Historia de un matrimonio (Marriage Story), la última película de Noah Baumbach, es un viaje intenso pero paciente hacia el corazón podrido y espinoso que se forja en las separaciones. El matrimonio de Charlie (Adam Driver), un director de teatro obsesivo y genial, y de Nicole (Scarlett Johansson), la actriz principal de la compañía que este dirige, no da para más y ambos se deslizan por el sórdido tobogán de los ajustes legales. La custodia de Henry, su dulce hijo de seis años, es el centro del pleito y el canal a través del cual Baumbach lleva hacia delante su indagación de las máscaras rotas, los odios aposados, el egoísmo, el engaño y la mutua repulsión que dan relieve a la insatisfacción existencial de la pareja.

El argumento de la película es, pues, tan antiguo como la humanidad. Y en él hay abogados muy blancos que encajan en el cliché del inescrupuloso american lawyer. Y ocurre simultáneamente entre la bulliciosa y trillada Nueva York y el frívolo sector del entretenimiento de Los Ángeles. Y es una producción de Netflix que confió como fórmula de mercado en el dulce y melancólico Adam Driver y la universal Scarlett Johansson: los ingredientes de un pseudo chic flick o una cándida comedia negra están sobre la mesa.  Pero no, claro que no, dice Baumbach, que logra escapar a los lugares comunes del guion gracias a la paciencia y el balance con el que se desplaza por los dos corazones rotos y cabezas disparatadas del drama. Sin la lupa psicológica de Bergman, sin dejar a solas a sus personajes, entregándoselos al espectador desde el grito herido de sus cuerpos, Baumbach logra que este, maleable, alterne entre las orillas de los amantes en pugna. Que los odie y los redima, los desprecie y compadezca, hasta que sus grietas, su infantil vulnerabilidad y confusión lo convenzan de entenderlos en vez de juzgarlos. "Cómo nos adaptamos, o no, al mundo que nos rodea, ese es el tema": Olivier Assayas Entonces, a pesar de que los gritos, las traiciones soterradas y las distorsiones de la verdad se vuelven la norma relacional desde el inicio del pleito, el espectador se conmueve. Pues la mezquindad venenosa que aflora en Charlie y en Nicole gracias al temor de dejar de pertenecer al mundo de su hijo, nos hace sentir el film, está en todos nosotros; nos hace sentir que su cálculo para dañar y el deseo para arrodillar y despojar al otro reposa silencioso en el corazón de las relaciones conyugales –en la suya, rota desde 2013 con Jennifer Jason Leigh–.  Historia de un matrimonio, soportada en las actuaciones soberbias y viscerales de Driver y Johansson, es, sí, una denuncia sobre los pactos fraudulentos del matrimonio y el cambio de piel que ocurre durante el divorcio. Es también un escupitajo rabioso a nuestra tradición judeocristiana, patriarcal, en la que nadie escapa al juego de roles. Es una caricatura macabra de los abogados de familia. Se mete en el frágil mundo de los niños, que se intoxican e interiorizan para siempre la violencia de las separaciones. Pero es también, y por eso termina siendo una película de gran belleza, un desnudo intenso y eléctrico del alma humana, tan sedienta de compañía y calor. Tan confundida. Capaz de perdonar una y otra vez, de amar una y otra vez… A pesar de tocar el fondo. 10 películas para entender el malestar social en Colombia (y América Latina)