Hoy en día, en la industria alimentaria se usan más de diez mil tipos de químicos que se agregan a productos altamente procesados. A estos se les conoce como aditivos alimentarios y entre ellos se incluyen los colorantes, los conservantes, los endulzantes y los emulsificantes. Cabe resaltar que algunos de ellos no se agregan directamente al alimento, pero pueden entrar en contacto indirecto al producto por medio del empaquetado.
De hecho, los aditivos artificiales, que incluso han sido aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés), no han pasado realmente por ninguna prueba para comprobar sus efectos a largo plazo en la salud antes de ser introducidos a la industria alimentaria y al mercado.
Esto no quiere decir que no se les practique ningún tipo de prueba antes de aprobarlas, pero muchas veces son realizadas por las mismas empresas que van a ser uso de ellos en sus productos. Incluso hay ingredientes que son generalmente reconocidos como seguros que no requieren de la aprobación de la FDA para usarlos.
Consecuencias de los aditivos artificiales en la salud de los niños
Según un estudio publicado en el 2018 por la revista Pediatrics, los niños son especialmente susceptibles a los efectos nocivos de los aditivos artificiales. Esto se debe a que su sistema metabólico no está totalmente formado y debido a su menor peso corporal, pesa más la cantidad de aditivos por porción.
En el caso específico de los colorantes, su consumo ha sido vinculado con un incremento de los síntomas de hiperactividad, déficit de atención y otros desórdenes de comportamiento. Estos resultados son especialmente evidentes en niños de entre 3 y 9 años.
Esta es una problemática latente, pues los colorantes son usados en alimentos especialmente dirigidos a los niños. Los colores brillantes y el dulce sabor es una herramienta ideal para atraer a los más pequeños y hacer que consuman estos productos. Además, los colorantes artificiales son preferidos a los colorantes naturales debido a que duran más y logran tonalidades más vivas; sin embargo, no aportan fibras ni otros nutrientes a la dieta.
Citando a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), “la ingesta excesiva de estos nutrientes es resultado, en gran medida, de la amplia disponibilidad, asequibilidad y promoción de productos alimentarios procesados y ultra procesados, que contienen cantidades excesivas de azúcares, grasas y sodio”.
Cabe resaltar que los niños no son los únicos afectados por el consumo de aditivos artificiales. El excesivo consumo de conservantes, especialmente aquellos que contienen nitritos y nitratos han sido vinculados con la aparición de células cancerígenas, especialmente en casos de cáncer de seno y cáncer de próstata. Estos aditivos se encuentran especialmente en las carnes rojas.
¿Cuál es la solución?
La solución más obvia es reemplazar totalmente estos productos que contienen aditivos artificiales, especialmente en la dieta de los niños. Sin embargo, debido a que muchas veces estos productos son una alternativa más económica que las frutas o productos 100% naturales y orgánicos, muchos hogares siguen prefiriendo consumir estos alimentos y muchas veces no son conscientes de los efectos que pueden tener a largo plazo.
De hecho, en Colombia desde junio del 2021 fue aprobada la Ley de Etiquetado de Alimentos cuyo objetivo es que todos los alimentos altamente procesados sean marcados para informar a los consumidores que el producto contiene grandes cantidades de azúcares, sodio o grasas.
El país no es el primero en implementar una ley de este tipo, Suecia en 1989 ya había implementado el etiquetado Keyhole con el objetivo de identificar aquellos productos más saludables. Por su parte, en Latinoamérica, desde el 2013 Ecuador adoptó el semáforo nutricional.