Relatos salvajes, la cinta dirigida por Damián Szifrón, ha recibido elogios donde quiera que se ha estrenado además de romper récords de taquilla en Argentina. Son seis historias independientes: seis historias de personajes llevados al límite. Una película estremecedora, ágil, cargada de un humor negro que resulta refrescante (y algo macabro). Arcadia habló con él.  ¿De dónde salieron estas seis historias? Yo creo que la película es muy fantasiosa en el mejor sentido de la palabra. Lo que hice fue tomar emociones, ideas o conflictos de la vida cotidiana, algunas que pude transitar y otras a partir de experiencias que vi en otros. Pero claramente lo que hago es trasladar esas imágenes y esos conflictos al universo de la imaginación, así que el resultado que se ve en la pantalla pertenece definitivamente a la fantasía, aun cuando tiene un origen en el mundo real. ¿Por qué quiso armar la película así? ¿Con seis relatos que no tienen ninguna conexión entre sí? La verdad es que no fue una decisión consciente. Este fue un proyecto que ocurrió. No me lo propuse. Yo estaba queriendo hacer otras películas, estaba desarrollando una trilogía de ciencia ficción muy extensa, muy ambiciosa; luego una película de amor, y un western. Y mientras tanto, comenzaron a aparecer estos conflictos que me resultaron intrigantes, potentes, y para que no se convirtieran en nuevos largometrajes y terminara por ahogarme entre tanto material los comprimí. Eso me liberó bastante como autor porque de pronto, después de estar años trabajando en estos otros proyectos, en el lapso de un par de noches por ahí terminaba un cuento; terminaba una historia completa. Y sentía el placer y la libertad de la brevedad. Otra noche terminaba otra historia y así escribí los primeros tres o cuatro cuentos, y luego cuando los reuní me di cuenta de que estaban conectados, de que estaban vinculados y que había un mundo que compartían. Que pertenecían a una misma constelación, que estaban conectados a nivel temático y energético. Sentí que eran claramente parte de un mismo espectáculo visual y entonces empecé a concebir esta película más o menos –calculo yo- como un músico puede concebir un álbum de rock conceptual. Es decir, donde tenés diferentes tracks que están desvinculadas, o no, pero que claramente suenan distinto, con métricas distintas, con ritmos distintos, todos empiezan, todos alcanzan un clímax, y todos terminan para darle paso al siguiente, pero al mismo tiempo es más placentero e intenso escucharlos todos juntos que por separado. ¿Usted cree que todos tenemos dentro un asesino en potencia? (Risas) Bueno, no quiero hacer declaraciones que luego puedan ser malinterpretadas… Yo creo que el ser humano tiende al bien y a la generosidad y a la bondad y al compañerismo y le gusta vivir en libertad. Pero si lo molestás puede ser peligroso. Un poco lo del increíble Hulk, o del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Creo que el ser humano también tiene eso. No te metás con una persona porque no sabés como puede reaccionar. Y en este mundo, en este sistema donde se meten con nosotros tan a diario, bueno, pueden ocurrir situaciones similares a las que narra la película. Aunque por supuesto están en un plano exagerado para comprender eso que estamos procesando. ¿Cuántas veces le han llevado el carro a los patios? Varias veces. Y te puedo decir que la mayoría de las veces estaba totalmente mal señalizado el espacio de donde se lo llevaron. La situación es confusa, está despintado el carril, y claramente uno puede ver el negocio que hay detrás de esos sistemas… uno no es tonto. Usted habla del ‘innegable placer de perder el control’. ¿En qué consiste ese placer? Mira, el ejemplo que doy para graficarlo y que me parece que se explora en la película es la cacería de animales. A mí no me gusta cazar y no mataría a una vaca o a un ciervo, ni siquiera me gusta mucho la pesca. No me gusta asesinar a un animal. Ahora, cuando hay un mosquito que me está molestando, disfruto mucho de encontrarlo y reventarlo contra la pared. Me produce mucha satisfacción defenderme. A eso es a lo que me refiero cuando hablamos del placer de perder el control. Creo que todos podemos conectar con el placer