Para la décima edición del Bogotá Audiovisual Market (BAM), que culmina hoy, viernes 12 de julio, uno de los invitados internacionales más destacados es el australiano Shane Smith. Actualmente, Smith es el director de programación de Hot Docs, el festival de cine documental más grande de Norteamérica que se celebra anualmente en Toronto, Canadá. Anteriormente había trabajado con el Festival de Cine de Toronto, donde fue director de proyectos especiales para modalidades del festival como TIFF in the Park, TIFFBell Lightbox, Nuit Blanche y Shortcuts. Además fue el director de programación pública del mismo festival así como colaborador para eventos como el Sundance Film Festival y el Inside Out Toronto LGBT Film Festival. ARCADIA charló con él sobre el estado actual del género documental en diferentes dimensiones como el crecimiento en popularidad del género, el impacto de las plataformas de streaming en la industria audiovisual, las nuevas innovaciones narrativas que se gestan a nivel internacional, así como del papel que juega el cine documental como agente de cambio en un mundo cada vez más consciente de las diferentes luchas políticas y ambientales. Tan solo con dar un vistazo a los festivales de cine, a la oferta en carteleras y a los servicios de streaming, uno se puede dar cuenta del aumento de popularidad que ha tenido el género documental. ¿Por qué cree que ha surgido tal fenómeno? Hay un par de razones. Primero, vivimos en un mundo que está en constante cambio, y no siempre para bien. La personas se encuentran inseguras y confundidas y por eso se están preguntando constantemente el porqué de las cosas que las rodea. Es por eso que creo que la gente está hambrienta de explicaciones y el documental es el que da respuestas.  La segunda causa son las plataformas de streaming como Netflix, porque se han encargado de tener al documental como una parte importante de su oferta, de tener un buen número de ellos en sus listas de películas. Eso hace que, ahora más que nunca, haya formas de que la gente los vea y que hoy en día seamos grandes audiencias en potencia para el documental.  Ya esa preferencia que había en el mercado por la ficción no es tan marcada. En mi formación, en la escuela te decían que el documental era algo “bueno” para ti: era como una medicina, parte de la educación, algo que te tenías que aguantar si querias aprender. Y aunque el documental todavía tiene un componente pedagógico importante, es mucho más que eso. Saber explotar las posibilidades del género hace toda la diferencia para las audiencias no especializadas.  ¿Reconoce algún tipo de tendencia, sea en forma o en contenido, de los documentales que se están haciendo a nivel internacional? Creo que en términos de forma, el documental ha evolucionado a grandes zancadas en los últimos ocho o diez años. Desde una perspectiva técnica, las herramientas que hoy están disponibles para los realizadores audiovisuales son mejores y más baratas. Aun así creo que hay técnicas que pueden llegar a ser sobrevaloradas por más avanzadas que sean. Tal es el caso de las tomas que se hacen con drones. Ha habido una epidemia de usarlos cuando no son siempre necesarios. Si no van a ayudar a que cuentes tu historia de una mejor manera, es mejor prescindir de ellos.  Pero lo que realmente me entusiasma es su dimensión creativa para contar historias. Veo tantas innovaciones en las formas de contar que constantemente me sorprendo de lo maleable que puede llegar a ser el documental como género. Tan solo con ver el aumento en el número de documentales que se utilizan elementos de la ficción y el uso de recreaciones como técnica narrativa son tan solo algunos ejemplos. Lea también: “Un mar de envolturas”: una crítica de Netflix por Diana Bustamante

Está claro que los servicios de streaming son un agente de cambio importante en toda la industria audiovisual. ¿Cree que son una amenaza para los festivales de cine? No lo veo como una amenaza. Los festivales también somos importantes agentes de innovación si sabemos hacerlo con a través de una oferta variada y realmente atractiva. Nuestro trabajo es hacer que la gente se levante del sillón, compre una boleta y venga a la proyección. Y es allí donde sabemos que hay un esfuerzo importante en traer a los directores a los festivales, para tenerlos en conversaciones, en paneles, etc., porque esa es la manera en que un documental puede tener un impacto más grande. Eso es algo que no se puede replicar tan solo con una pantalla. En Hot Docs trabajamos con Netflix: mostramos sus películas y ellos están muy interesados en que así sea, porque saben lo importante que es el modelo interacción que propone un festival. Por eso, no tenemos miedo a los servicios de streaming, sabemos que son algo complementario a la industria. Por eso, todos estos cambios se deben ver desde la perspectiva de que toda la industria está evolucionando y todos en la industria estamos aprendiendo entender lo que sucede. Al final todos queremos lo mismo: tener muchos pares de ojos viendo películas.  