La época de Navidad es muy significativa para millones de personas, debido a las emociones y momentos que aparecen en el camino. El mes de diciembre se viste de colores, luces, adornos y sonrisas, encaminando todo para que los seres humanos compartan un poco de sus sentimientos con los más queridos.
Pese a que en cada cultura existen rituales, actividades y creencias diferentes, algunas destacan más que otras por los comportamientos que generan en las personas. Varias provienen con un significado, mientras que otras únicamente se adaptan al estilo de vida de un territorio.
En el caso del Día de las Velitas, se conoce como una celebración colombiana que marca el inicio de las festividades navideñas. También brilla como la Noche de las Velitas y este evento se lleva a cabo el 7 de diciembre, la víspera del Día de la Inmaculada Concepción. Es una tradición llena de luz, color y significado religioso que une a las comunidades del país cafetero en una manifestación de alegría y espiritualidad.
La celebración tiene sus raíces en la devoción católica y en la anticipación del nacimiento de Jesucristo. La Inmaculada Concepción, que conmemora la creencia de que la Virgen María fue concebida sin mancha de pecado original, es un dogma importante en la Iglesia Católica. El Día de las Velitas se ha convertido en una expresión festiva y colorida de esta creencia, así como en un momento para dar inicio a la despedida de año.
Esta fecha especial, a diferencia del resto del año, reúne a las familias y seres especiales para encender distintas velas de colores, con la intención de encomendar deseos y anhelos del corazón. Al realizar la actividad, cada uno dedica palabras e intenciones dependiendo creencias y energías.
Oración para el Día de las velitas
¡Virgen Santísima, que agradaste al Señor y fuiste su Madre; inmaculada en el cuerpo, en el alma, en la fe y en el amor! Por piedad, vuelve benigna los ojos a los fieles que imploran tu poderoso amparo. La maligna serpiente, contra quien fue lanzada la primera maldición, sigue combatiendo con furor y tentando a los desventurados hijos de Eva.
¡Ea, bendita Madre, nuestra Reina y Abogada, que desde el primer instante de tu concepción quebrantaste la cabeza del enemigo! Acoge las súplicas de los que, hoy reunidos y unidos a ti en un solo corazón, te pedimos las presentes ante el trono del Altísimo para que no caigamos nunca en las asechanzas que se nos preparan; para que todos lleguemos al puerto de salvación, y, entre tantos peligros, finalmente todos cantemos de nuevo el himno del rescate, de la victoria y de la paz.
Amén