Un estudio de la Universidad Estatal de Pennsylvania, Estados Unidos, descubrió que el exceso en el consumo de grasas, además de generar problemas inflamatorios, puede alterar la capacidad del cerebro para regular el apetito.

“La ingesta de calorías parece estar regulada a corto plazo por los astrocitos. Descubrimos que una breve exposición (de tres a cinco días) a una dieta rica en grasas y calorías tiene un gran impacto sobre los astrocitos, lo que activa la vía de señalización normal para controlar el estómago”, dijo la doctora Kirsteen Browning, de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Pennsylvania.

Los astrocitos son unos de los principales tipos de células cerebrales junto con las neuronas. Una de sus funciones es la coordinación de la actividad cerebral.

“Con el tiempo, los astrocitos parecen desensibilizarse a los alimentos ricos en grasas. Después de 10 a 14 días de seguir una dieta alta en grasas y calorías, los astrocitos parecen no reaccionar y la capacidad del cerebro para regular la ingesta de calorías parece perderse. Esto interrumpe la señalización al estómago y retrasa la forma en que se vacía”, añadió Browning, autora principal de la investigación que fue publicada en The Journal of Physiology.

En un principio, los astrocitos reaccionan a la ‘comida chatarra’ liberando sustancias químicas llamadas gliotransmisores, las cuales estimulan a las neuronas del estómago que se encargan de su funcionamiento para llenarlo o vaciarlo en respuesta a la comida que pasa por el sistema digestivo.

Cuando algo inhibe a los astrocitos, destacó Manuel Núñez, periodista especializado en nutrición del portal Cuerpo Mente, se interrumpe la comunicación entre cerebro y sistema digestivo. La disminución de las sustancias químicas de señalización lleva a un retraso en la digestión, porque el estómago no se llena y vacía de forma correcta.

Los investigadores analizaron el comportamiento de control del consumo de alimentos en más de 200 ratones de laboratorio. La mitad fueron alimentados con una dieta normal y la otra con una alta en grasas durante uno, tres, cinco o 14 días.

Los autores combinaron los resultados con técnicas genéticas especializadas y farmacológicas para apuntar a distintos circuitos neuronales. Todo esto permitió al equipo inhibir específicamente los astrocitos en una región particular del tronco encefálico, la parte posterior que se conecta con la médula espinal, añadió la revista Cuerpo Mente.

“Todavía tenemos que averiguar si la pérdida de actividad de los astrocitos y el mecanismo de señalización es la causa de comer en exceso o si ocurre como respuesta a comer en exceso. Estamos ansiosos por saber si es posible reactivar la aparente capacidad perdida del cerebro para regular la ingesta de calorías. Si este es el caso, podría conducir a intervenciones para ayudar a restaurar la regulación de calorías en humanos”, concluyó la doctora Browning.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) subraya la necesidad de sustituir las grasas saturadas, presentes en las carnes grasas, productos lácteos enteros y derivados, por insaturadas como el aceite de oliva y las que están en el pescado.

Se recomienda consumir entre 20% y 35% de grasas totales, de las que entre el 6% y 11% deben ser poliinsaturadas; entre 15% y 20%, monoinsaturadas; y menos del 10%, grasas saturadas.

Reemplazar las grasas saturadas por grasas poliinsaturadas reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular, agregó la Organización Mundial de la Salud.