En marzo, un instructor de boxeo japonés de 26 años, Jesse Katayama, voló de Tokio a Perú con el sueño de conocer Machu Picchu. El día que iba a entrar, el Gobierno ordenó cuarentena y cerró todos los sitios turísticos de ese país. Creyendo que esto iba a durar poco, Katayama decidió quedarse cerca de esa antigua ciudad inca esperando que la abrieran. Pasaron siete meses y el japonés aguantó pacientemente en una pequeña carpa. Hace unos pocos días los vecinos se conmovieron con su determinación y acudieron al Gobierno para contarle los hechos. El Ministerio de Turismo ordenó abrir Machu Picchu por un solo día y para una sola persona: el tenaz turista japonés.