El Adviento, cuyo significado es venida, es un tiempo de preparación espiritual para la celebración de navidad. Es decir, en este periodo, que consta de cuatro semanas, las personas reflexionan, se arrepienten, y se preparan para el nacimiento de Jesús.
De hecho, el símbolo de ese periodo es la corona que consta de ramas verdes, y cuatro velas (tres moradas, y una rosada). El padre Victor Jimenez Glez indicó, según ACI prensa, que las velas “representan que Cristo es la luz del mundo, quien nos ayuda acompañándonos en medio del dolor y las tristezas, eliminando el frío que provoca el pecado”.
Oración para encender la tercera vela de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo Y del Espíritu Santo.
Reconozcamos ante Dios que somos pecadores... Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso, ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.
Liturgia de la palabra: Lectura de la Primera carta a los Tesalonicenses 5,23: “Que el propio Dios de la paz los santifique, llevándolos a la perfección. Guárdense enteramente, sin mancha, en todo su espíritu, su alma y su cuerpo, hasta la venida de Cristo Jesús, nuestro Señor”.
Breve pausa para meditar.
Se enciende la vela morada y se lee la siguiente oración:
En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca! Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. ¡Ya llega el mensajero! Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz. Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles, llama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!
Se reza un padre nuestro: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y seremos salvados. Amén