Brie Larson abrió el sobre y Samuel L. Jackson gritó emocionado los nombres de los ganadores: Charlie Wachtel, David Rabinowitz, Kevin Willmott y Spike Lee, por BlacKkKlansman. Segundos después, los cuatro guionistas subían al escenario a recibir la estatuilla. Los tres primeros nombres fueron ahogados por los aplausos y acabaron convertidos en parte del paisaje. El cuarto se robó la ovación, las miradas, el micrófono, la noche. La entrega del premio a mejor guion adaptado fue el punto más alto en medio de una ceremonia un poco lánguida. Spike Lee saltó en brazos de Jackson. Vestía un traje púrpura, gorro, manoplas y una edición especial de zapatos Air Jordan dorados. Más allá de la excentricidad en el vestuario, lo que partió en dos la ceremonia fue el comprometido discurso que inició con un tajante: "Apaguen ese puto reloj". Le puede interesar: ‘Glenn Close sigue esperando el Óscar‘ Con las manos y la voz temblorosas, Lee se remitió a la herencia ancestral africana, alma y nervio de una extensa filmografía profundamente comprometida con la raza negra, reveladora en cuanto a los desencuentros entre minorías conformadas por inmigrantes y crítica ante las vicisitudes que estas poblaciones han atravesado históricamente en el territorio estadounidense. Los choques entre comunidades con distintas ascendencias, pero que comparten barrios y problemáticas, son el eje de la ya clásica Do the Right Thing (1990), de la asfixiante Summer of Sam (1999) y de la extraordinaria La hora 25 (2002), filmada con la cicatriz aún abierta de una Nueva York rota por el ataque a las Torres Gemelas.
El delicado acercamiento a las carencias y afectos de las familias negras convierte a Crooklyn (1994) en un sobrecogedor espejo del ahora gentrificado distrito neoyorquino. El jazz es el pretexto de un romántico drama interracial en Jungle Fever (1991). El baloncesto es el lente a través del cual se revela la esperanza y las escasas alternativas de los jóvenes negros en He Got Game (1998) y es también una promesa cumplida en el documental televisivo Kobe Doin‘ Work (2009), en el cual arriesga un amplísimo despliegue técnico para capturar desde decenas de cámaras a un solo jugador durante un partido apenas aceptable. Las lecturas más abiertamente históricas delinean, entre otros, los guiones de Malcolm X (1992), del documental 4 Little Girls (1997) y de su ahora premiada BlacKkKlansman (2018).
A pesar de la inequidad y la violencia que ha enmarcado esa historia negra, el de Spike Lee no es un cine lastimero, sino un sostenido grito confrontacional y una celebración afirmativa del color, la música y la resistencia de una identidad en muchos casos banalizada y reducida al estereotipo por la cultura popular. El cine del director nacido en Atlanta, pero ícono neoyorquino, subraya los símbolos de ese cliché y ahonda en su esencia para rescatarlos de la superficie. El hip hop, el jazz y la exquisita música incidental de su inseparable aliado Terence Blanchard dibujan un territorio sonoro que alterna entre la melancolía y la rabia, que remite a las raíces heridas en la plantación, y que responde a ese malestar histórico a través de rimas contestarias, melodías íntimas o ritmos frenéticos. Ese lenguaje claramente identificable, con visos de un paradójico humor negro, recorre cada escena de BlacKkKlansman y también retumba en la presencia colorida y ruidosa que saltó al escenario para recibir el premio por la adaptación de esa historia. El guion está basado en el libro casi homónimo de Ron Stallworth, que cuenta su historia real: un policía negro, con afro setentero y atuendo de Shaft, que acaba infiltrándose en las filas del Ku Klux Klan. El principio, una secuencia intermedia y el final de la película rompen con el registro de ficción e incluyen valioso material documental. Primero, escenas de Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó (1939), película ampliamente cuestionada desde el punto de vista racial; después fragmentos de la descarnada El nacimiento de una nación (1915) junto a un duro recuento en la voz de Harry Belafonte; y al final tomas noticiosas de recientes ataques en Virginia. Un diálogo entre un contexto de dicriminación cíclicamente renovado y la aparición del humor, la imaginación y la astucia como formas de resistencia ante ello. Más de treinta años releyendo y reescribiendo esta historia negra a través del cine previenen a Spike Lee respecto a versiones más blandas y convenientes del tema racial, como la de la ganadora a mejor película, Green Book. Además de explayarse en un enérgico discurso, Lee se despachó contra la película dirigida por Peter Farrelly, conocido en Hollywood por comedias como Loco por Mary (1998) y Tontos y más tontos (1994). La telúrica aparición durante la ceremonia y sus réplicas tuiteras a lo largo del día siguiente han involucrado incluso a Donald Trump. La discusión se abre justo a finales de febrero, mes de la Historia Negra. Y justo ese es el punto de partida del emotivo discurso leído por Spike Lee en los Óscar: "Febrero es el mes más corto del año pero también es el mes de la historia negra. Hace 400 años fuimos robados de África y trajeron como esclavos a nuestros ancestros para trabajar la tierra. Mis abuelas llegaron hace más de 100 años. Mi madre usó su cheque del seguro social para que yo me pudiera educar. Quiero rendirle homenaje a nuestros ancestros que construyeron este país y presenciaron el genocidio de sus pueblos. Todos nos conectamos con nuestros ancestros para recuperar nuestra humanidad en un momento poderoso. La elección presidencial ya está por venir, vamos a movilizarnos, a ponernos del lado correcto de la historia y tomar decisiones morales entre el amor y el odio. Hagamos lo correcto".
La frase final es el título en español de su más conocida película Do the Right Thing. En 1991, estuvo nominada a mejor guion y también fue vencida por una película de negros y blancos conversando en carros viejos. Aquella vez, la ganadora fue Conduciendo a Miss Daisy. Haz lo correcto comenzaba en medio de la armonía calurosa de un verano neoyorquino y acababa con los ánimos caldeados, los inmigrantes italianos, latinos y negros trabados en guerra, la policía excediéndose impunemente con las minorías y un personaje, Radio Raheem, con una enorme fuerza doblegada, mientras sus manoplas –iguales a las que Spike Lee lucía en la noche de los Óscar– gritaban "Amor" en una mano y "Odio" en la otra, antes de quedarse inmóviles para siempre. Una parte de la historia se repite en espiral, otra se reescribe desde la distancia.