El amor es motor, es energía, y a Mathieu van der Poel le sobra cariño. El astro del Apecin Fenix no sólo cuenta con el apoyo y compañía de sus padres en carretera: Corinne Poulidor y Adrie van der Poel, sino que también, en cada etapa, es esperado por su novia Roxanne Bertels, modelo e influencer de 28 años que lo sigue a todas partes.
“Estoy orgullosa de él. Estar junto a él en las carreras es como pasar de un sueño a otro, sin despertar jamás”, expresa la rubia, única compañía de Mathieu durante el largo periodo de cuarentena.
“Lo he visto ganar en muchos lugares, y he visto cómo lo recibe la gente. Es normal que lo quieran, porque él es muy emocional y muy amable con todos”, destaca la joven, quien avisa: “Me encanta que estén fascinados con Mathieu, pero la verdad es que todavía no saben de lo que es capaz. El mundo todavía no conoce su techo”.
Un poco más sobrio es su padre, Adrie, ex campeón mundial de ciclocrós y líder y ganador de etapa en el Tour de Francia de 1988.
“Mathieu no pretende llegar de amarillo a París. Él va día a día y, lo que realmente desea, es pasar los días disfrutando el Tour. Tenía el objetivo de homenajear a su abuelo, y lo ha conseguido. Lo demás es un plus”.
Pero la verdad es que Mathieu protagonizó hoy una etapa para la historia. Se subió en la fuga del día junto a su amigo y rival Wout Van Aert, con quien compite en diferentes disciplinas del ciclismo desde que tenía 14 años, y ambos, con sus motores de aviones ultrasónicos, se llevaron a los 29 fugados en andas hasta la meta.
El lote nunca pudo responder el embate de los dos ciclistas más completos del mundo (con el permiso de Thomas Pidcock, Julian Alaphilippe, Tadej Pogacar y Remco Evenepoel), y obligaron a que la iniciativa de la persecución la tomara el UAE, de Pogacar. Pero de nada valieron los pedalazos de los gregarios de Pogi, pues en cada kilómetro la diferencia de los escapados crecía y crecía, como la fuerte temperatura veraniega de la región de Borgoña.
“La temperatura estuvo muy fuerte, la etapa muy larga y la fuga muy activa. Fue una etapa con todos los condimentos”, comentó Nairo Quintana, quien, como en días pasados había advertido, este año no está para la general, pero sí para intentar ganar la camiseta de los premios de montaña y, por qué no, alguna de las etapas alpinas, o de los Pirineos.
Fue la etapa más larga en 21 años de la Grande Bouclé, 249 kilómetros entre Vierzon y Le Creusot, con cinco premios de montaña apilados en los últimos 100. La última vez que una etapa había sido tan larga fue en 2000, entre Draguignan y Briancon, jornada de 249.5 kilómetros ganada por el colombiano Santiago Botero.
Pero en la fuga, que se consolidó en Saint Germain de Du Puy, después de 30 kilómetros completados por el pelotón, además de Van der Poel y Van Aert estuvieron presentes Mark Cavendish, Matej Mohoric, Vincenzo Nibali, Jasper Stuyven y Kasper Asgreen, entre muchos otros históricos y perfumados integrantes de la caravana.
Es imposible de explicar lo que pasó. El lote no perseguía y los fugados se perdían cada vez más en ese paisaje soleado y amplio de Saona y Loira. Estaban como aturdidos por la explosión de los dos corredores flamencos, quienes parecían estar enviando un mensaje al mundo: “Podemos ser los mejores velocistas, podemos ganar contra el reloj y podemos, si nos lo proponemos, ganar carreras de tres semanas”.
Seguramente, ni el uno ni el otro ganarán este Tour, el 108, pero en cualquier momento, si dejan de divertirse con el ciclocrós, ummm, quién sabe.
Al final, llegando al inédito Signal d’Uchon, las alarmas por fin se prendieron en el crucero del UAE y hubo persecución. Los esfuerzos de McNulty, Berg, Rui Costa y compañía, en todo caso, no surtieron efecto en los fugados, pero sí desparramaron a más de uno que ya iba sin fuerzas en la cola del grupo líder. En ese momento cayó Nairo del racimo, casi que voluntariamente, para evadir los ojos de vigilancia en las próximas etapas de montaña.
También cayó Primoz Roglic, pero con pinchazo incluido, y no pudo volver al régimen del pelotón. Todo perdido para el gladiador esloveno, a quien se le vuelve a escapar el Tour, este año desde muy temprano.
En el reverbero lo intentó Carapaz, quien lanzó un ataque kamikaze a 14 de meta, pero fue capturado por una patrulla conformada por los Education First y el Movistar.
Finalmente, Matej Mohoric, experto en descensos y rápido en los sprints, coronó en Le Creusot una etapa para la historia, la 13 de su historial y la que le faltaba en su plaqueta de las ‘Tres Grandes’. Por detrás llegaron Jasper Stuyven (Trek) y Magnus Cort (EF), mientras que Van der Poel y Van Aert (Jumbo) pasaron a un minuto y 40 segundos en un exclusivo grupo con Kasper Asgreen (Deceuninck).
Alaphilippe llevó al grupo del líder hasta la raya de meta casi que a empellones. En ese grupo entraron los colombianos Higuita, Chaves, Urán, Henao y López. Nairo llegó a más de 18 minutos, en su plan “bandido” de ocultarse para poder brillar. Consumió los últimos kilómetros saludando a los aficionados y conversando con sus colegas de carretera. Casi que iba como turista, tomándose fotos en las catedrales.
Una jornada emocionante, sin duda, y sólo fue el preámbulo de un fin de semana pletórico de montaña, porque mañana se enfrentará el Grand Bornand, con La Colombiere abordo, y el domingo la temida Tignes.
Urán le da esperanzas a Colombia, aunque no se puede olvidar aquella frase acuñada en los años ochenta del siglo pasado: “Los Alpes son las montañas holandesas”.