La pequeña tortuga de pantano occidental (Pseudemydura umbrina), a pesar de su tamaño, sufre grandes problemas. Está casi extinguida, su hogar está desapareciendo, es un sabroso bocado para especies invasoras como los gatos y, además, tiene que lidiar con el cambio climático. Así que, para evitar la extinción del reptil, los científicos están haciendo algo inusual y muy controvertido.Un equipo, liderado por expertos de la Universidad de Australia Occidental, reubicó alrededor de una docena de tortugas criadas en cautividad en agosto de 2016. Lo hicieron en dos sitios al norte y sur de Perth (capital del estado de Australia Occidental), a unos 250 kilómetros del rango de distribución conocido de la especie, ya que el cambio climático está secando su hábitat pantanoso. Aunque su nuevo hogar es todavía un poco frío, se espera que las condiciones sean óptimas de aquí a 50 años.Como parte de un ensayo a largo plazolos investigadores están llevando a cabo un seguimiento de estos reptiles para ver cómo se adaptan a través de un ejemplo práctico e inusual, que utiliza una técnica de conservación discutida en el mundo científico: la colonización asistida (también conocida como migración asistida o reubicación controlada).La idea es simple. El cambio climático está provocando que el hogar de muchas especies de plantas y animales amenazadas sea inhabitable. Y esta tendencia es probablemente irreversible. ¿Por qué no mover las especies a un entorno más adecuado?“La idea de resistir al cambio climático de alguna manera tiene que ser abordada”, dice a DW John Morton, biólogo jefe en el Refugio Nacional de Vida Silvestre de Kenai en Alaska. “Está pasando demasiado rápido y apenas estamos empezando a preguntarnos qué hacer. El cambio climático no conoce fronteras, así que una opción que estamos lanzando es la reubicación controlada”, explica.Todas las especies, ya sean grandes o pequeñasSe desconocen las consecuencias de esta reciente técnica, pero al menos una vez el resultado ha sido positivo. Chris Thomas, ecólogo de la Universidad de York, en el Reino Unido, dice que podría ser una ayuda para cientos de especies, en particular aves y mariposas.En un experimento realizado hace varios años, el científico participó en el traslado de un número de mariposas a un hábitat a unos 100 kilómetros al norte de su hogar de origen, al nordeste de Inglaterra. Aunque las especies no estaban en peligro, prosperaron y ahora sirven como ejemplo positivo para la investigación.No obstante, hay una diferencia entre mover una especie a una zona cerca de su hábitat común, o hacerlo a cientos de kilómetros dentro de un país o incluso cruzando fronteras. Thomas señala que para ello hay que crear antes unas normas, aunque parece ser la mejor opción en el caso del desmán ibérico, o de los Pirineos(Galemys pyrenaicus)una especie de mamífero anatómicamente muy similar a un topo o una musaraña.El hábitat ribereño fragmentado del roedor, que se alimenta de insectos en las montañas del norte de España y Portugal, se está volviendo inviable a medida que las crecientes temperaturas secan los arroyos. Modelos informáticos muestran partes de Escocia, Gales y Escandinavia, que podrían proporcionarle un nuevo hogar a esta especie.“El desmán ibérico es la única especie de mamífero en todo su género. Es una especie muy distinta y si la perdemos, podría considerarse una grave pérdida para la diversidad”, afirma Thomas. “Pero ella sola no puede migrar a Francia y cruzar a nado el canal de la Mancha. Eso no va a suceder”, lamenta.De regreso al estado de Alaska – conocido por sus bosques de píceas (árbol similar al abeto) e inviernos congelados – Morton cree que la colonización asistida también sería una opción aquí. Aunque el estado es muy frío, durante el último medio siglo se está calentado a una velocidad dos veces mayor que el resto de los EE.UU. Los incendios forestales en el Refugio de Kenai se han incrementado y una epidemia de escarabajos de píceas, que duró 15 años hasta bien entrada la década de 1990, exterminó un gran número de árboles.Muchos se han reforestado de forma natural, pero las grandes extensiones no se han regenerado y ahora son praderas. Eso ha puesto de manifiesto la ausencia de una especie, que podría beneficiarse del traslado de algunos ejemplares: el bisonte. El animal no ha habitado la península de Kenai desde hace 40.000 años.“Una gran área en el sur parece ser un caso de deforestación, donde un bosque de abetos se ha convertido en un pastizal, pero aquí no tenemos animales pastando para mantener el equilibrio”, dice, refiriéndose al destacado papel que juegan los rebaños en el mantenimiento de los ecosistemas, mediante la fragmentación de suelos y la dispersión de semillas.Propuesta arriesgadaAlgunos consideran que la introducción de una nueva especie en un ecosistema es demasiado arriesgada. Amanda Rodewald es profesora de ornitología en la Universidad de Cornell y estudia el impacto del cambio climático a nivel mundial en poblaciones de aves. La investigadora está de acuerdo en que las crecientes temperaturas están afectando negativamente a las fuentes de alimento y a los hábitats. Sin embargo, cree que la protección de los ecosistemas existentes tiene que ser la principal prioridad en la protección del medioambiente.“La introducción de nuevas poblaciones puede parecer una solución razonable, pero las especies no existen en el vacío”, matiza a DW. “Cuando movemos un organismo a un nuevo ecosistema o región, podría perder acceso a recursos críticos, verse aislado de mutualistas (especies que coexisten para beneficio mutuo), o estar expuestos a nuevos depredadores, competidores, parásitos o patógenos”, explica.Las veces que se han introducido especies a nuevos hábitats en el pasado, ya sea accidental o intencionadamente, ha tenido un impacto desastroso. Así, el apetito de laPitón de Birmaniaque se cree que se escapó a la naturaleza estando en cautividad, está causando estragos entre la fauna nativa en los Everglades, Florida. Por otro lado, en el Reino Unido, la ardilla gris de las Carolinas se introdujo en la década de 1890 y desde entonces ha diezmado a las ardillas rojas nativas, debido a enfermedades y a la lucha por los recursos.Es difícil estimar cómo interactuará una especie nueva con la flora y la fauna existente en un ambiente extraño, según el profesor Daniel Simberloff, un reconocido experto en especies invasoras de la Universidad de Tennessee, en EE.UU.“Ni siquiera sabemos lo que estamos buscando”, admite a DW. “La colonización asistida es una propuesta demasiado arriesgada. Tampoco es seguro si la especie introducida va a sobrevivir. No creo que sea una buena idea”, afirma.Los defensores de la colonización asistida también son conscientes de los riesgos. Sin embargo, John Morton señala que las condiciones climáticas sin precedentes pueden requerir un enfoque conservacionista también sin precedentes.“Muchos de mis colegas, yo diría que la mayoría, siguen siendo muy críticos con esta técnica ya que tenemos un historial negativo introduciendo especies en el lugar y en el momento equivocado”, cuenta. "Para hacerlo de una manera inteligente, también se requieren las mentes más inteligentes”, concluye.