Stellan Skarsgard es quizás el actor sueco de mayor reconocimiento en la actualidad. Ha demostrado su talento desde su debut en la televisión de su país, con tan solo 16 años, en el programa de televisión Bombi Bitt och jag (1968). Desde entonces ha asumido roles en un notable abanico de géneros cinematográficos que incluye una serie taquillera de Hollywood como Piratas del Caribe (interpretó a Bill Turner), una incursión en el universo Marvel (en que encarnó al Dr. Erik Selvig) y un musical, Mamma-Mía! Pero es quizás en el drama donde más brilla. Lo prueban filmes tan conocidos como El indomable Will Hunting y también el hecho de que Lars Von Trier lo tenga como uno de sus actores predilectos. Ha participado en Breaking the Waves (1996), Dogville (2003), Melancholia (2011), y en la entrega doble de Nymphomaniac (2013). Recientemente, interpretó con maestría al político soviético Boris Shcherbina en la serie de HBO, Chernobyl. ARCADIA conversó con Skarsgard por cuenta de su papel en la más reciente película del director alemán Volker Schlöndorff: Regreso a Montauk. La cinta, coescrita junto al novelista irlandés Colm Toibin, adapta Montauk (1975), el drama romántico del célebre escritor suizo Max Frisch. No es la primera vez que Schlöndorff toma como punto de partida una obra literaria, lo ha hecho en repetidas ocasiones: dirigió una famosa versión del El tambor de hojalata —la novela más reconocida del Premio Nobel de Literatura alemán Günter Grass— y esta le mereció un Óscar y la Palma de Oro de Cannes en 1979. Así mismo, ha adaptado a Arthur Miller, a Marguerite Yourcenar e inclusive ya había adaptado a Frisch para el cine en 1991 con Homo Faber. El actor escandinavo contó detalles sobre su trabajo bajo la dirección de uno de los grandes representantes de la nueva ola del cine alemán junto a figuras como Werner Herzog, Rainer Werner Fassbinder y Wim Wenders. También abordó diferentes aspectos de esta cinta que se estrena el 4 de julio en Colombia.
Fotograma de ‘Regreso a Montauk‘ | Franziska Strauss ¿Qué es lo primero que piensa cuando escucha “Montauk”? Antes de leer el libro de Max Frisch y el guión, pensaba en el famoso faro del siglo XVIII que se ve en tantas fotografías. Sabía que varios artistas, como Andy Warhol, habían estado allí. Pero nunca había ido a Montauk. Ahora sí tengo una imagen mental propia del lugar. Rodar allá fue como estar en el punto más al norte de Dinamarca, donde todos los impresionistas escandinavos iban a pintar en busca de una luz increíble. Sentía algo muy parecido por la manera en que la luz se refleja en el océano en Montauk, y al escuchar el rugir de las olas. Es algo fantástico. ¿Qué lo convenció a hacer parte del proyecto? Tenía mucho interés en trabajar con Volker Schlöndorff porque siempre he tenido gran admiración por sus películas. Lo considero uno de los grandes directores que hay por su inteligencia y sensibilidad. Pero lo que realmente me convenció fue leer el libreto que me envió. ¡Tenía tantas palabras! Realmente era como leer literatura en el preciso inglés que maneja Colm Tóibín. No es el tipo de guión que usualmente te dan. Además, Regreso a Montauk es una obra que va contra mis principios. Siempre he creído que el cine debe tener tan poco de literatura como sea posible. El texto no es lo importante, sino lo que sucede entre las líneas. Y aunque no me podía negar a participar, el filme comienza con un monólogo de casi cinco minutos de Max Zorn, y tan solo eso fue un gran reto para mí. Odio memorizar mis líneas. ¿Cómo describiría a su personaje, Max Zorn? ¿Qué tipo de hombre es? Siempre me resisto a describir a mis personajes porque eso implica, inevitablemente, que los reduzca en el proceso. Tengo la convicción de que uno debe siempre apuntar a representar a una persona de verdad y acercarse a la vida real tanto como sea posible. Sé que esto que digo está lleno de contradicciones y de irracionalidad. Lo que quiero decir es que Max realmente está en el primer plano de esta película, no tanto en la trama o en la historia. Él es un hombre cuyas fantasías respecto a las relaciones personales se han salido de proporción y que, al momento de enfrentarse con la realidad, se choca contra ella. Pero también es una película sobre dos mujeres, su relación con él, cómo ven a Max y cómo ven a la vida en general.
