El día 20 de diciembre marca el quinto día de la Novena de Navidad, un tiempo de preparación espiritual para la llegada del Niño Jesús. Durante este día, los fieles continúan con sus oraciones y cantos, siguiendo las tradiciones que han acompañado la celebración navideña a lo largo de los siglos.

La Novena de Navidad se celebra con alegría y tradición, acompañada de panderetas que marcan el ritmo de los gozos y canciones festivas. La celebración no estaría completa sin los típicos manjares de la temporada, como la natilla y los buñuelos, que llenan de sabor y calidez el ambiente.

Este evento no solo fortalece los lazos familiares, sino que también conecta a amigos y compañeros de trabajo, creando un espacio de convivencia y fraternidad en medio de la espera del nacimiento de Jesús.

Este 20 de diciembre, el día 5 de la Novena de Navidad, invita a la reflexión y la unión familiar en la espera del nacimiento de Jesús. | Foto: OWNER: HDCAP@MSN.COM

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente.

Amén.

  • Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo, 3 veces.

Consideración: Día Quinto

Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy toda la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que no tengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.

María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre; la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad, Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura... Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese aprendido de memoria... ¡Cuán ardientemente deseaba ese día!

Tal era la expectativa de María... era inaudita en sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda la vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino por esencia, potencia y presencia.

Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir y por nuestra cooperación a la gracia; de manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión, Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto, sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya.

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya, te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hagan esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado hijo.

¡Oh, dulcísima madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardaste tú, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.

Amén.

  • Se reza tres veces el Avemaría.

Oración a San José

¡Oh, Santísimo José! Esposo de María y padre putativo de Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.

Te ruego por el amor que le tuviste al divino Niño, me abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacra­mentalmente mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo.

Amén.

  • Se reza el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria al Padre.
El día 5 de la Novena de Navidad, el 20 de diciembre, celebra con oraciones y gozos, uniendo corazones en la espera del Salvador. | Foto: Getty Images

Gozos

Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh, divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, Adonaí potente que, a Moisés hablando, de Israel al pueblo, disteis los mandatos! ¡Ah! ¡Ven prontamente, para rescatarnos y que un niño débil muestre fuerte brazo!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, raíz sagrada de José, que en lo alto presentan al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! ¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanda mano, de la cárcel triste que labró el pecado!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan preciado, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y, en forma de niño, da al mísero amparo!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Rey de las naciones, Emmanuel, preclaro, de Israel, anhelo, pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto Bienhechor rocío, como riego santo! ¡Ven hermoso Niño! Ven Dios humanado, luce, hermosa estrella, brota flor del campo.

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Ven que ya María previene sus brazos do su niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Del débil auxilio del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Ve ante mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas, bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases te dice mi llanto!

  • ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

Oración al Niño Jesús

Acuérdate, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia, y nada te será negado”.

Llenos de confianza en Ti, ¡oh Jesús, que eres la misma verdad!, venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada.

Concédenos, por los méritos infinitos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia, de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a ti, ¡oh, Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.

  • Se reza 3 veces: Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo.

Villancico para finalizar