nadie necesita ser exigente con las preguntas sobre las lesiones, cuándo volverá a andar en bicicleta, si volverá a estar al más alto nivel”, dijo el británico luego de conocer el alcance de las lesiones sufridas por su excompañero.
Contento por volverlo a ver sobre la bicicleta, Froome es la prueba viva de lo complicado que puede ser el regreso para Egan, a quien en Ineos siguen cuidando celosamente de un regreso antes de lo debido.
*Con información de AFP.