Estados Unidos la batalla contra el tabaco está llegando a su clímax. Ahora la industria tabacalera se enfrenta a una demanda del Departamento de Estado, que pretende que asuma 20.000 millones de dólares que ha gastado el Tío Sam en tratamientos médicos por cuenta del humo que gustosamente aspiran sus ciudadanos. Pero hay un factor que hace mover los cimientos de la demanda: los voceros de la Casa Blanca tuvieron que admitir, con un gesto contrito, que el propio presidente Bill Clinton tiene un mal enamoramiento con los habanos y que no ha podido dejar el hábito de encenderlos cuando no los está usando en otros menesteres.