Uno de esos cambios importantes es el acceso que la gente tiene a plataformas y herramientas para contar historias desde lo audiovisual ¿Cómo ve a los talentos emergentes que hacen uso de estas alternativas? Hoy en día todo el mundo puede ser contar una historia a través de cualquier medio. Y creo que las personas jóvenes, particularmente, son los que se sienten más cómodos haciéndolo. Sea desde la dirección o la edición, estamos viendo una gran cantidad importantes de talentos emergentes que son cada vez más recursivos y conscientes de su arte. Aquí en mi paso por Colombia, he encontrado muchos colombianos jovenes que estan viendo en el documental una posibilidad real de tener una carrera que seguir. Claro que eso no hace que el camino vaya a ser fácil. Siempre tendrás la necesidad acceder a las herramientas, de tener las habilidades, y de acercarte a las redes de apoyo para que tu trabajo se visibilice. Uno siempre tiene que ser consciente que es uno entre miles y miles de personas que están haciendo películas.  Le puede interesar: El documental que protesta por el asesinato de líderes sociales en Colombia Una innovación tecnológica que ha ganado momentum en los últimos años es la realidad virtual (RV). ¿Qué lugar tiene en el cine documental? La RV no solo tiene aplicaciones en los videojuegos y en el mundo de la publicidad, sino que los documentalistas han sido desde un principio uno de los más interesados en verla como una herramienta para contar sus historias, ya que son formas de generar mayor impacto a través de la inmersión y como un mecanismo para generar empatía. En este momento, los festivales los han ido incorporando poco a poco a su oferta. Quizás en el futuro haya festivales dedicados exclusivamente a películas de realidad virtual. Pero por ahora, creo que en general, no solo para el cine, la RV es una tecnología que no ha encontrado de manera muy clara su modelo de negocios.  Acelerarse a utilizar nuevas tecnologías porque sí puede resultar en una innovación ilusoria, porque su uso no garantiza la profundidad ni la calidad de un trabajo documental. Uno puede contar una gran historia de manera rudimentaria. Claro que es peligroso tan saltar sin pensarlo y usar la tecnología porque sí, sin dejar que tu historia sea la que determine el contenido. Un ejemplo es lo que decía de las tomas hechas con drones. En cada puñetero documental tienen uno y la gran mayoría de las veces no son necesarios. Ya se ha convertido en un cliché. Eso sí, es una gran tecnología pero puede convertirse en un desperdicio de tiempo para el espectador y de dinero para la producción. Los programadores siempre nos remitidos de regreso a la historia. Eso es lo que nos interesa. No es qué tan buena sea la cámara con la que grabaste, sino de cómo nos logran conectar a lo que cuentan. Cuando en Hot Docs hacen la selección de documentales, ¿qué buscan?  Lo que siempre buscamos son historias únicas y contadas de una manera ingeniosa. Inclusive aquellas historias que todos conocemos muy bien, cuando son contadas de una manera fuera de lo ordinario, realmente están sacando a relucir lo más bello y valioso que uno puede encontrar en el género documental: el hecho de poder sumergirse a las profundidades de una persona, de un tema, de un lugar. A aquellos lugares que las noticias no nos llevan. Vivimos en una sociedad saturada de información y sabemos que todas estas cosas están pasando a nuestro alrededor pero no las conocemos a profundidad ni todas las capas que tienen.  Eso sí, no tenemos sesgos al momento de elegir la proveniencias del trabajo. Los recogemos de tantas partes del mundo como podamos. Además, soy muy afortunado por que el hecho de que yo programe para un festival que se hace en Toronto, una de las ciudades más multiculturales del planeta, me da la seguridad de que vamos a tener siempre a alguien que quiera ver lo que traemos. Lo que amo de trabajar en festivales es precisamente es traer a los estas historias a las audiencias y puedo garantizar que después de cada proyección siempre sale alguien a decir: “No sabía esto, ¿por qué no lo sabía?”.  Eso es lo que todo documentalista quiere escuchar sobre su trabajo. Creo que la mejor parte de mi trabajo es ver todo lo que sucede en el mundo a través de los documentales. Veo lo mejor y lo peor del mundo. Como programador uno se cruza con imágenes difíciles, llenas de traumas. Claro que no es nada comparado con las personas que lo sufrieron.  