¿De dónde nace la idea para ‘Prometo volver’? Desde que era pequeña, el espacio me ha fascinado. Leo mucho sobre el tema y me atrajo todo el entorno. Empecé a conocer a entrenadores de astronautas, visité instalaciones de entrenamiento y me di cuenta de cuánto trabajo y cuántos años lleva aprender a separarse de la Tierra. Eso rara vez se ve en las películas. Como en todas mis películas, cuando me siento atraída por un universo en particular, me doy cuenta en el camino de que lo que me atrae es un sentimiento muy privado. Para resaltar lo personal, necesito alcanzar mundos muy distantes. El aspecto privado aquí es la relación madre-hija, ya que tengo una hija de 8 años. Quería explorar el proceso de separación de una madre y una hija, que se me asemeja a la separación de las astronautas y la Tierra. ‘Prometo volver’ es más terrestre que espacial. La película muestra, por ejemplo, el gran esfuerzo físico al que se exponen los astronautas... En todas mis películas la relación con el cuerpo es central. Quería mostrar la relación madre-hija en su dimensión física. Por ejemplo, cuando están nadando en el hotel, como en una piscina amniótica. Además, quería mostrar que el cuerpo humano no está hecho para vivir en ningún lado distinto a la Tierra: en el espacio, crece de 10 a 15 centímetros, nuestras vías respiratorias no están hechas para la vida allá arriba. Estas sesiones de entrenamiento intensivo fueron un punto de intersección entre el aspecto documental y mis obsesiones cinematográficas: el cuerpo atado a máquinas, las centrífugas... Es una transmutación del cuerpo que es un juego, como en las películas de Cronenberg. Sarah (Eva Green) debe separarse de la Tierra, pero también de su cuerpo terrestre ‘normal’. Ella debe convertirse en una "persona espacial". Cuando la vemos desinfectando su cuerpo con yodo, o cuando hacen el molde de su cuerpo para su asiento en el cohete, existe la sensación de que se ha convertido en una criatura del espacio, una mutante. ‘Después de Norma‘, de Jorge Andrés Botero: una carta al padre ‘Próxima’, el título original de la película, hace referencia a una galaxia distante y también a algo que está cerca, como la hija para Sarah. La película parece jugar en el contraste entre lo cercano y lo lejano, lo íntimo y lo cósmico: opuestos y espejos, el uno del otro…. Sí. ‘PROXIMA’ es, de hecho, la galaxia más cercana a la nuestra. En el guión y en la pantalla quería contrastar lo infinitamente pequeño e infinitamente grande. La inmensidad del espacio ante la intimidad familiar y la relación madre-hija de la que te hablaba antes. Los créditos finales nos muestran que las mujeres astronautas han sido numerosas, algo que muchos ignoramos... Sobre esto, recibí muchos mensajes conmovedores de mujeres de la NASA, diciéndome lo importante que era que por fin una película mostrara que es posible ser una buena astronauta y una buena madre. Eso es lo que dice la película, que podemos hacer ambas cosas, incluso si es difícil. Como le dice Matt Dillon a Eva en la película: "La madre perfecta no existe". Las mujeres representan el 10 por ciento de los astronautas. La proporción está aumentando pero todavía hay mucho trabajo por delante. La NASA canceló la primera caminata espacial de dos mujeres en simultánea porque no había dos trajes espaciales de talla M... Cuando comencé a trabajar en este proyecto, la gente me decía que no había mujeres astronautas. ‘Prometo volver’ es una película de liberación y conciliación: Sarah recorre un largo camino frente a sus propios obstáculos femeninos y como madre, ella logra superar su complejo de culpa. Y su hija, la niña, también se desprende, logra emanciparse del capullo materno. El aspecto documental en ‘Prometo volver’ impresiona, ¿cómo logró que la ESA (European Space Agency) te diera permiso para filmar y trabajar junto a verdaderos científicos y astronautas? Comenzamos a trabajar con ESA en una etapa temprana. Cuando aún estaba escribiendo el guión, tomé un tren a Colonia y me hice a un lugar en sus instalaciones. El astronauta francés Thomas Pesquet estaba preparándose para su primer vuelo. Conocí a Claudie Haignéré, la primera mujer francesa astronauta. Bromeábamos sobre cómo Thomas y Claudie fueron el padrino y la madrina de la película. Los vi regularmente durante todo el proceso de escritura. Había un paralelo obvio entre los mundos del cine y la exploración espacial. En ambos casos, la preparación es muy larga, el objetivo muy distante, como un sueño, y lo que ve el público es solo la punta del iceberg. En el cine como en los vuelos espaciales, hay toda una tripulación de personas calificadas trabajando detrás de escena. Rodamos en instalaciones reales de la ESA. Trabajamos con entrenadores hombres y