Si bien las Sagradas Escrituras cuentan en el libro de Génesis que Dios fue quien creó el universo y en el sexto día hizo al hombre y a la mujer, también fue quien dio la orden de sacarlos del paraíso por desobedecer.

“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”, se puede leer en Génesis 3:20-24 de la Reina Valera de 1960.

Adan y Eva desobedecieron, dicen las Escrituras. | Foto: Getty Images

En este sentido, muchos fueron los desafíos que el hombre empezó a experimentar, es decir, que a partir de ahí, las tribulaciones fueron prominentes, mismas que tienen como objetivo crecer en Dios porque el corazón se transforma aguardando lo que el Señor dice en su palabra:

“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos, y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”, precisa Ezequiel 11:19-20.

De esta manera, la fe es más genuina y se va fortaleciendo, sin que esto quiera decir que un creyente está exento a tener pruebas difíciles, sino que más bien, Cristo anima al pueblo porque él ya venció.

La Biblia dice que Cristo ya venció al mundo. | Foto: Getty Images

“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”, asegura el evangelio de Juan 16:33.

¿Qué otro propósito tiene los momentos difíciles?

El texto bíblico se refiere no solo a momentos difíciles, sino también a tribulaciones y angustias que el ser humanos en su día a día tiene, y es el apóstol Pablo hace referencia de esto, en 2 Corintios 1:4-7:

Dios consuela. | Foto: Getty Images

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren”.

Es entonces que el creyente debe entender que el sufrimiento no es eterno y que Dios consuela: “Pues, así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo”, 2 Corintios 1:4-7.