Muchos suelen destacar que los emprendedores son personas creativas, con visión de futuro y que tienen cierta habilidad para ver oportunidades donde otros no las ven. Pero en ocasiones, y a pesar de contar con estas cualidades, los nuevos empresarios fracasan. En el mundo del emprendimiento se ha intentado reflexionar al respecto y mostrarles a los nuevos empresarios que cerrar una empresa no es malo y, al contrario, permite a la persona desarrollar habilidades que antes no tenía. Hoy a muchos empresarios les cuesta hablar del fracaso o incluso de las crisis que tuvieron que vivir. Pero, ¿qué pasa realmente cuando se quiebra un emprendedor o está viviendo un momento de crisis al crear una empresa? Como el ave fénix Desde muy joven Nicolás Villegas tuvo presente que su destino era emprender. Y así lo ha hecho desde 2006. Lea también: Creador de la web lanza plataforma para recuperar el control de los datos Creó una empresa que trajo al país los localizadores de clientes en las plazoletas de comidas y los sistemas RFDI que prometían ser la revolución del código de barras. Le fue bien. Llegó a tener contratos con grandes cadenas de restaurantes y supermercados que requerían este tipo de productos. Pero tras una serie de sucesos internos vendió su participación en este negocio. Con el dinero que obtuvo y en compañía de su hermana y un familiar montaron la primera tienda Crocs en el país. “Vimos una gran oportunidad y así fue. Abrimos la primera tienda en Gran Estación y nos empezó a ir muy bien”, contó. El negocio era bastante próspero. En tres años abrieron 16 tiendas y empleaban a más de 100 personas. Y en el mejor momento llegó la crisis. El aumento de los impuestos a las importaciones, la volatilidad del dólar y problemas con uno de sus socios llevaron a este emprendedor a tomar la decisión de salir de todo, quedar con una gran deuda, varias denuncias y reportado en las centrales de crédito. Aun así, Villegas no dejó de lado el sueño de emprender, por lo que volvió al ruedo llevando en el hombro los señalamientos por no haber tenido éxito en su empresa. Lideró dos empresas más: una enfocada en desinfección del agua y otra dedicada al desarrollo de páginas web. Y hoy él está liderando una que promete digitalizar la industria de las ferreterías, Tül. De hecho, esta startup, que inició operaciones en enero, logró cerrar una ronda de inversión de US$4 millones y ya tiene operaciones en varias ciudades del país y en el vecino país de Ecuador. Para él, son muchas las lecciones que dejó su quiebra. Entre ellas tomar decisiones basadas en todos los escenarios posibles. “El tema cultural es muy duro, pero me he encontrado con cosas increíbles. De hecho, a los inversionistas este tipo de vivencias les dan más seguridad porque están convencidos de que uno se compromete con el proyecto y que no se cometerán los mismos errores de antes”, afirmó.

Todo el que persevera... María y Sofía Mallarino son las fundadoras de Mochi Mochi Ice Cream, empresa que se dio a la tarea de colombianizar un postre japonés: el mochi. Conocieron el producto en un viaje familiar y tras hacerlos en su casa para cenas y encuentros con amigos y familiares se lanzaron a emprender. Iniciaron con pedidos por encargo, y María hacía los mochis rellenos de helados a mano. Hasta 2.000 semanales. Pero además del trabajo que cuesta elaborar este producto, las dos hermanas se dieron cuenta de que no les dejaba utilidad y que debían producir en volumen para ver un resultado. Puede leer: Emprendedores colombianos impulsan la energía solar con inteligencia artificial Alquilaron un local y compraron una máquina especial para la elaboración de este postre, con la que sufrieron bastante. No conocían su funcionamiento, estaba configurada en japonés y las pruebas que hacían no daban los resultados esperados. “El local tenía un aviso de ‘coming soon’, aviso que duró unos ocho meses porque no logramos dar con el uso de la máquina. Nosotras no sabíamos qué hacer, llorábamos, pensábamos que la inversión se había perdido y que la empresa moriría”, afirmó Sofía. Tras ires y venires lograron entender cómo funcionaba la máquina, desarrollaron nueve sabores y salieron con la primera producción. El primer día de ventas estuvo mejor de lo esperado, pero no contaron con una situación inesperada. “A los tres días de abrir, llego al establecimiento y veo que hay un charco en la nevera donde los teníamos. Todos los mochis se derritieron y no había nada que hacer para recuperarlos”, dijo María. Sin embargo, cuentan ellas, el apoyo mutuo y el de sus familiares las empujó a seguir y no abandonar un proyecto que, desde el principio, parecía no se iba a dar. Las emprendedoras aseguran que son varias las lecciones: conocer bien lo que se está haciendo, conformar un equipo diverso y en el que cada uno tenga establecidos su roles, y contar con proyecciones que aterricen el negocio a la realidad. Hoy en día esta empresa va por buen camino. En pandemia han crecido 75% en ventas, lograron una importante alianza para vender sus mochis en una de las cadenas de supermercados más grandes del país, realizaron sus primeras exportaciones a Venezuela y están haciendo contactos con clientes en Argentina y Estados Unidos. “Fueron momentos muy difíciles, pero sin duda rodearte de personas que creen en ti y que te dan ese impulso para salir adelante es clave. Y también para las mujeres es clave que no se queden calladas, que demuestren todo su potencial para dirigir una empresa sin importar si están o no embarazadas, si son muy jóvenes o no. Es cuestión de convencerse”, señalaron.

