Un estudio realizado en el Broward College de Florida (Estados Unidos) señaló que el consumo de los llamados alimentos “de entrada” como los dulces o los helados pueden ser un indicador de una mayor ingesta de alimentos ultraprocesados.
Así las cosas, la investigación detalló que comer menor cantidad de este tipo de productos permite que los adolescentes eviten la comida chatarra. Estos hallazgos se presentaron en el marco de las Sesiones Científicas de Hipertensión 2022 de la American Heart Association en San Diego, California.
“La buena noticia es que incluso los pequeños cambios, como reducir la frecuencia con la que se comen algunos alimentos básicos, pueden reducir el consumo general de alimentos poco saludables y tener un gran impacto en su salud en general”, dijo Maria Balhara, la estudiante que dirigió la investigación.
La comida ultraprocesada se caracteriza por su alto contenido de azúcar, sal, grasas trans no saludables y los sabores y colores artificiales. Frente a este tipo de productos, el estudio del Broward College de Florida destacó cómo los alimentos como el pan, los refrescos y las carnes procesadas representan más del 60% de las calorías que los estadounidenses comen a diario.
“Los alimentos ultraprocesados están diseñados para ser muy sabrosos o diseñados para ser lo más adictivos posible. También son baratos y convenientes, lo que los hace difíciles de resistir. La mayoría de las personas están comiendo demasiados de estos alimentos sin darse cuenta”, aseveró Balhara en un artículo publicado por Science Focus.
La investigación agrupó datos relacionados con la frecuencia en la que un grupo de adolescentes había consumido 12 productos ultraprocesados durante un periodo de ocho semanas. Entre estos se encontraban galletas, dulces, papas fritas, chocolate, bebidas energéticas, postres, helados, pasteles, batidos, té endulzado con jarabe, pan blanco y carne procesada.
El estudio contó con la presencia de 315 participantes entre 13 y 19 años de 12 escuelas secundarias en el sur de Florida. Al respecto, se identificó que el consumo de postres congelados se asoció con un aumento del 11% en los alimentos ultraprocesados, mientras que una alta ingesta de pasteles se vinculó con un incremento del 12% en insumos ultraprocesados. Finalmente, el dato más preocupante se presentó en los que comieron muchos dulces, pues quienes lo hicieron también incrementaron el consumo de comestibles ultraprocesados en un 31%.
“Los niños son los clientes predilectos de las marcas. Agarrar a un menor de edad lo antes posible y provocar en él una expectativa de goce y un gusto adquirido acorde a los estímulos que estos comestibles y bebidas proporcionan es la mejor estrategia para garantizar un cliente a futuro”, advirtió Soledad Barrutia, autora del libro Mala leche, en conversación con la Agencia Anadolu.
En su momento, Enrique Jacoby, asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OPS/OMS, aseguró que los alimentos ultraprocesados y la comida rápida representan una parte cada vez mayor en la dieta de los latinoamericanos.
“Estos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas. Están diseñados para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generan deseos incontrolados de consumo que llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer. Por eso resultan doblemente perjudiciales: son casi adictivos y eso lleva a aumentar el sobrepeso y la obesidad, al tiempo que sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes”, concluyó Jacoby.