Éxito es una palabra que a muchos nos parece increíble, atrae nuestra atención de manera inmediata y hace que nuestra creatividad comience a fluir. Empiezan a brotar inmediatamente cientos de ideas que estamos convencidos, en una fase temprana o preliminar, que van a lograr lo que antes no habíamos podido conseguir, que este producto o servicio estrella por fin nos va a llevar a la cima de nuestra industria. Una de las grandes preguntas que me nació después de miles de estas ideas fue precisamente ¿qué es el éxito? ¿Podrá ser una persona con dinero, pero sin propósito, exitosa por el simple hecho de tener los recursos financieros? ¿Es exitoso un artista que vive en su propósito y es feliz, pero no tiene dinero? O ¿Será la mezcla del dinero con el propósito? Y ahí es cuando empiezo a pensar en todas esas personas emprendedoras, que al parecer viven en ese estado, pero tienen tantas prioridades, que simplemente pasan agotados. Que difícil que es el éxito al final de cuentas ¿no? Según estudios, pasan por nuestra mente diariamente 70.000 pensamientos o ideas, de ahí nace esa nueva gran idea, que sin lugar a dudas no pasa desapercibida y nuevamente nuestro cerebro comienza a maquinar miles de formas para darle una estructura; cosa que nos lleva unos cuantos días en armar y poder contarla a otras personas para una validación final. En ese momento, cuando está en esa fase que no puede haber nada ni nadie que la desvirtúe, entramos en un momento de desmotivación y vemos el éxito alejándose nuevamente, una fase de estabilización o de ajuste a la realidad en la que vivimos y esperamos otro bloque energético, que nos levante el ánimo y nos permita volver a empezar.
Según el Coach Tony Robbins “el éxito es hacer lo que quieres, cuando lo quieras hacer, en donde lo quieras, con el que lo quieras hacer, la cantidad de veces que lo quieras hacer”. Y eso me llevó a buscar las respuestas de cómo encontrar el éxito que todos queremos tener, pero que, al parecer pocos logran. Fue después de mucho estudio que entendí: primero que todo, en el poder de la mente y cómo esta influye de manera positiva si estamos en una situación de peligro y nos volvemos altamente recursivos, pero también cómo se paraliza si es una situación de simple miedo, por ejemplo, al buscar un ascenso y tener que llamar al jefe a solicitarlo. Ese paso exitoso está tan solo a una llamada telefónica, sin embargo, nos “morimos de miedo”. Entendí entonces que la forma principal que separa el éxito del fracaso es la acción. Y es precisamente en este punto en el que la gran mayoría de las personas fracasa. El miedo como tal es una manifestación imaginaria y fantasiosa que nosotros hacemos real al pensar en el resultado. Si nos basamos en el ejemplo anterior podemos ver como en la búsqueda de ese ascenso nos podemos encontrar con cientos de situaciones “atemorizantes” por parte del jefe, que nos paralizan la acción.
Tomando como base ese comportamiento, entendí prácticamente todo lo que necesitaba para empezar mi camino hacia una vida exitosa y fue en el momento que decidí entender dos cosas principales: La primera, el éxito es sumamente difícil. Si lo observamos por temas estadísticos es obvio que pocos son los realmente exitosos, lo que me llevó a concluir que no es fácil (sino todos serían exitosos). Y se puede entender este ejemplo con correr una maratón. Si te preparas lo suficiente, entrenas con un plan, te masajeas y te recuperas según tus necesidades fisiológicas, te alimentas correctamente, puedes llegar a correr una maratón. Suena sencillo de entender, pero no tan sencillo de ejecutar, al final de cuentas existirán cientos de excusas que te limiten a tomar acción. Con esa analogía, llegó la segunda gran conclusión: uno tiene que amar fracasar para poder triunfar. Pero ¿no se supone que la vida del éxito es totalmente lo opuesto? En ese instante me di cuenta que con cada fracaso venía el aprendizaje que me llevaba a tomar otras decisiones. Ese proceso se repetía una y otra vez y lo comprobé cuando mi tía alcahueta me llevaba al casino y me decía “lleve solo lo que está dispuesto a perder”, obviamente mi presupuesto era poco así que llevaba poco. Los resultados eran de esperarse, así como perdía poco de la misma manera ganaba poco. Esa analogía fue la que llevé a mi vida ¿Qué tanto estoy apostando por el éxito? ¿cuánto estoy dispuesto a perder para ganar? Hoy en día puedo decir tranquilamente que: todo. *Experto en productividad y asesoría en finanzas personales contacto@paulraminfar.com