Le puede interesar: ¿Ser o no ser admirador de Michael Jackson? Las preguntas que deja el documental sobre abuso infantil Como bien lo dice, los documentales son un agente importante al momento de llamar la atención sobre un tema, de traer temas de discusión a la esfera pública. Y parece que de alguna manera lo hacen más que nunca, tan solo con mirar los ejemplos de Leaving Neverland (2019) o 13th (2016). ¿Es este papel tan prominente que tiene el género documental un respuesta o una causa al estado actual del mundo en el que nos encontramos? Creo que son ambos. Quien quiere hacer lo hacen porque quieren generar algún tipo de cambio. Porque quieren llamar la atención sobre un tema. Y eso hace que se quieran enfrentar a todos los obstáculos y a la falta de dinero para lograrlo. Documentales como Leaving Neverland o todos los que están surgiendo con el movimiento #MeToo, que examinan el momento cultural que estamos viviendo igualdad de género y los problemas que implican el abuso a las mujeres y las minorías, son algo cada vez más importante, más necesario.  Los documentales tienen un papel muy importante en países como Colombia, un país donde hay tantas historias que fueron oficialmente enterradas y que los documentalistas están haciendo lo mejor que pueden para excavarlas, para traerlas a la luz. El siguiente paso sería convertir esa consciencia del público en cambios reales. Y eso es algo que los documentalistas todavía están aprendiendo a hacer. A  producir impacto y difundir su trabajo de tal manera que llegue a un nuevo nivel y que se convierta en una herramienta para cambiar el mundo.

Hay un volumen impresionante de documentales que retratan grandes dramas y traumas históricos. Y en ese panorama es muy difícil que un realizador pueda sobresalir. Por eso creo que al momento de hacer una película, un documentalista siempre debe pensar en la forma de hacer que la audiencia no pueda olvidar lo que cuenta.  Hace dos o tres décadas, la mezcla entre ficción y documental, era visto como algo más de nicho y podía repeler a las audiencias. Con el éxito de documentales como The Act of Killing (2012), pareciera que ahora las audiencias están más acostumbradas a este tipo de experimentaciones…  Creo que en general hay mayor alfabetización mediática en comparación a lo que sucedía hace unas décadas. Por ejemplo, cuando se estrenó The Thin Blue Line en 1988, causó un shock en la audiencia y en la academia. Muchos no pensaron que se tratara de un documental. Pero con la proliferación de plataformas como YouTube o Vimeo, que te permiten entrar en contacto con todo tipo de contenidos, la gente ha empezado a acostumbrarse a nuevas formas de usar el lenguaje audiovisual. Lo mismo ha sucedido con los servicios de televisión premium y el auge de las series. Por eso creo que ya no hay tanto problema con aventurarse en experimentar con la forma de narrar y de llevar los horizontes a otros límites. Ver que ahora las audiencias, cada vez, son más receptivos a los retos que traen narrativas más complicadas es algo emocionante. Eso sí, creo que uno debe ser precavido y no llegar al punto de espantar a la audiencia. ¿Hay algún trabajo o realizador emergente que le haya llamado la atención recientemente? ¡Hay tantos! Lo primero que se me viene a la cabeza es un documental que se presentó en la pasada premiere de Sundance: The Infiltrators. Esa película es un gran ejemplo de cómo mezclar elementos de ficción en el documental. Lo que es realmente interesante es que fue algo necesario para que la historia pudiera ser contada. Al ser un documental sobre los centros de detenciones para inmigrantes en los Estados Unidos en 2012, mucho antes de que la gente siquiera supiera que esto ocurría, está claro que los realizadores no podían entrar a filmar a estos lugares, así que decidieron recrear lo que cada una de sus fuentes les contaba y no solo contar con el cliché de una cámara estática frente a la cual la gente narra sus historias.  Otro documental que me gustaría destacar es The Edge of Democracy, de la brasileña Petra Costa. Se trata de una mezcla efectiva entre la historia personal del director y el contexto más amplio de todo lo que sucedía política y socialmente en Brasil desde hace cuarenta años hasta hoy. Conseguir ese balance sin perder el foco, la profundidad, ni el impacto de la historia es una apuesta arriesgada, pero ella lo logró. Ver que un documentalista está dispuesto a este tipo de retos que implica balancear esos registros de narración y hacer una gran película es una de las cosas que más me emociona sobre el documental como género. Le puede interesar: ¿Qué democracia queremos en tiempos digitales? 13 expertos responden