de defender tu territorio, con el placer de seguir el deseo, de seguir el instinto, y con el placer de no reprimirse tanto y de forma tan cotidiana a como estamos acostumbrados. A diferencia de los animales, los seres humanos tenemos la capacidad de represión. Sentimos el deseo de hacer algo y sentimos el impulso pero medimos las consecuencias y consideramos que no nos conviene. Entonces no seguimos lo que nuestro cuerpo nos indica. Y eso muchas veces nos protege, nos salva y nos permite seguir enteros físicamente y anímicamente. Pero tiene un costo grande emocional. Y uno acarrea muchas veces los estragos que provoca esa represión. En la película hay un elemento fuerte con el que el espectador puede identificarse, que tiene que ver con la clase media. Con los que no son poderosos. Los excluidos del poder político y económico. Sino que tienen que trabajar día a día para pagar las cuentas. Uno se identifica con estos personajes llevados al punto de quiebre… Absolutamente. Hasta con la novia, con la exigencia que puede sentir una mujer de treinta y pico que tiene que demostrarle a su familia y al mundo que alcanzó definitivamente la felicidad y celebrarlo para todos, y de pronto, en esa celebración hay una pareja que no es sólida en absoluto. Pero hay una presión de seguir con una máscara de felicidad… Por supuesto. Es muy difícil ser uno mismo en estos días donde todos te dicen lo que tenés que ser. En los actos de estos personajes, cuando ya están empujados al abismo, hay una redención, un reclamo de la dignidad que la sociedad les quita… No podría explicarlo mejor. Me parece que hay algo de heroicidad en estos personajes, pero no pasa tanto por las acciones que realizan, ni por la forma que encuentran, sino por la valentía de expresarse. Aun con consecuencias a menudo catastróficas. Pero hay algo con lo que creo que todos podemos conectar que es en esa pulsión de defender tu territorio. A veces uno necesita eso y me parece que en ese sentido, por lo que veo en la audiencia acá en Argentina y lo que pude percibir en todos los festivales donde hemos presentado la película, es que hay algo de catarsis en la experiencia de transitar estas dos horas. Hay mucha violencia pero aun así el cine se llena de carcajadas y de cierta euforia. ¿Por qué cree que pasa eso? Que se entiende tan bien fuera de la Argentina. La gente se identifica muy bien con esas situaciones. ¿Por qué? No podemos escapar a la universalidad aunque queramos. Creo que somos muy similares y ante todo estamos todos unidos por el ADN, más que por el pasaporte, o por nuestra cuenta bancaria o nuestro idioma. Somos seres humanos y cada una de estas historias me parece que procesa conflictos que son muy primitivos, ancestrales. Es decir, el hombre versus el sistema; o una mujer engañada que descubre la infidelidad durante su noche de bodas; un joven que quiere vengarse de todas las personas que imposibilitaron su desarrollo y su ascenso y su crecimiento; una joven mujer que tiene la posibilidad de desquitarse del hombre que le arruinó la vida a su familia… Desde el origen de las culturas es probable que existan conflictos similares. Lo que cambia es el contexto o el idioma, pero evidentemente el tipo de relatos que este volumen reúne expresan un poco problemáticas que nos son comunes. Uno de los personajes dice en un momento que todos quieren que los hijos de puta paguen por sus crímenes, pero nadie es capaz de hacerlo… ¿Cree que el sistema oprime a la gente? ¿En lugar de ser un camino hacia su realización personal termina siendo un lastre? Sí sí sí sí. Yo creo eso definitivamente. Creo que son muy pocos los casos de gente que logra verdaderamente hacer su camino. Desde que nacemos te están tratando de meter en un camino que no necesariamente es el que vos deseas o el que te corresponde por naturaleza. La educación, la escuela, todo tal como está hoy concebido pretende meterte adentro del sistema que está diseñado para beneficiar a muy muy muy muy pocas personas. Creo que de eso más o menos todos nos damos cuenta. De que no está diseñado para el beneficio de la mayoría. E incluyo por supuesto a la clase media, que muchos consideran como los beneficiarios de este sistema, pero creo que aunque tengan más poder adquisitivo que la ‘clase baja’, viven bajo un estrés absoluto y son bombardeados de la noche a la mañana, de la mañana a la noche, con publicidad, con deseos que no tenés, con miedos. Y son muy pocas personas las que se dedican a un trabajo que verdaderamente los llena de placer y de felicidad. Para el sistema somos consumidores o contribuyentes en términos de impuestos. Pero no diría que nuestras necesidades son verdaderamente consideradas.  ¿Es por eso que el espectador siente empatía por estos personajes aunque cometan crímenes terribles? Yo creo que sí, que por eso se generan una identificación. Por supuesto que ni la película ni yo estamos sugiriendo ‘esto es lo que hay que hacer’. Pero creo que uno puede comprender por qué estos personajes toman las decisiones que toman. Y en esa comprensión hay una cercanía, hay una amistad que se puede establecer entre el espectador, el autor y el personaje. Hay una especia de entidad que resulta de estas tres entidades que en principio están separadas: el autor, el personaje y el espectador, que le da sentido a las cosas que pasan. Me gusta esa comunicación que se puede establecer en el cine. Son personajes alienados. Algunos dan la sensación de ser incapaces de sentir empatía hacía los otros, incluso ponen barreras para excluir de su mundo a los otros. Y pueden ser obstáculos que resultan mortales… A veces el espectador no puede identificarse con alguna de las partes. Por eso no sufrís tanto y te podés hasta reír de ese final tétrico del episodio, porque lo podés ver desde afuera. Sos uno, sos el otro, vas cambiando el punto de vista y al mismo tiempo podés comprobar el sinsentido de esas dos personas que terminan masacrándose en el medio de la nada. Como muchas veces uno lee cosas en los diarios que decís ‘¿para qué? ¿por qué estupidez esto terminó así?’. Cuando veo en el diario que alguien cometió un acto completamente delirante, o que se prendió fuego para protestar algo, yo nunca pienso que esa gente es extraterrestre. Siempre puedo establecer empatía y puedo comprender cómo, en un sistema que a menudo es tan hostil, alguien puede perder los estribos. En todas las historias hay escenas en las que uno no puede evitar reír a carcajadas, aunque sean sumamente violentas. ¿Cómo llegó a ese contrapunteo de mezclar violencia y ganas de reír? La escritura de este proyecto estuvo regida absolutamente por la libertad y por el placer. Simplemente las imágenes ocurrían y con total frescura y liviandad yo las iba transcribiendo al papel. Casi como un espectador que va viendo lo que se le presenta. Como cuando uno sueña… que en algún momento uno está creando y dirigiendo el sueño y también lo está transitando y se va sorprendiendo por lo que aparece. Así fue. No es que yo busqué especialmente la violencia o que busqué especialmente el humor. Más bien creaba estos personajes y los ponía a interactuar y las situaciones iban ocurriendo y progresando con consecuencias desconocidas. De hecho, en más de una oportunidad pensaba que las cosa iban a terminar bien y me encontraba ante el abismo; y en otros casos, creía que estaba yendo hacia el abismo y de pronto aparecía una situación esperanzadora y tal como aparecía, así la transcribí. Creo que la risa viene de la identificación de la que hemos hablado. Cuando toda una sala de cine se ríe de lo mismo queda en evidencia cuánto nos parecemos en nuestras fantasías y en nuestros miedos. Por eso lo podemos disfrutar: porque nos sentimos menos solos. ¿Por qué las imágenes de animales salvajes que acompañan los títulos? Me gusta mucho que una película incluya una secuencia de títulos y me parece que “seteaba” bien el tono de la cinta, sobre todo por el contrapunto de lo que vamos a ver después. Son animales salvajes pero en reposo. Me gustaba mucho ver a esos animales en estado de libertad para luego cortar a personajes cuya libertad se ve amenazada y cuyo espacio vital se ve reducido y obviamente terminan reaccionando. De las seis historias ¿tiene alguna favorita? Creo que va variando. Puedo conectar realmente con todos y siento que son todos muy distintos. Pero cada uno cumple su función; te diría que son todos órganos vitales de este proyecto.