Con la mala recepción inicial que tuvo Vértigo (1958), para su siguiente película, Alfred Hitchcock decidió apostar por un filme menos arriesgado y que se ajustara mejor a su tradicional tríada para el éxito: humor, suspenso y romance. Así, el director inglés decidió embarcarse en la dirección y realización de Con la muerte en los talones (1959). Este thriller cuenta cómo Roger O. Thornhill (Cary Grant), importante ejecutivo de una agencia de publicidad en Nueva York, se ve involucrado en la disputa entre dos facciones de espías rivales. Thornhill, al ser confundido un espía de nombre George Kaplan, figura ficticia que hace parte de una estratagema de una de las facciones para confundir a la otra, es secuestrado, emborrachado y lanzado en un coche a toda velocidad para una muerte segura. Sin embargo, logra escapar del intento de asesinato y termina por adentrarse en una red de disputas entre estas redes de espionaje, así como en una apasionada relación amorosa con Eve Kendall (Eva Marie Saint), quien resulta ser la amante del jefe de la organización criminal que lo persigue.
Con la muerte en los talones (1959) es el perfecto ejemplo de la fórmula clásica del cine de Hitchcock: humor, suspenso y romance. El resultado, a pesar sus plotholes, es uno de los trabajos más entretenidos y consistentes de la amplia trayectoria carrera de Hitchcock. Gracias al sello diferencial de su estilo y su ejecución, esta película (que algunos críticos han considerado la cuota más ‘ligera’ de su filmografía) se convirtió en uno de los grandes hitos dentro del género del thriller y en uno de sus referentes cinematográficos más importantes en las décadas siguientes. Aquí algunas de las razones. Espías a la luz del día
El largometrahe incluye algunas de las escenas de acción más reconocibles del cine americano como el desenlace final en el Monte Rushmore. A nivel narrativo, la película presenta pocos elementos nuevos para Hitchcock. Las dosis de humor y la subtrama de amor que acompañan el largometraje, son característicos de casi todas sus producciones. Por otro lado, el concepto del “hombre equivocado” o héroe accidental, ya había sido usado por él anteriormente en filmes como Los 39 escalones (1935) y la homónima El hombre equivocado (1956). A pesar de ese tono presuntamente ‘ligero’ que tiene Con la muerte en los talones (1959), comparado a sus otros trabajos más celebrados, Hitchcock decidió subvertir elementos del thriller que hasta entonces estaban fuertemente arraigados en la forma en que se concebía el género. La trama se desplaza fuera de los callejones oscuros y las habitaciones donde la luz se filtra por las persianas hacia una trama que se desarrolla a plena luz del día, en las oficinas de las Naciones Unidas, en el Monte Rushmore, y cuya escena más memorable se lleva en un descampado: la antítesis de lo que, hasta entonces, podría ser el escenario de una “película de espías”. La escena de la avioneta
La famosa secuencia de la avioneta dura alrededor de ocho minutos, y consta de 133 tomas. El fragmento que mejor representa la propuesta de la película, el que ha calado profundamente en el imaginario del público, es la “escena de la avioneta”, una de las más comentadas y discutidas de la historia del cine americano. Aproximadamente a la mitad del filme, Thornhill llega desde Chicago a un descampado para encontrarse con el evasivo George Kaplan, supuesta persona con quien ha sido confundido y con quien quiere contactarse para aclarar la situación. Pero Kaplan nunca aparece, y una avioneta emprende una persecución desde el aire. Thornhill se ve obligado a correr, a esconderse en un sembrado y a buscar la manera de evadir la muerte mientras la avioneta dispara desde el cielo. Finalmente, y de manera literalmente explosiva, Thornhill escapa. Pocos directores de la popularidad que mantenía Hitchcock entonces se habrían atrevido a filmar una escena con tan pocas líneas de diálogo, con una ausencia casi total de música incidental y que dura cerca de ocho minutos con cerca de 133 tomas. A pesar de esto, ha sido tal el impacto de la escena que, como lo recuerda el guionista de la película, Ernest Lehman, cuando murió Cary Grant, uno de los actores más reconocidos y populares de la historia de Hollywood —por sus apariciones en clásicos como La Venus rubia (1932), Sólo los ángeles tienen alas (1939), His Girl Friday (1940) y The Philadelphia Story (1940)—, la imágen que se pasaba por todos los diarios de televisión era el fotograma, ya icónico, del Grant corriendo mientras es perseguido por la avioneta. En su célebres discusiones con el director francés François Truffaut, Hitchcock comentó su visión sobre cómo abordó esta escena: “Me di cuenta que estaba enfrentando el viejo cliché: un hombre que es llevado hasta un lugar apartado para que probablemente para que le disparen. ¿Cómo se resuelve esto? En una oscura y estrecha calle de la ciudad. La víctima esperando bajo la luz de poste de luz. Los adoquines de la calle cubiertos por la una lluvia que acaba de pasar.... El primer plano de un gato que se escabulle…. La toma de una ventana desde donde se asoma un rostro a través de las cortinas…..La lenta llegada de una limusina negra, etc. Ahora, ¿Cúal es la antítesis de una escena así? La luz, sin figuras misteriosas a través de la ventana. Tan solo, la nada, el brillo del sol, y el campo abierto, si a caso con una casa o un árbol donde una amenaza latente pudiera esconderse”. ¿El primer James Bond?
A pesar de estar nominada a cinco premios de la academia, no ganó ninguno. Con la muerte en los talones tuvo una importante influencia en el tono que adquirieron las películas de espías en los años posteriores, especialmente en la década de los sesenta. Ya no solo se pensaba las posibilidades del thriller de espionaje tendiendo hacia el cine noir, donde su característico dramatismo y los antihéroes proponían grandes dilemas en un denso ambiente de intrincadas disputas entre espías, sino que ahora se instauraba una nueva forma de abordar a ‘los agentes secretos’: el humor, la gracia y el carisma del héroe, así como la forma en que las relaciones amorosas, se volvían empezaba a tender hacia lo que sería el ideal del espía al estilo James Bond. En ocasiones, Con la muerte en los talones (1959) ha sido llamada sido considerada “la primera película de James Bond”. Entonces, no es de extrañar que Ian Fleming, creador de la saga del agente 007, viera su visión cinematográfica del espía del MI6 reflejada en esta película. Así, llegó a enviar un telegrama a Hitchcock donde le proponía ser el primero en adaptar su emblemático personaje a la gran pantalla. Quizás el caso más evidente entre la franquicia de Bond y el largometraje de Hitchcock sea De Rusia con amor (1963), cuya tambíen emblemática “escena del helicóptero” es una referencia explícita a la escena de la avioneta que inmortalizó la película en la historia del cine de Hollywood. De ahí en adelante los callejones oscuros dejarían de ser los escenarios de las grandes resoluciones dramáticas de las películas de espías y las escenas de acción de gran envergadura con grandes despliegues acrobáticos tomaron su lugar. *Periodista ‘Con la muerte en los talones‘ es la tercera película del ciclo de Clásicos para Obsesivos Compulsivos de Cine Colombia. Tendrá dos funciones en salas seleccionadas del país el martes 23 y el domingo 28 de abril. Conozca la programación completa haciendo clic aquí.