Tras meses sin salir a la calle, sin tener contacto físico y retomar nuestra vida social puede ser bastante retador para todos, en especial para nuestros niños. En sus mentes hay mucha información sobre el virus, cómo prevenirlo, sus síntomas, tratamiento y demás, y esta sobreinformación puede crear en los niños una inseguridad sobre volver a su rutina de antes. Está científicamente comprobado que un cambio abrupto en la vida de una persona o el haber presenciado o vivido un evento inesperado emocionalmente intenso puede crear un trauma psicológico, teniendo como consecuencia reacciones emocionales y físicas intensas. Esto es lo que se conoce como trastorno por estrés postraumático (Tept). Algunas de las causas más comunes de este trastorno son la muerte repentina de un ser querido, la vivencia de un desastre natural, un divorcio, entre otros. En este caso, nuestro “trigger event” —desencadenante— puede ser la pandemia que estamos viviendo actualmente.

La pandemia de covid-19 llegó para cambiar abruptamente la cotidianidad que solíamos tener. De repente, el mundo como lo conocíamos desapareció y nos vimos forzados a aceptar una nueva normalidad. Este cambio está generando toda clase de efectos negativos, en especial para los niños que no logran comprender o aceptar por qué ya no pueden ver a sus compañeros ni ir a sus colegios, por qué ya no pueden jugar en los parques y se ven forzados a tener una hiperconvivencia con sus padres. Para los niños que cuentan con un entorno familiar funcional y saludable, la probabilidad de desarrollar un Tept disminuye, mientras que en niños que viven un ambiente familiar problemático los efectos de este confinamiento pueden marcar su vida emocional en un futuro. Por eso, es importante en estos momentos mantener vínculos muy sanos en pareja y con el resto de los integrantes de la familia.

Un evento como el de la cuarentena, si no se lleva bien en casa, puede generar traumas de larga duración en los niños. Foto: AFP. A los niños que les está costando adaptarse a esta nueva rutina pueden desarrollar un estrés prolongado, ya que ha sido un cambio que ha estado durante varios meses. El estrés prolongado tiende a producir cortisol y este no permite que la persona funcione de manera adecuada. Y en el intento de funcionar, pueden aparecer tics y comportamientos obsesivos, trastornos del sueño, de comida, entre otros problemas psicológicos.

Hay familias más propensas a la ansiedad y esta se puede manifestar en todos los miembros. Teniendo en cuenta esto, hay que hacer lo necesario en nuestro hogar para que los niños salgan de la pandemia lo mejor posible. Ellos son como esponjas, absorben todo lo que sienten y ven qué pasa entre los miembros de la familia. Por eso, padres, cuidemos de nuestra salud mental en este tiempo. Nuestro comportamiento puede tener un impacto directo en los niños. Pueden mandar mensajes de peligro (manteniendo un ambiente tenso y miedoso en el hogar) o mandar un mensaje de fortaleza, de resiliencia y esperanzador a los niños.  Es importante como padres estar al tanto de lo que piensan y sienten nuestros hijos durante este confinamiento. Por esto es necesario crear espacios donde los niños puedan expresarse y manifestar lo que están sintiendo y pensando. Alguno de los adultos mayores puede empezar creando un círculo para hablar de cómo se sienten ese día y así se modela lo que se espera en este espacio. Los niños son muy observadores. Si llegan a sentir que sus padres no se despegan del computador o del celular, si ven a sus padres en continuas discusiones, si ven que no expresan afecto o comienzan a tomar alcohol de una manera exagerada, etc., estos cambios pueden causar un efecto negativo en ellos. No es cierto que los niños “olvidan” o “no recuerdan” por ser niños. Al contrario, los traumas quedan grabados de una manera mucho más fácil en los niños porque su cerebro se está moldeando constantemente y —repito— son como una esponjita.

Entre los tres y los ocho años de edad se considera que la interacción social es fundamental. Durante estas edades, los niños empiezan a aprender a socializar con los demás, lo cual es de suma importancia para el bienestar emocional. Durante esta época de confinamiento, los juegos de fantasías y el arte-terapia pueden aportar un gran beneficio para la salud emocional de los niños. Con el juego de fantasía el niño pueda botar las emociones, imaginarse que el virus es un bicho que llegó a picar y así crear toda una historia sobre el virus en manera de juego. Algunos ejemplos del arte-terapia pueden ser que el niño pinte todo lo que sienta e imagine, rompa papel, etc. Estas terapias logran que el niño se libere. Es importante terminar los juegos y ejercicios de manera positiva. Por otro lado, cuentos como “Hansel y Gretel” o “Caperucita roja” pueden reflejar algo semejante a lo que se está viviendo y pueden ser de gran ayuda para que los niños tengan un panorama más abierto a las dificultades de la vida.

Con todo lo descrito, se busca lograr que los niños salgan de este confinamiento de la mejor manera posible en cuanto a su salud mental. Si los niños desarrollan Tept, los síntomas más comunes pueden ser: dejar de hablar, pueden tener pesadillas, ‘flashbacks‘, hablan dormidos y no descansan bien, pueden volverse retraídos o agresivos, usualmente tienen regresiones que incluyen volver a orinarse en las noches, dormir con la luz encendida o en el cuarto de los papas, entre otros. Por esto, es de suma importancia prestar mucha atención a los cambios en los comportamientos de nuestros hijos para poder brindarles la ayuda que requieren a la mayor brevedad y tener mayor probabilidad de éxito en los tratamientos. Los síntomas del Tept pueden aparecer semanas después o incluso el trauma puede permanecer en el inconsciente y manifestarse años después del evento traumático. Cómo evitarlo: Hablando de lo que sucede Expresión de sus sentimientos y pensamientos Familia funcional estable Juego de terapia Ejercicio físico Videollamadas con amigos Evitar el exceso de bebidas alcohólicas delante de los niños Evitar las discusiones entre padres frente a los hijos