La enfermedad de Alzheimer, un tipo de demencia progresiva, afecta a millones de personas en todo el mundo. Una de las características más distintivas de esta enfermedad es la pérdida de memoria, que suele comenzar de manera gradual.

Aunque cada persona experimenta el Alzheimer de forma diferente, hay patrones comunes en los tipos de recuerdos que se pierden en las primeras etapas de la enfermedad.

La pérdida de memoria reciente como primer síntoma

La enfermedad de Alzheimer es una forma de demencia progresiva que afecta a millones de personas, especialmente a quienes superan los 65 años. Según el Instituto Nacional de Salud (NIA), más de 6 millones de personas en Estados Unidos viven con esta condición.

Los síntomas suelen comenzar a aparecer en las etapas más avanzadas de la vida, pero la pérdida de memoria es uno de los primeros indicios. A medida que la enfermedad avanza, los olvidos se intensifican y afectan gravemente la vida cotidiana.

Olvidar detalles recientes, como actividades diarias o conversaciones, es un indicio temprano de la presencia del Alzheimer.

Uno de los primeros y más comunes síntomas del Alzheimer es la dificultad para recordar eventos o conversaciones recientes. Según la Clínica Mayo, la memoria a corto plazo se ve afectada inicialmente, lo que hace que las personas olviden lo que ocurrió hace poco tiempo.

“Los primeros signos incluyen dificultad para recordar eventos o conversaciones recientes, pero la memoria empeora y se desarrollan otros síntomas a medida que la enfermedad avanza”, señala la Clínica Mayo.

Estos olvidos son típicos en las primeras etapas de la enfermedad y, aunque las personas pueden ser conscientes de la dificultad para recordar, no pueden evitarlo. La familia y los amigos suelen notar estos olvidos, ya que los afectados repiten preguntas o muestran confusión sobre hechos recientes.

El olvido de información reciente es una manifestación clara de los cambios cerebrales provocados por la enfermedad, especialmente en las áreas relacionadas con la memoria y el aprendizaje. Este es uno de los primeros indicios de que puede haber algo más grave, aunque en un principio se pase por alto como parte del envejecimiento normal.

Desorientación temporal y espacial: el siguiente paso en la enfermedad

A medida que la enfermedad avanza, se presentan otros síntomas relacionados con la desorientación temporal y espacial. Las personas con Alzheimer empiezan a perder la noción del tiempo y pueden no recordar la fecha, el día de la semana o incluso la estación del año. Además, se pierden en lugares familiares, como su propia casa, lo que aumenta su confusión y ansiedad.

La pérdida de orientación temporal y espacial se debe a la degeneración de las áreas del cerebro encargadas de procesar estas percepciones. Estos síntomas, aunque inicialmente leves, se agravan con el tiempo, y la persona afectada se vuelve cada vez más incapaz de reconocer su entorno o saber en qué momento se encuentra.

Cambios en el comportamiento y el estado de ánimo: el impacto emocional del Alzheimer

Los cambios en la memoria y la orientación suelen ir acompañados de alteraciones en el comportamiento y el estado de ánimo. La persona con Alzheimer puede mostrar irritabilidad, ansiedad, depresión y cambios de personalidad, lo que afecta sus relaciones con familiares y amigos.

La confusión sobre las personas cercanas o la sospecha infundada hacia los demás también es común, lo que puede llevar a tensiones en el entorno familiar.

La enfermedad de Alzheimer puede generar alteraciones emocionales, como irritabilidad y confusión en quienes la padecen. | Foto: Getty Images

La Asociación de Alzheimer señala que, conforme avanza la enfermedad, los síntomas emocionales y conductuales se intensifican. Las personas afectadas pueden volverse más desconfiadas y desarrollar conductas erráticas, lo que complica aún más la interacción social y la convivencia diaria.

La detección temprana y la importancia de actuar con rapidez

La detección temprana de la enfermedad de Alzheimer es esencial para ralentizar su progreso y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Aunque no existe una cura, los tratamientos disponibles pueden ayudar a controlar los síntomas y retrasar el avance de la enfermedad.

Detectar los primeros signos, como el olvido de eventos recientes, la desorientación temporal y los cambios emocionales, es clave para una intervención efectiva.

Cuando los síntomas comienzan a ser evidentes, es fundamental que la persona afectada consulte con un profesional de la salud para confirmar el diagnóstico y empezar a trabajar en un plan de tratamiento. La intervención temprana también permite a los familiares y cuidadores estar mejor preparados para los desafíos que trae consigo la enfermedad.