Un ADN para sobrevivir Eventsite nació siendo una empresa prometedora. Fue fundada en 2013 por Fabián Carrillo, un bumangués ingeniero de telecomunicaciones y apasionado por el mundo del entretenimiento que se dio a la tarea de crear una aplicación que informara a los ciudadanos sobre los principales eventos a los que podían asistir. Fue la aplicación oficial de las principales ferias y fiestas de Colombia y, tras conocer a su equipo de cofundadores, Manuel Vanegas, Pedro Chaparro, Mario Barajas y William García, la app se convirtió en una de las plataformas más importantes para la reserva y venta de entradas para eventos. Le recomendamos: Empropaz, el programa que apoyará a 116.000 emprendedores rurales Fueron de las primeras startups aceleradas por Rockstart en Colombia y en siete años han logrado importantes alianzas con actores de la industria del entretenimiento, como Tu Boleta y Páramo Entertaiment. “Veníamos con crecimientos de 3X año a año. Solo en 2019 lo cerramos con una facturación de $2.400 millones y 2020 prometía ser el mejor año de nuestra historia”, afirmó Carrillo. Dice que por cuenta de la crisis del coronavirus la industria en la que se movía Eventsite ha sido una de las más afectadas. De hecho, señala que vivieron meses en los que la facturación fue cero y recibían a diario quejas y solicitudes de los clientes por cuenta de la cancelación de los conciertos y eventos ya vendidos. “No dormía, fueron días muy difíciles. Inversionistas y allegados me decían que tenía que cerrar, que ya no había futuro con Eventsite. Estaba viendo cómo siete años de trabajo duro se estaban yendo”, dijo. Pero viendo la crisis de los restaurantes y las exigencias para su reapertura, Carrillo y su equipo encontraron que con su experiencia en el mundo de las reservas y con la tecnología podrían aportar a su reactivación. En eso crearon Cluvi, una app que agiliza los procesos de transformación digital de los restaurantes facilitándoles la implementación de menús y reservas digitales. Con este modelo ganaron una de las convocatorias que realizaron Diageo y Postobón para encontrar ideas innovadoras que aportaran a la reactivación de este sector, y así mantener la empresa en pie. Han digitalizado más de 400 restaurantes en las principales ciudades del país, se han generado más de 16.000 reservas y han registrado más de 85.000 usuarios por mes. También hay grandes proyecciones para internacionalizarse, por lo que en conjunto con Diageo esperan en 2021 llevar esta solución a más de 1.500 restaurantes en toda Latinoamérica. “En el ADN del emprendedor está la capacidad para resolver problemas y escuchar las necesidades del mercado y eso fue en parte lo que hicimos. También es necesario tener claro que en circunstancias como esta no hay que sentirse culpable por lo que está pasando, es un tema que nos ha golpeado a todos”, concluyó Carrillo.

A desenamorarse Mateo Marulanda se define como un loco por el emprendimiento, aunque hasta hace poco se inició de lleno en este mundo. Se graduó del Colegio de Estudios Superiores de Administración (Cesa) en 2017 y ha tenido experiencia laboral en empresas como Grupo Nutresa y en startups como Fitpal. Precisamente, en esta última firma aprendió bastante del mundo del emprendimiento de la mano de sus fundadores, Julián Torres y Santiago Aparicio. Allí duró un año y en ese tiempo en su cabeza estuvo rondando la idea de crear su propia empresa. Poco a poco empezó a buscar una oportunidad y la encontró. “Mi socio y yo montamos bicicleta y la inseguridad ha sido siempre un problema, no solo por temas de robos sino también por la seguridad en la vía. Ahí dijimos que sería bueno contar con un acompañante en el momento que lo necesitáramos”, dijo. Lea también: Así logró Siesua, un centro de depilación láser, sobrevivir a la pandemia Así nació Griip Bike, un servicio on-demand de personal capacitado y motorizado para hacer acompañamiento a los deportistas en sus recorridos. Asegura que el servicio resultó atractivo para los usuarios y poco a poco iban recibiendo más solicitudes. Sin embargo, por la pandemia, el modelo se desplomó. “Dado el confinamiento la demanda cayó y junto con mis socios Esteban Díaz y Martín Rodríguez pensamos en dos posibilidades: cerramos la empresa y cada uno sigue su camino o miramos qué hacemos para sacar adelante la idea”, afirmó. Tenían un activo bastante importante que era su personal motorizado y se dieron cuenta de que en la cuarentena las empresas estaban necesitando más y mayor apoyo en la logística. Y así nació en marzo Griip Logística, una startup que presta servicios de distribución a micro y pequeñas empresas. “Hicimos una investigación, un ángel inversionista nos abrió las puertas para hacer un piloto y comenzamos las pruebas para validar”, dijo Marulanda. Como toda empresa, en etapa temprana ha tenido que enfrentar varias dificultades. La primera de ellas que, a pesar de que el proyecto estaba validado, no contaba con la capacidad suficiente para atender la demanda; el segundo, su modelo de negocio no era rentable pues cobraban por kilómetros recorridos; y el tercero, recibir varios ‘no’. “Emprender es una montaña rusa de emociones. Creemos que nuestra idea es la mejor del mundo, que Jeff Bezos o un Steve Jobs no son nada al lado de uno, y cuando menos piensas el mismo mercado te aterriza, te sientes impotente, ves que no puedes pagar tu nómina y en medio de eso tienes que tomar decisiones para que el negocio salga o no adelante”, dijo. Buscar alternativas que ayuden a mejorar el estrés, contar con un equipo comprometido con la idea y “ver los ‘no’ como una oportunidad para estar más cerca del sí”, son algunas de las lecciones que ha tenido este emprendedor en tan corto tiempo y que sin duda dan muestra de que crear empresa va más allá de tener una innovadora idea. Le puede interesar: Las start-ups del millón de dólares lideradas por mujeres