Este contenido surge de una alianza entre ARCADIA y el Instituto Distrital de las Artes-Idartes Cuando inauguramos la nueva Cinemateca de Bogotá hace un par de meses, sabíamos que uno de sus principales aportes estaría en su enorme contribución al reconocimiento de la diferencia en la ciudad. En su capacidad para reunir en un mismo espacio y en una misma actividad a personas y grupos de múltiples procedencias, historias, realidades, e ideas de futuro; al ser por naturaleza un escenario para la diversidad. Su programación ha sido siempre un compromiso con la pluralidad de culturas, saberes, y miradas del mundo; y ahora con sus múltiples niveles y salas, ese compromiso se afianza con la diversidad de formatos, disciplinas y actividades. Factores todos ellos fundamentales en la construcción de una sociedad más tolerante, más civilizada, capaz de vivir en armonía. El más reciente ejemplo de que esa certeza que teníamos no estaba errada, es, ni más ni menos, la versión número 18 del Ciclo Rosa, que se inauguró el 1 de agosto y que finalizó hace tan solo una semana. El mensaje que entrega cada año el Ciclo es una invitación al respeto, a la tolerancia y al reconocimiento de quienes están luchando por tener un espacio en algún lugar. Éste fue nuestro primer ciclo –aparte del ciclo de inauguración– en la nueva casa. La casa audiovisual de Bogotá Aunque en Bogotá hemos dado pasos enormes en el avance de una política pública de inclusión, como sociedad todavía nos falta mucho por hacer, y aún vemos en Colombia y en el mundo noticias que muestran la intolerancia en muchos casos con expresiones violentas sobre el otro, ese que no es igual a mi. Hace unas semanas en Bialystok (Polonia) se celebró, por primera vez una marcha por los derechos de las personas LGBTI. Sin embargo, el orgullo se convirtió en odio y violencia cuando grupos ultranacionalistas atacaron a los marchantes. En Colombia un hombre, en medio de una ataque homófobo, destrozó con un cuchillo una bandera LGBTI. Estas situaciones representan el día a día de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, y ocurren en espacios públicos, que es en donde los ciudadanos, todos, deberían sentirse más seguros. Fue muy especial que fuera el Ciclo Rosa el primero en este nuevo centro cultural para las artes audiovisuales, porque se alinearon la política pública con el espacio cultural, que por su condición pública y su vocación de apertura, permitió que todos los asistentes se expresaran libremente con la tranquilidad, de que al final, los espacios públicos son espacios seguros. En medio de un mundo que parece que va para atrás, Bogotá es una ciudad que sabe que las artes son el terreno para el respeto a la diferencia y por eso le sigue apostando a la cultura como herramienta de transformación de múltiples maneras. El Ciclo Rosa a través de películas, documentales, charlas y exposiciones, pone en el centro del debate a quienes han estado en los márgenes. Menciona los nombres, plantea las conversaciones, dice lo que quizás no habían dicho o no habían querido oir, diseña pasarelas para que desfilen allí los otros, los que no pueden caminar libremente por la ciudad un día cualquiera, una semana cualquiera. Qué bueno que el cine nos haga reflexionar sobre otras realidades que muchas veces son lejanas a nosotros y, de paso, nos muestre que el arte juega un papel fundamental en la garantía de los derechos de las minorías. El fin de los cines de Avenida de Chile El Ciclo Rosa, fundado en el año 2001 por el Goethe Institut, el Instituto Pensar de la Universidad Javeriana, el Centro Colombo Americano de Medellín y la Cinemateca Distrital, ofreció al público lo mejor del arte queer. Este año con el apoyo del British Council, se presentó una retrospectiva de Derek Jarman, prolífico director de cine, artista plástico, escenógrafo, escritor británico y militante de los derechos de la comunidad LGBTI; y gracias a la alianza con el Goethe Institut pudimos traer la curaduría invitada del activista y cineasta chino Pópo Fan, alrededor de las diásporas de la comunidad queer en el mundo. Otro de los platos fuertes de esta muestra fue un documental sobre Pedro Lemebel, escritor y artista chileno queer que empujó, a través de su trabajo, todos los límites y le dio voz a todos aquellos que nunca la tuvieron. Pero más importante aún y más interesante fue que juntos propiciamos el encuento, generamos las condiciones para que el Ciclo fuera una vez más esa excusa perfecta para el encuentro de ‘todos’ en la ciudad y con la ciudad. Para la administración del Alcalde Enrique Peñalosa, la organización de estos eventos tiene una importancia trascendental. Por eso, conscientes de que la oferta del arte y la cultura no puede ser una oferta estática, el Ciclo Rosa ofreció eventos en las localidades de Bogotá con Pelis por Bogotá y un Picnic literario sobre diversidad y género. Y fue además un ciclo de caracter nacional que también se vivió en Medellín del 6 al 10 de agosto y que estará en Cali, en el Museo la Tertulia, del 22 al 26. El Ciclo Rosa de la Cinemateca de Bogotá no solo se roba los reflectores de ser el primer ciclo proyectado en las nuevas salas, sino que le da el protagonismo —que habitualmente le es negado— a la comunidad LGBTI, que se gozó el ciclo. Como debía ser. Como debe siempre ser. Y todo esto en Bogotá, ciudad diversa y multifacética. Y todo esto por Bogotá.