El queso es uno de los alimentos lácteos más consumidos. Es un producto que se caracteriza por su riqueza en vitaminas A y D, las cuales son especiales porque le ayudan al organismo a absorber el calcio, mineral clave para mantener los huesos y los dientes sanos y fuertes.
Se dice que este alimento también es buena fuente de vitaminas del grupo B, entre las que destacan la B12, B9 (ácido fólico), B1 (tiamina) o B2 (riboflavina).
Según Sanitas Medical Center, según el proceso de elaboración, existen dos grandes familias de quesos: los frescos y los curados. Los primeros son aquellos que están listos para consumir tan pronto se fabrican; mientras que los curados o madurados, además de la fermentación de la leche, pasan por otros procesos para conseguir diferentes sabores y texturas.
Uno de los más comunes y consumidos es el queso mozzarella. Se trata de un producto fresco que se elabora con leche de vaca o búfala, cuajo, sal y se le agrega ácido cítrico para darle un poco de acidez. Por su textura, es ideal para utilizar en ensaladas y para gratinar, porque se derrite fácilmente.
Este tipo de queso se caracteriza por su color blanco, por ser fresco, sin corteza y elaborado con pasta hilada, que le permite tener esa textura suave y elástica, capaz de hacer que se estire cuando se muerde o manipula, precisa el portal Directo al Paladar.
Sanitas Medical Center indica que 100 gramos de queso mozzarella tienen:
- Calorías: 233
- Grasa saturada: 9,92 gramos
- Grasa monoinsaturada: 4,56 gramos.
- Colesterol: 78 miligramos
- Carbohidratos: 2,20 miligramos
- Calcio: 632 miligramos
¿Cómo puede rallarse de manera fácil?
El portal Gastronomía y Cía indica que hay un truco que facilita el rallado de este producto cuando se encuentra muy fresco. Para facilitar el proceso es importante lograr que se endurezca un poco y esto se consigue con el frío. Así las cosas, bastará con introducir la bola o bloque de mozzarella en el congelador, pero sin dejar que se congele totalmente.
Se puede mantener en el congelador durante 20 minutos aproximadamente, tiempo que normalmente es suficiente para facilitar el rallado. Sin embargo, este tiempo depende del tamaño de la pieza de mozzarella y de la rapidez con que el congelador transmita el frío. Las primeras veces que se realice este truco será para comprobar qué tiempo se requiere para que la mozzarella adquiera una textura cercana a la de la mantequilla refrigerada, sin llegar a estar tan dura.
Hay que tener cuidado de no congelar la mozzarella si no se desea obtener un queso con una textura alterada y aguado. Así las cosas, si no es viable controlar que se enfríe lo justo para poder rallarlo, tal vez sea mejor mantener la calidad del producto cortándolo con un cuchillo, como si se trozara una cebolla en julianas, indican los especialistas.