Un lugar común y una idea arraigada en la historiografía nacional es el supuesto de que la independencia fue un proyecto y un logro de las Elites letradas de la Nueva Granada; que los ideales revolucionarios tienen una directa relación con la Ilustración y con sus voceros en territorio americano. Esta idea que hemos aprendido y repetido desde el colegio nos lleva a suponer que personajes como José Celestino Mutis, la Real Expedición Botánica y, de manera más directa, las ideas y labores científicas de algunos de sus colaboradores criollos, ayudaron a encauzar un proceso revolucionario de liberación para la población de lo que hoy es el territorio colombiano. Sin embargo, la afirmación de que la Ilustración -con abanderados como José Celestino Mutis, Francisco José de Caldas, Jorge Tadeo Lozano, José María Salazar, Francisco Antonio Ulloa o José Manuel Restrepo- contribuyó a la liberación americana, merece una mirada más cuidadosa. En primer lugar, lo obvio: la Real Expedición Botánica hizo parte de un gran proyecto español de control imperial. Carlos III y sus ministros vieron la necesidad de un conocimiento más adecuado para la explotación comercial de la flora americana y este ideal de apropiación y control desde la península fue la tarea que Mutis y sus colaboradores asumieron fielmente y sin cuestionamientos. El gran proyecto de clasificar y nombrar las plantas americanas, el reconocimiento de sus usos medicinales y comerciales, al igual que la elaboración de una inmensa obra iconográfica -más de 5.000 láminas bellamente ilustradas en colores- hicieron parte de un colosal proyecto de apropiación europea de la naturaleza del Nuevo Mundo. Mutis murió en 1809 dejó inconclusa la obra de la Flora de Bogotá y sin jamás haber mostrado simpatía por alguna idea de independencia nacional y nunca dejó de ser un fiel servidor de la Corona. Su condición de sacerdote, de médico, naturalista, un hombre de fe y un hombre de letras, blanco y nacido en España lo hicieron un eficaz agente de los cometidos del imperio español. Otra historia, podríamos pensar, es la de sus colaboradores criollos y personajes como Francisco José de Caldas o Jorge Tadeo Lozano, que bien fueron fusilados por el Ejército español o llegaron a ocupar importantes cargos en los primeros intentos de un gobierno poscolonial. Sin embargo, también es urgente recordar que las Elites criollas nunca dejaron de verse a sí mismas como europeas y de hecho hicieron todos los esfuerzos posibles por defender los privilegios y la autoridad que les otorgaba su ascendencia española. Caldas, al igual que Lozano y otros hombres de letras de la Nueva Granada, insistió sobre su identidad europea, la cual no solamente era una casta superior, sino la que tenía el derecho y la autoridad para gobernar. En palabras de Caldas: "Entiendo por Europeos, no solo los que han nacido en esa parte de la tierra, sino también sus hijos, que conservando la pureza de su origen jamás se han mezclado con las demás castas. A estos se conoce en América con el nombre de 'criollos', y constituyen la nobleza del nuevo Continente cuando sus padres la han tenido en su país natal". A pesar de la clara identificación de los criollos con la raza y la cultura europea, algunos factores debilitaron la relación entre los criollos y el gobierno peninsular: la crisis del imperio español, los fallidos intentos de los Borbones por crear un gobierno centralizado y la consolidación de las elites locales son algunos de ellos. La elite criolla, en la medida en que se involucró en los proyectos de historia natural, geografía, medicina o economía política, adquirió un nuevo sentido de identidad como grupo y afianzó su posición política en las colonias teniendo un efecto importante en la creación de las nuevas naciones; pero más en su esfuerzo por consolidar tradiciones europeas en América y en reafirmar su autoridad sobre los demás habitantes de la Nueva Granada, que en darle libertad y autonomía a la población americana. La constitución de este grupo social, de los criollos Ilustrados de la Nueva Granada, refuerza círculos de autoridad alrededor de los españoles americanos que no tuvieron ningún interés en identificarse o igualarse con los nativos americanos, indios, mulatos o negros. Como es evidente, parte del problema de la celebración de una revolución que libera a un continente o a una nación tiene que ver con la población que suponemos fue beneficiaria del proceso, y no podemos olvidar que a comienzos del siglo XIX la mayoría de la población de la Nueva Granada la constituían indios, negros o personas de raza mixta. Una mirada más cuidadosa de las prácticas y los discursos científicos de españoles y criollos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX nos muestra una cara de la Ilustración americana menos luminosa, sus renovadores emblemas de libertad se confunden con los poco revolucionarios ideales de distinción, orden, control, exclusión y dominación. De lo que no tenemos duda es de que haber convertido en "padres de la patria" a algunos miembros de la elite criolla de la Nueva Granada y el haberle otorgado un efecto fundacional de la nación a un grupo de hombres blancos, católicos y letrados, ha sido útil y conveniente a la hora de legitimar cierto orden social, que en el siglo XXI conserva con toda su vigor, similares mecanismos de diferenciación y exclusión. * Directo de posgrado del departamento de historia de la Universidad de los Andes.