Ser anfitrión de un Mundial de Fútbol no solo es un gran desafío fiscal para sus organizadores por las cuantiosas inversiones que deben hacer: también es clave para impulsar sus economías, de acuerdo con un estudio de Francesc Rufas, profesor de EAE Business School. Tras analizar el impacto económico de grandes eventos deportivos y concretamente del Mundial de Fútbol, Rufas encontró que existe un ‘efecto euforia’ que genera crecimientos de entre 10 y 15 por ciento en el consumo. El impulso se nota principalmente en el mayor consumo de artículos de mercadeo, viajes, equipamiento del hogar, comidas y bebidas, entre otros. Pero el efecto no solo se siente a corto plazo: Rufas analizó el caso de Barcelona, que organizó los Juegos Olímpicos de 1992, y encontró que a partir de allí esta ciudad logró posicionarse como destino turístico y de negocios en el mundo. Sin embargo, también identificó un lado oscuro: los problemas que se generan si no se planifican bien las inversiones para albergar estos eventos. “Las grandes inversiones destinadas a solucionar problemas puntuales derivados del evento, como la ampliación de aeropuertos en países que no son un destino turístico, o la construcción de estadios demasiado gigantes, generan unos costos de creación y mantenimiento que, a la larga, pueden generar un déficit para el país” asegura. Los ejemplos recientes son Brasil y Suráfrica, donde se construyeron estadios para 40.000 personas que hoy día apenas utilizan 1.500 personas, por ejemplo. Pero también hay inversiones que contribuyen a mejorar la calidad de vida de las ciudades tales como carreteras, estadios que se pueden reutilizar para otros eventos, o transporte público. ¿Qué tanto se ha invertido en los mundiales? Estos son algunos datos del estudio de Rufas, con cifras en millones de dólares.