Para comprar a un elector, personas contratadas por la campaña de Aida Merlano le entregaban al votante 50.000 pesos de anticipo a cambio de que pusiera su huella y sus datos en un talonario. Después de votar tenían que mostrar su certificado electoral para que les entregaran otros 35.000 pesos. Los 15.000 restantes para llegar a los 100.000 acababan en manos de los líderes locales encargados de conseguir a los votantes. La operación era tan elaborada que tenía un organigrama digno de una multinacional. La estructura tenía gerente, departamento de recursos humanos, personal administrativo, área de sistemas y departamento de seguridad con hombres armados.