mujeres. Quería que cada diálogo fuera perfecto y real. Todo lo que ves en la película se basa en procesos reales de la ESA, cuyo objetivo es mejorar la resistencia del cuerpo humano en vuelos espaciales de larga distancia. Los astronautas me recordaron a los dioses griegos, eso de que son personas con superpoderes pero también con defectos muy humanos con los cuales todos podemos identificarnos. Me imaginé el escape de Sarah de la cuarentena al final, pero luego supe que la astronauta Anna Lee Fisher, la primera madre en el espacio también había logrado escapar obviando la cuarentena, para ver a su hija antes de irse. Eva Green fue nominada al Premio César a Mejor Actriz, y su interpretación claramente lo amerita. ¿Por qué la escogió? Eva tiene un lado ‘espacial’ y todos los astronautas que conocí tenían un lado geek, son "gente espacial" incluso antes de comenzar a entrenar. No son como todos los demás, siempre están en el aire, afuera. Y me gustó la idea de ir con Eva a un lugar donde nunca había estado antes. Ella está acostumbrada a los ambientes góticos, y aquí me alejé de todo eso, en la forma en que se mueve, ella interpreta de forma muy creíble a una astronauta. Eva es una máquina de guerra y se adaptó muy bien a su personaje. El reto de Sarah y Eva en la película es aprender a abrirse a las emociones. Como un director con su película, un astronauta vive solo para la misión, incluso si esto involucra una presión de parte de su familia. Eva/Sarah está en la búsqueda de ese equilibrio entre misión y emoción, una posición precaria en la medida en que la emoción pone en riesgo a la misión en algún momento. Ensayamos muy duro con Eva. Y también con la pequeña Zélie Boulant-Lemesle, quien lo hace increíble, fue una hermosa sorpresa. El futuro de la robótica en las distopías cinematográficas La presencia de Matt Dillon, interpretando un personaje no siempre agradable, sorprende y suma mucho también... Esa es la dificultad de su personaje. No quise caer en el maniqueísmo del chico malo. Como Eva, Matt tiene un brillo extraño en sus ojos, en la sensación de estar en otra parte, en su profundidad. Esto también hace parte de la realidad de los astronautas: para alcanzar su alto nivel intelectual y físico, es necesario tener una gran autoconfianza, casi arrogante. Yo sabía que Matt podría encarnar un personaje que enamorara a pesar de sus defectos. Entre su personaje y el de Eva germina una zona ambivalente, una amistad amorosa, y para eso necesitaba un actor atractivo, seductor como Matt. He trabajado con Vincent Lindon y Matthias Schoenaerts y me doy cuenta de que me gustan los actores muy masculinos, actores que tienen como cierta violencia adentro.
"Matt tiene un brillo extraño en sus ojos, en la sensación de estar en otra parte, en su profundidad", dice Alice Winocour sobre su coprotagonista. Sandra Hüller suele destacarse en papeles cómicos, usted la presenta en un registro más serio. Amo a esta actriz, su manera de transmitir diferentes emociones es impresionante. Como Lars, ella viene del teatro alemán, mientras que Eva viene del cine, Alexei Fateev viene del teatro ruso... Varias escuelas de actuación coexisten en esta película. Sandra interpreta a Wendy, que es una especie de madrina. Al igual que el personaje de Matt, ella tenía que gustarle al espectador, a pesar de lucir cierta frialdad vinculada a su trabajo. ¿Y qué puede decir sobre el actor ruso, Alexei Fateev? Lo elegí cuando hicimos audiciones en Moscú. El interpretó al oficial de policía en ‘Loveless’, de Andrey Zvyagintsev. Tiene una gran dulzura. En una escena, él lee un poema de Mandelstam, y eso exactamente lo hacía en el set: recitaba poemas, cantaba. Era una presencia relajante, con toda la profundidad rusa. Junto con Georges Lechaptois, el director de fotografía, logró planos memorables, como la toma inversa del despegue, con la expresión conmovida de Lars Eidinger y la cara de asombro de Zélie Boulant-Lemesle, dos estados que capturan lo que la audiencia siente... No filmamos esa escena en Baikonur porque no teníamos a todos los extras que necesitábamos. Lo filmamos en una pista del aeropuerto cerca de Moscú, con un gran auge de luz que sube gradualmente iluminando las caras hasta que la oscuridad vuelve, como en un despegue real. Un despegue de cohete provoca unas emociones intensas y paradójicas: euforia, lágrimas, reflexiones sobre la condición humana... Me recuerda la noción judeocristiana de ir al cielo, combinando la muerte simbólica con un riesgo real de muerte. No inventé la carta que dejan los astronautas a sus seres queridos. Es parte del protocolo, que se deriva de la idea de dejar tu vida en orden antes de irte. ‘2001: Odisea del espacio‘, de Kubrick, o el legado de un amanecer