Tan solo en Europa, la obesidad produce más de 1,2 millones de muertes al año, lo que se traduce en el 13% de todos los fallecimientos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por su parte, el sobrepeso afecta aproximadamente al 42% de la población adulta de Estados Unidos y es el detonante de enfermedades crónicas como diabetes, cáncer y otras afecciones.
Con estas cifras, pocos estudios han investigado los efectos de comer tarde en la noche. Pero un nuevo estudio realizado por investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard en el Brigham and Women’s Hospital descubrió una serie de nuevos resultados al respecto.
“Queríamos probar los mecanismos que pueden explicar por qué comer tarde aumenta el riesgo de obesidad. Investigaciones anteriores realizadas por nosotros y otros habían demostrado que comer tarde se asocia con un mayor riesgo de obesidad, mayor grasa corporal y menor éxito en la pérdida de peso. Queríamos entender por qué”, explicó el autor principal del estudio Frank Scheer, director del Programa de Cronobiología Médica en la División de Trastornos Circadianos y del Sueño en Brigham and Women’s.
Por su parte, Nina Vujović, miembro del grupo de investigadores, añadió que se estudiaron a 16 pacientes con un índice de masa corporal en el rango de sobrepeso u obesidad. Cada uno completó dos protocolos de laboratorio: el primero con un horario de comidas temprano estrictamente programado y el segundo con las mismas comidas, pero cada uno programado unas cuatro horas más tarde en el día.
“Descubrimos que comer cuatro horas más tarde hace una diferencia significativa en nuestros niveles de hambre, la forma en que quemamos calorías después de comer y la forma en que almacenamos grasa”, explicó Vujović.
Para medir cómo el tiempo de alimentación intervino las vías moleculares involucradas en la adipogénesis, o de qué manera el cuerpo almacena grasa, los expertos recolectaron biopsias de tejido adiposo de un subconjunto de participantes durante las pruebas de laboratorio en los protocolos de alimentación temprana y tardía, con esto compararon los patrones de expresión génica, detalló el Harvard Gazette.
En ese sentido, los resultados fueron contundentes: comer más tarde tuvo efectos profundos sobre el hambre y las hormonas reguladoras del apetito, la leptina y la grelina, que influyen en el impulso por comer.
Cabe destacar que cuando los participantes comieron más tarde, también quemaron calorías a un ritmo más lento y se aumentó el crecimiento de grasa en el cuerpo.
Vujović añadió que estos hallazgos no solo son consistentes con una gran cantidad de investigaciones que sugieren que comer más tarde puede aumentar la probabilidad de desarrollar obesidad, sino que también arrojaron información útil sobre cómo ocurre esto.
Además, mediante el uso de un estudio cruzado y un estricto control de los factores ambientales y de comportamiento como la actividad física, la postura, el sueño y la exposición a la luz, los investigadores detectaron cambios en los diferentes sistemas de control involucrados en el equilibrio energético, un marcador de cómo el cuerpo utiliza los alimentos consumidos.
“Este estudio muestra el impacto de comer tarde versus comer temprano. Aquí aislamos estos efectos al controlar variables de confusión como la ingesta calórica, la actividad física, el sueño y la exposición a la luz, pero en la vida real, muchos de estos factores pueden verse influenciados por el horario de las comidas”, concluyó Scheer.