La ‘oficina’ del botánico Julio Betancur se extiende por paisajes impactantes que incluyen bosques húmedos, cimas de montañas con vistas asombrosas y más, mucho más. Su radio de acción, entiende el espectador de la película Homo Botanicus, comprende todo lugar en Colombia que aún no ha sido objeto de su exploración. No son muchos, este hombre ha viajado por toda esta accidentada y grandiosa geografía nacional. Al momento de filmar, Betancur, una eminencia que inspira esta película desde un trabajo monumental pero casi invisible para el gran público, se acercaba a las 20.000 plantas colectadas: un promedio de 12 por día. Pero la estadística pura y dura está lejos de encapsular la experiencia que propone el director Guillermo Quintero. El ángulo de una pasión que raya con la obsesión separa a Homo Botanicus de un registro fílmico de belleza natural o de una historia de exaltación profesional.

La cinta es mucho más que un registro fílmico de belleza natural, pero sí se sirve de esta para cautivar y envolver. Foto: Casatarantula La película se sirve bien de esta belleza natural, claro. La encuadra maravillosamente, y a voluntad la alterna entre protagonista y trasfondo. A la manera de una planta venenosa, también muestra que la naturaleza carga su dosis de terror y zozobra. El sonido ambiental suma una gran cuota para hacerla tan envolvente como merece y, da la impresión, la música de la película tiene la misión de recordar que en lo asombroso hay incomodidad. Le puede interesar: Spike Lee, la historia negra en espiral En sus muchos años de trabajar en campo, buscar, encontrar, catalogar, Betancur ha contado con varios discípulos, y no es un detalle menor. Homo Botanicus es un relato de naturaleza y de dos hombres que la adoran y alimentan esa pasión. Con un tono que fluctúa entre lo anecdótico, lo científico y lo reflexivo, Quintero narra cómo trabajan, viven y comparten su tiempo Betancur y Cristian Castro en una de sus expediciones. En el trabajo y en cómo lo abordan y gozan se revela la más poética de las devociones, la no correspondida, la que no pide nada a cambio. Esto en medio de decenas de digresiones filosóficas y charlas sobre familias de plantas que tienen nombres curiosos como ‘Guzmania gloriosa’. El director partió de su propia experiencia de vida, y por eso resulta natural que se incruste en la historia como un testigo fuera de cámaras. Quince años antes de filmar, compartió expediciones con Betancur, y para Homo Botanicus vuelve a conectarse con su ex maestro y con su aprendiz del momento. Los sigue, los retrata mientras los admira profundamente y envidia su entrega, la que él quizá no tuvo. No a ese nivel. Como ellos lo hacen con las plantas, Quintero describe, analiza y disecciona la labor de los botánicos y sus dinámicas. Con su cámara y con su voz en off integra al espectador a sus emociones y conversaciones, que van de lo profundo a lo espontáneo. “Es una mamacita”, exclama Castro en un momento, refiriéndose a una de sus amadas orquídeas. Betancur responde “Y ahora quién lo va a sacar de aquí”. Este último, recalca la película, no es un hombre de orquídeas (la más fácil de amar, la más bella), es de bromelias. La cinta también echa mano de material documental y fotográfico. Con esos recursos mira al tremendo recorrido de Betancur y también al desarrollo de las plantas. Y no solo se queda en la naturaleza. Acompaña a los dos hombres en su regreso a la universidad. Conocemos esa otra oficina, ese otro espacio en el que se desempeñan y que necesitan. Presenta el mítico Herbario, ese lugar donde la catalogación se materializa y, en esa decisión, exalta la labor que muchos otros desempeñan y suman a la tarea loable e interminable de registrar naturaleza.

La cinta también se sale de lo natural y exalta la meticulosa labor de archivo. Foto: Casatarantula Le sugerimos: La huella de Van Gogh en el celuloide Si bien la voz de Betancur aparece solo en sus charlas filmadas con Castro, exceptuando una gran secuencia cerca del final en la que recita en off  las características de una de las plantas catalogadas, no es el caso del aprendiz. Castro sí habla directamente con el director. Su voz se convierte en el aspecto más refrescante de la película; su voz, la más francamente emotiva, lleva al espectador a contrastar lo que hace con su vida y la convicción con la cual se desempeña. A cuestionar si transmite y cómo transmite, y cuánto se emociona en su labor. Si desde una pantalla decente en el hogar la película se ve increíble, en la pantalla grande estalla. La cinta de Guillermo Quintero vio la luz en Colombia ayer, en el marco del Festival de Cine de Cartagena 59 (FICCI). Ya se había llevado el premio a la Mejor Película Internacional en la competencia del Torino FF y ha hecho parte de Dok Leipzig. Llegará a salas colombianas a mediados de 2019. “Uno encuentra lo caminos y los caminos lo encuentran a uno”, asegura Cristian Castro. Desde una oficina que no viste mucho verde, vale la pena dejarse encontrar por la cinta.

Cristian Castro, Julio Betancur, y el eterno arte de mirar y reconocer lo que no se ha visto antes. Foto: Casatarantula Vea aquí el tráiler de la cinta.