Fotograma de ‘Regreso a Montauk‘ | Franziska Strauss ¿Qué hace de Volker Schlöndorff un director tan especial? Su único interés es el resultado. No importa cómo llegues a él. Por eso tiene un ritmo de trabajo muy rápido pero también muy flexible. Esto implica que no es una pérdida de tiempo cada vez que filma una escena desde un ángulo diferente, sino una experimentación para llegar al resultado que quiere. Rodamos muchísimo, y con mucha velocidad, toma tras toma, sin mucho tiempo de espera, e inclusive sin cortes entre la una y la otra. Creo que esto se acomodó mucho a mí porque es la única manera en la que se puede lograr la espontaneidad necesaria, en momentos en que no puedes lograr si los planeas. Claro, este estilo de rodaje solo funciona con un director que realmente se tiene confianza. Volker escucha y ve todo. Se da cuenta de cada detalle. Y por eso sabe apreciar tan bien cuando esos pequeños momentos especiales surgen y quedan expuestos a la luz. ¿Cómo fue el rodaje en Nueva York? Cada vez que aterrizó en el Aeropuerto JFK, siento que mi pulso se acelera y mi nivel de adrenalina solo baja cuando me vuelvo a ir. La energía de la ciudad te infecta. Nueva York, como locación de la historia, tiene algo especial, que ha ofrecido para tantas otras películas. Creo que todos tenemos estas imágenes compartidas de la ciudad. Inclusive quienes no la han visitado, las tienen. Imágenes del Empire State, los taxis amarillos, el sonido, inclusive los olores… Sin embargo, en Regreso a Montauk no estamos retratando la típica Nueva York de postal, y filmar en medio del día es algo caótico. Con el presupuesto que teníamos, no podíamos hacer que bloquearan las calles. Entonces, estábamos atentos siempre a que no nos fuera a atropellar un carro. Pero lo más increíble de estar allí es capturar la energía que te da la ciudad. Por último, también creo que trabajar con Volker Schlöndorff hizo que todo fuera mucho más divertido. ¿Por qué él siempre se encargó de decidir todo? Es posible decir que Volker tiene tanto conocimiento sobre arte y literatura que es una enciclopedia andante. Entiende inmediatamente qué quieres y de qué hablas cuando reflexionas sobre tus escenas. Él recibe las ideas y sugerencias de manera directa, pero es claro que él decide al momento de hacer una escena. Por eso suena mucho más firme al decirte “No” que un director de poca experiencia... Inclusive cuando se lo tiene que decir a un actor de tanta experiencia como yo. Y, ¿cómo fue trabajar con Nina Hoss y Susanne Wolff? No nos conocíamos antes de la película. Ambas son actrices fantásticas y creo que fue un privilegio poder pasar tiempo con ellas. Lo mismo pienso de Isi Laborde. Las tres son actrices radicalmente diferentes pero tienen algo en común: su presencia frente a una cámara. Todas están presentes en cada escena, pero no con una idea preconcebida en su cabeza. Sucumben al momento, se mantienen abiertas y espontáneas. Eso es maravilloso. ¡A mi edad, es verdaderamente un honor estar rodeado de tres mujeres tan brillantes, jóvenes y hermosas!
Fotograma de ‘Regreso a Montauk‘ | Franziska Strauss