El vino es una bebida que ha enamorado a las personas con el paso de los años, y su correcta conservación es fundamental para disfrutar de todo su sabor. Una práctica común, pero errónea, es volver a colocar el corcho original en la botella después de abrirla, pero esta acción, aparentemente inofensiva, puede tener consecuencias negativas en la calidad y el sabor del vino.

La principal razón para evitar esta práctica radica en la naturaleza porosa del corcho. Una vez que se extrae de la botella, el corcho se expande y puede contaminarse con bacterias y otros microorganismos presentes en el ambiente. Al reinsertarlo, estos contaminantes entran en contacto con el licor, alterando su composición y potencialmente arruinando su sabor.

El error de volver a poner el corcho en la botella de vino | Foto: Basak Gurbuz Derman

Además, el corcho original está diseñado para un sellado hermético durante el almacenamiento a largo plazo. Una vez removido, es difícil lograr el mismo nivel de sellado, lo que puede permitir la entrada de aire adicional en la botella y el oxígeno es el enemigo número uno del vino abierto, ya que acelera el proceso de oxidación, degradando rápidamente sus características organolépticas.

Otro factor a considerar es la posible presencia de TCA (2,4,6-tricloroanisol) en el corcho, compuesto responsable del temido “sabor a corcho”. Al reintroducir un corcho contaminado, se corre el riesgo de transferir este defecto al vino restante, arruinando por completo la experiencia de degustación.

Los expertos en enología recomiendan utilizar tapones de vino especialmente diseñados para este propósito. Estos tapones, generalmente fabricados con materiales sintéticos o silicona, proporcionan un sellado adecuado sin los riesgos asociados al corcho original. Algunas opciones populares incluyen tapones de vacío, que extraen el aire de la botella, y tapones con sistemas de preservación que inyectan gases para desplazar el oxígeno.

Por qué no se debe volver a poner el corcho luego de que la botella de vino se abre | Foto: Michael Phillips

Para quienes prefieren soluciones más accesibles, una alternativa simple es pasar el vino restante a una botella más pequeña, reduciendo así la cantidad de aire en contacto con el líquido. También se puede cubrir la abertura de la botella con film plástico antes de colocar el tapón, creando una barrera adicional contra el aire.

El tiempo de conservación del vino una vez abierto varía según el tipo. Los vinos tintos suelen mantenerse en buenas condiciones durante 3-5 días, mientras que los blancos y rosados pueden durar 2-3 días si se refrigeran adecuadamente. Los vinos espumosos son los más delicados, perdiendo su efervescencia rápidamente y debiendo consumirse en 1-2 días.

Es importante destacar que, incluso con los mejores métodos de conservación, el vino comenzará a perder sus características originales una vez abierto. Por esto, la recomendación general es consumirlo lo antes posible para apreciar plenamente sus cualidades.

En lugar de volver a colocar el corcho, se recomienda utilizar métodos de conservación adecuados que prolonguen la vida del vino y preserven su calidad. Comprender estas técnicas no solo mejora la experiencia de degustación, sino que también ayuda a reducir el desperdicio de esta bebida.